La misericordia invitada (Lucas 7,36-8,3)

La misericordia invitada (Lucas 7,36-8,3)

Invitar a comer es uno de los signos de amistad más comunes en todas las culturas. El Evangelio de hoy nos narra un episodio de un fariseo que rogaba a Jesús que fuera a su casa porque le quería invitar a comer. Así fue. Pero se coló una mujer conocida en la ciudad por sus pecados, y discretamente comenzó a llorar a los pies de Jesús, a besárselos y enjugarlos con los cabellos, a perfumarlos con el frasco de perfume que había traído. El fariseo viendo aquello, se puso a murmurar contra el maestro. Es decir, invitó a Jesús a comer como quien invita a una persona famosa, acaso para pavonearse de haber sido anfitrión del afamado maestro que estaba en la boca de todos.

Es tremendo eso de esperar a Dios en los caminos que Él no frecuenta o empeñarse en enmendarle la plana cuando le vemos llegar por donde ni nos imaginamos. En esta entrañable escena, no obstante, lo más importante no era la desilusión defraudada del fariseo, sino la enseñanza de Jesús ante el comportamiento de aquella pobre mujer. Ella hizo lo que le faltó al fariseo en la más elemental cortesía oriental: acoger lavando los pies, secarlos y perfumarlos. Ella no lo hizo como gesto de educación refinada, pues no estaba en su casa y era ella quien había invitado a Jesús, sino como gesto de conversión, como petición de perdón y como espera de misericordia. Ciertamente el Señor respondería con creces: no banalizaría el pecado de la mujer, pero valoraría infinitamente más el perdón que con aquel gesto ella suplicaba. El fariseo sólo vio en ella el error, mientras que Jesús acertó a ver sobre todo el amor: a quien mucho ama, mucho se le perdona.

El fariseo y aquella mujer habían pecado, cada cual a su modo. El primero no lo reconoció mientras que ella supo pedir perdón, que es una forma de amor. La vida es como un banquete. En él podemos estar murmurando inútilmente los errores ajenos como el fariseo, o ser perdonados amorosamente como la mujer. Además de evitar los errores hemos de aprender a amar, creyendo que más grande que nuestra torpeza es la misericordia del Señor.

+ Jesús Sanz Montes, ofm

Obispo de Huesca y de Jaca

Domingo 12º. 17 junio 2007

4 comentarios

  
Carmen Bellver
Precioso el Evangelio para mañana. Y muy acertado el comentario sobre el texto. Pido por tu familia ahora mismo. Que todo siga bien, Luis Fernando.
16/06/07 8:58 PM
  
sofía
Y a quien mucho se le perdona, mucho ama. Gracias por ponernos este comentario del Evangelio de hoy. Luis Fernando, yo también me acuerdo de vosotros, espero que os vayáis acostumbrando al cambio. Buenas noches.
16/06/07 11:04 PM
  
Isaias
Me gusta mucho el comentario del Evangelio de hoy. El mayor problema no es pecar, puesto que todos somos pecadores y en un momento u otro todos tenemos debilidades y caemos en la tentación, pero tenemos que aprender a amar para que ese amor abra nuestros corazones y nos permita ver la luz de la conversión que lleva a arrepentirnos de nuestros pecados y por ese arrepentimiento y esa conversión el amor de Dios entra en nosotros y la inmensa misericordia de Dios borra todas nuestras culpas. "Alli donde abundó el pecado sobreabundó la gracia...". Un saludo y que poco a poco, Luis Fernando, vayas viendo el final del túnel y el señor como buen pastor que es te vaya conduciendo a ti y a tu familia a las aguas del remanso.
17/06/07 8:29 PM
  
laila
lucas y nere se aman por siempre el es re lindo
nere
05/08/07 4:36 AM

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