Breves reflexiones (III)
Si te propones ser buena gente por tus propias fuerzas, no lo vas a lograr. Si por gracia dejas que Dios te haga santo, serás santo. Y una vez santo, obviamente serás buena gente.
Pretender la santidad sin dedicar mucho tiempo a la oración es como pretender respirar bajo el agua sin botella de oxígeno.
Es Cristo quien te hace un favor cuando te pones en su presencia ante el Sagrario.
Si Moisés se arrodilló ante una zarza ardiendo, ¿qué haces tú de pie ante Cristo sacramentado?
Todo el oro del Arca de la Antigua Alianza no vale lo que una mirada de amor de nuestra Madre, Arca de la Nueva Alianza.
El dolor que sufres con tus cruces no es sino amor purificador de Dios que te santifica. Que tus lágrimas de dolor sean también lágrimas de gratitud.
Quien huye de la prueba y de la cruz será incapaz de huir del pecado.
Si el Señor te muestra pecados que te eran ocultos, es porque quiere liberarte de ellos por su gracia.
Si te abandonas en los brazos de Dios, te encontrarás.
Confía en la intercesión de la Madre si te quedas sin el vino del gozo de la vida en Cristo. Más eres tú que una boda en Caná.