Berzosa, el obispo del "buen rollo"
Leo en Religión Digital una entrevista publicada en El Comercio a monseñor Raúl Berzosa, obispo auxiliar de Oviedo y candidato fallido a secretario general de la CEE del sector progre-nacionalista-periférico del episcopado español. Don Raúl acaba de escribir un libro de cien preguntas y respuestas sobre los más diversos temas socio-políticos. Hay que reconocer que este hombre tiene vocación de portavoz, porque a la primera pregunta sobre las razones del libro, responde que el mismo ha sido “solicitado por muchos cristianos de a pie que, ante lo que leen y oyen, quieren saber cuál es la opinión de los obispos". Y claro, ahí está el auxiliar de Osoro para contarnos, a lo que se ve, no sólo lo que él opina sino lo que opinan todos sus compañeros de episcopado.
En la entrevista se ve que monseñor Berzosa es un obispo al que le va el “buen rollo", moderado, conciliador, abierto al mundo y partidario de que “la política informativa de la Iglesia fuera siempre de puertas abiertas y transparente". No sé si eso es una crítica velada a la actual política informativa o un simple deseo de que se mantenga siempre así. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
En definitiva, los medios de comunicación poco afectos al rouquismo ya tienen a su hombre de futuro. Nos van a presentar a este joven obispo, si es que él no se presenta a sí mismo, como una alternativa a esa Iglesia gruñona, molesta, que denuncia todo lo que cree que está mal en la sociedad, no sólo el tema de lo pobres y menesterosos, y que además comete el gravísimo pecado de mantener a Losantos en la Cope.
En contra de esa Iglesia que es presentada como enemiga de un estado abierto, progresista y plural, don Raúl dice que en las relaciones Iglesia-Estado, la Esposa de Cristo “tiene que caminar con una mirada de acercar puentes y nunca confrontar, tiene que ser compañera de viaje, y siempre sabiendo que ningún proyecto político va a plasmar lo que es el ideal del Evangelio". Conmovedor, señores míos.
Yo soy de otra opinión. Ciertamente lo ideal es que las relaciones Iglesia-Estado sean lo más correctas posibles. Lo de tender puentes está muy bien, siempre que sirvan para algo. Pero cuando el Estado se mete en aquello que no le compete, cuando el Estado permite la ejecución de seres humanos antes de nacer o antes de su muerte natural, cuando el Estado quiere usurpar el papel de los padres en la educación de los hijos, cuando el Estado quiere adoctrinar moralmente a la sociedad usando todo su poder, cuando el Estado quiere eliminar los símbolos religiosos del espacio público, la Iglesia debe enfrentarse a ese poder que amenaza con ser omnímodo. Y si no lo hace, falta a su deber. Tanto si lo entiende don Raúl como si no. Al fin y al cabo el único poder que hoy tiene la Iglesia, a Dios gracias dicho sea de paso, es el de su palabra, el de sus argumentos, el de su doctrina. No vamos a callarnos ante el César de turno para quedar bien ante el mundo y ante esos medios de comunicación que quieren una Iglesia distinta a la de Cristo. Ya sabemos bien de qué va el “buen talante” de algunos aprendices del Gran Arquitecto. No es plan de que hagamos de coristas en su orquesta.
Cristo no nos ha llamado a ser “coleguillas” del Príncipe de la potestad del aire, sino a ser sal del mundo. Y la sal no sabe bien en la boca. No digamos nada cómo sienta en las heridas abiertas por los enemigos del evangelio. Es preferible que el Estado se queje de una Iglesia auténtica a que esté encantado con la Iglesia del “buen rollo", de la espiritualidad Evax: no se nota, no se ve, no traspasa.
Luis Fernando Pérez Bustamante