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15.05.15

Monseñor Córdoba, no basta con pedir perdón

No, don Juan Vicente. A veces no basta con pedir perdón. Cuando uno ha hablado de los hombres que pasaron por las piernas de Santa María Magdalena y ha dicho que no sabe si alguno de los apóstoles era “mariconcito", no basta con pedir perdón.

Cuando uno ha dicho esto…

«Yo les digo hermanos homosexuales y lesbianas: cuando se casen tengan hogares bonitos, tengan lo que nosotros llamamos la fidelidad»

… no vale de nada decir luego que se acepta la doctrina de la Iglesia Católica. Sencillamene no es creíble.

Y si el que ha hecho eso es un obispo, de nada vale una nota pública explicando lo inexplicable. Dice Cristo que de la abundancia del corazón, habla la boca. Y su boca, Mons. Juan Vicente Córdoba, ha mostrado un corazón incompatible con la condición de pastor de la Iglesia.

Vamos a ser claros. Señor obispo, usted piensa lo que dijo, y ante el escándalo mundial que ha provocado, sale ahora a dar explicaciones. Tarde y mal. Pero en realidad, no tiene nada que explicar. Como decimos acá, “le han pillado con el carrito de los helados". 

Usted ha faltado al respeto a los apóstoles. Podría haber dicho que alguno era homosexual, que en sí mismo habría sido una declaración absurda, provocativa y escandalosa para millones de fieles católicos, pero es que además usó el término despectivo de “mariconcito". Y usted ha hablado con un lenguaje barriobajero y tabernario de Santa María Magdalena

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11.05.15

Nueva estrategia pepera: un condón, un voto

Sinceramente lamento que el protagonista de este post sea el alcalde de mi pueblo, pero les aseguro que no es mi culpa. Y sí, digo pueblo porque aunque Getafe sea considerada como ciudad dormitirio, en realidad es el “pueblo” más “pueblo” de las ciudades dormitorios de Madrid.

De allí salí hace ya tres décadas, cuando tenía 16 años de edad, pero siempre seré getafense aunque ya también me siento oscense. Por otra parte, para la historia queda que el fundador de la agrupación de Protección Civil getafense fue mi señor padre.

Getafe era una de esas localidades del sur de la comunidad madrileña que parecían destinadas a ser gobernadas siempre por la izquierda, ya fuera el PSOE con mayoría absoluta o apoyado por Izquierda Unida. Por eso me resultó sorprendente que el PP lograra arrebatar la alcaldía a socialistas y comunistas. Pronto vi que el alcalde, Juan Soler, no solo no tenía nada que envidiar a los izquierdosos en lo peor de ellos, sino que les superaba sin disimulo.

Soler se ha caracterizado por apoyar el “matrimonio” homosexual -es aquello de que la cabra tira al monte-, por meterse con uno de los pocos obispos que hablan claro de la homosexualidad, y por preferir el socialismo masón de Rubalcaba al socialismo masón de Zapatero.

Pero se ve que no le basta y ha querido dar la nota dedicándose a repartir condones para ganarse el voto en las próximas elecciones municipales de finales de este mes.

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8.05.15

La Iglesia vuelve a perder naciones enteras en Europa como en el siglo XVI

A principios del siglo XVI, Europa entera era católica u ortodoxa. Las naciones ortodoxas a finales de dicho siglo eran las mismas. Al menos las que no habían sido invadidas por el Islam. Sin embargo, la Europa católica saltó hecha pedazos. Primero, con el Acta de Supremacía aprobada, a peticiòn de Enrique VIII, por el parlamento inglés en 1534, por la cual el soberano se convertía en cabeza de la “Iglesia” en Inglaterra. Y luego, tras diversas guerras religiosas, con la paz de Agusburgo de 1555, que impuso la norma “cuius regio eius religio” -"según sea la religión del rey, así será la religión”-, que venía a significar que si un rey o príncipe era católico, su pueblo o nación también, y si era protestante, idem. 

Los ciudadanos católicos y protestantes que estuvieran en países cuyo rey era de la otra religión, pasaron a ser poco menos que de segunda categoría, cuando no perseguidos abiertamente. Se da la circunstancia de que la mayoría de los países europeos que hoy siguen siendo confesionales son de religión protestante en algunas de sus variantes. Y, sin ir más lejos, hasta hace bien poco un sacerdote católico no podía por ley ser candidato a unas elecciones en Gran Bretaña.

Aun así, se puede decir que no “cuius regio eius religio” es una reliquia de la historia sin ninguna aplicación práctica. Y sin embargo, la Iglesia Católica ha vuelto a perder naciones enteras. Con una particularidad. La pérdida es tolerada, cuando no animada, por gran parte de la propia jerarquía “catolica” de dichas naciones.

Eso es lo que ocurre en Alemania, cuyos obispos ya plantean abiertamente soluciones que convertirían al catolicismo en una copia barata del catolicismo, con una doctrina y una praxis distinta dependiendo de la región del planeta donde se viva, y lo que acabamos de confirmar que ocurre en Suiza, donde los debates presinodales han dejado claro que “agentes pastorales, catequistas y sobre todo fieles comprometidos con la parroquia, consejos parroquiales, organismos eclesiales, por ejemplo, asociaciones femeninas y de jóvenes, y de otros grupos y comunidades” no profesan la doctrina católica sobre el Matrimonio, el divorcio, la Eucaristía y, lógicamente, la Confesión. Por tanto, el mero sentido común dictamina que no pueden ser considerados católicos. Son tan protestantes liberales como la mayoría de los protestantes “oficialistas” de su país. 

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1.05.15

¿Hay diferencia entre ser bueno y ser santo?

Muchos cristianos viven hoy en la idea de que eso de la santidad es algo reservado para unos pocos. Que al fin y al cabo, el número de aquellos que han sido beatificados o canonizados son una ínfima minoría comparados con los millones y millones de fieles que han vivido en los últimos veinte siglos. Piensan que incluso aunque se acepte que, aparte de los que figuran en el santoral, hay tantos o más cristanos que podrían haber alcanzado ese “reconocimiento público” de haberse conocido sus vidas, siguen siendo una porción escasísima del total.

Una gran parte de aquellos que piensan así tienen una actitud parecida a la del joven rico con el que se encontró Jesús:

Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. 

Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

Mc 10,18-20

He ahí el típico ejemplo de “buen” creyente, de “buena” persona. No mata, no roba, no adultera, no se pasa la vida acusando al prójimo de mentiras, quiere a su familia, especialmente a quienes le dieron la vida,etc. Ciertamente hoy vivimos en una época en que al menos la cuestión del adulterio no parece ser tan “importante". En relación al matrimonio, aquello de que el amor “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” y “nunca deja de ser” (1ª Cor 13,7-8) parece enterrado bajo la idea de que el amor dura hasta que dura, y cuando acaba te puedes buscar otro.

Pero aun concediendo que se es también fiel en el amor conyugal, el considerarse a uno mismo lo suficientemente bueno para heredar la vida eterna se va a encontrar de bruces con las palabras de Cristo:

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25.04.15

Hay que solucionar lo de los funerales de Estado

Cada vez que en España hay una desgracia con muchas víctimas, sea en forma de atentado, de accidente o de catástrofe natural, se produce la misma polémica. No se sabe bien quién decide que se celebre un funeral de estado. Y se encarga del mismo a un obispo o cardenal católico. Como el prelado de turno sabe que para que la Iglesia considere algo como auténtico funeral, tiene que celebrarse una Misa -si no, será otra cosa-, los laicistas y miembros de otras confesiones ponen el grito en el cielo y apelan a la aconfesionalidad del estado.

Todo esto se solucionaría de una forma muy fácil. Si el Estado, o cualquiera de sus instituciones, lo cual incluye las comunidades autónomas, quiere celebrar funerales aconfesionales o pluriconfesionales, que se utilicen para tal fin espacios públicos. Puede valer un pabellón deportivo, un estadio de fútbol, o incluso un parque con explanada suficiente para acoger a mucha gente. A ese funeral “civil” se puede invitar a todas las confesiones religiosas del país, sí así se estima oportuno.

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