10.04.20

Coronavirus: ¿quién ha hablado con Dios para decir algo con certeza?

Desde hace algunas semanas parece que se ha puesto en marcha una competición para ver qué eclesiástico, especialmente si es obispo, dice de forma más contundente que la actual pandemia provocada por el coronavirus no es un castigo de Dios. Y a su vez, aunque en mucha menor medida, han aparecido aquellos que dan por hecho, con certeza dogmática, que sí estamos asistiendo a un castigo divino.

Me van a permitir que les pregunte a unos y otros: ¿acaso han recibido alguna revelación especial? ¿quizás han marcado en sus móviles (celulares), el número de teléfono del cielo y Dios Padre les ha respondido a sus preguntas?

Los que niegan que lo que está ocurriendo es un castigo divino dan argumentos realmente peculiares:

- Dios no castiga nunca.

- Dios es bueno y no castigaría a inocentes. Si esto fuera un castigo de Dios, entonces Dios sería malo.

- Es la naturaleza quien nos castiga.

Quien dice que Dios no castiga nunca no se ha leído la Biblia o, lo que es peor, se la ha leído pero ha decidido que lo que él cree saber de Dios es más verdadero que lo que aparece en la Revelación escrita. Son casi todos hijos de Marción, aquel hereje que decía que el Dios del Antiguo Testamento era malo a diferencia del Dios del Nuevo Testamento. 

Son también aquellos que han desechado la enseñanza bíblica y tradicional que nos muestra que todos han caído en Adán y:

… según está escrito: “No hay un justo, ni siquiera uno."  "No hay un sabio, no hay quien busque a Dios."  ”Todos se desviaron, se corrompieron a la vez; no hay quien haga el bien, ni siquiera uno”
Rom 3,10

Incluso los que hemos recibido el don de la fe, éramos por naturaleza hijos de la ira:

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Efe 2,1-3

De hecho, ¿no nos advierte el apóstol sobre la necesidad de no vivir como viven los sin Dios?

Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.
Col 3,5-7

Y si, como ocurre a menudo, vivimos como viven los que no tienen fe, ¿creemos acaso que el Señor nos va a dejar sin castigo?

Pues si la palabra comunicada a través de ángeles tuvo validez, y toda transgresión y desobediencia fue justamente castigada, ¿cómo escaparemos nosotros si desdeñamos semejante salvación, que fue anunciada primero por el Señor, confirmada por los que la habían escuchado, a la que Dios añadió su testimonio con signos y portentos, con milagros varios, y dones del Espíritu Santo distribuidos según su beneplácito?
Heb 2,2-4

¿Qué parte no se entiende de esta advertencia del Señor?

Yo, a cuantos amo, los reprendo y castigo; ten, pues, celo y conviértete.
Ap 3,19

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6.04.20

Mi amor se fue con el Señor

Lidia, la mujer que Dios me regaló como esposa, partió ayer, Domingo de Ramos, a encontrarse con el Señor. Y lo hizo en mis brazos, en una cama de la habitación 108 del hospital universitario de Puerto Real, en el que su vida terrenal se fue apagando poco a poco en las últimas dos semanas. Casi tres largos años de lucha contra un cáncer no detectado a tiempo, con una primera “victoria” que nos dio una tregua de meses antes de volver a aparecer.

El inmenso dolor que sufro ahora no me impide dar gracias a Dios por todo el bien que nos ha hecho en 32 años de vida juntos. Tres hijos han sido el fruto de nuestro amor. Y uno de ellos, el primogénito, nos hizo abuelos de un angelito hace casi 5 años. También pudo hacer de madrina en la boda de nuestro segundo hijo.

La foto que encabeza este post es del día de su graduación en la Universidad de Navarra, tras realizar la licenciatura de Ciencias Religiosas y el Máster en Familia y Vida. Ello le permitió desarrollar su vocación como profesora de religión. Lo hizo en el Colegio Juan Pablo II - María Milagrosa de Cádiz. Otro de los grandes regalos que me ha dado el Señor en estos días ha sido, además de constatar el cariño que le tenían sus compañeros de claustro, ver el gran impacto que causó entre sus alumnos (entre ellos, durante un año, nuestra hija). He podido leer mensajes dirigidos a mi esposa que no podré ovlidar jamás. Ella ha sido instrumento para llevar a no pocas almas a Cristo y darse cuenta de eso no tiene precio. Quiera Dios que la semilla que sembró a través de ella frucifique en vidas entregadas a Él.

Doy gracias también a Dios por haberme permitido estar con ella en estas últimas semanas de su vida. Dada la actual situación en España con la pandemia del coronavirus, son muchas las personas que mueren sin estar rodeados de sus seres queridos. Aunque ni sus padres -a quienes quería con locura- ni dos de nuestros hijos han podido estar, sí hemos estado mi hijo mayor y yo.

En estas últimas semanas hemos orado juntos más que nunca. Nos hemos puesto en manos del Señor más que nunca. Nos hemos querido más que nunca. Hemos estado rodeados de oraciones más que nunca. Hemos comulgado a diario hasta que ella ya no pudo. Y habiendo muerto mi amada Lidia tras haber recibido los santos sacramentos, espero que el Señor me conceda el mismo don el día de mi partida, para así poder encontrarme con ella para adorar a Dios juntos toda la eternidad. Mientras llega ese día, pido al Señor que me permita servirle fielmente en esta vida.

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4.04.20

Petición expresa al papa Francisco respecto a la Virgen María

Ayer, 3 de abril, el papa Francisco dijo lo siguiente en su homilía en Santa Marta (negritas mías):

Honrar a la Virgen y decir: «Esta es mi Madre», porque ella es la Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz. Tus hijos, tú eres Madre. No la nombró primer ministro ni le dio títulos de «funcionalidad». Sólo «Madre». Y luego, los Hechos de los Apóstoles la muestran en oración con los Apóstoles como una madre. Nuestra Señora no quiso quitarle ningún título a Jesús; recibió el don de ser su Madre y el deber de acompañarnos como Madre, de ser nuestra Madre. No pidió para sí misma ser cuasi-redentora o una co-redentora: no. El Redentor es uno solo y este título no se duplica. Sólo discípula y madre.

No es la primera vez que Francisco niega que María es corredentora. No es la primera vez que Francisco, tal y como hacen los protestantes, sostiene la idea de que reconocer los títulos que adornan a la Madre del Señor le puede quitar algo de gloria u honra al Salvador. No es, por tanto, la primera vez, que Francisco arremete contra el honor debido a la Madre del Señor. 

Para empezar, es evidente que ser corredentora no es sinónimo de ser redentor, de la misma manera que ser copiloto no es ser piloto. San Pablo dice de sí mismo que es colaborador de Dios (1 Cor 3,9) y a nadie se le ocurre decir que el apóstol le resta gloria a Dios al afirmar tal cosa.

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14.03.20

La carta de Mons. Mazuelos sobre el coronavirus

Por circunstancias de la vida, desde hace unos meses vivo con la mayor parte de mi familia en una localidad gaditana que pertenece a la diócesis de Asidonia-Jerez. Por tanto mi actual obispo es Mons. José Mazuelos Pérez. Y esta es la carta que ha escrito para todos los fieles de nuestra diócesis (negritas mías):

 

CARTA DEL SR. OBISPO CON MOTIVO DEL CORONAVIRUS

14 marzo, 2020

Queridos hermanos:

Todos estamos preocupados por la situación de desconcierto que estamos viviendo ante la incidencia del Coronavirus. Desde nuestra diócesis hemos dado unas medidas con las que queremos contribuir a evitar las consecuencias de este mal. Ahora, con estas letras, quiero ofrecer una visión de lo que nos está ocurriendo con los ojos de la fe. Los cristianos tenemos una manera de mirar la vida y la historia distinta del mundo, tratamos de ver nuestra realidad y la de nuestra sociedad leyendo los signos de los tiempos y la presencia de Dios en ellos (Mt 16,23).

Vivimos un tiempo de Cuaresma, tiempo de oración y de penitencia, tiempo de recordar que «somos polvo y en polvo nos convertiremos». Este momento puede ayudarnos a redescubrir nuestra propia fragilidad y a recordar que somos vulnerables, mucho más de lo que creemos. Así, no podemos olvidar que nuestra fortaleza es sabernos hijos de Dios y «que en la vida y en la muerte somos del Señor» (Rm 14,8).

La realidad que nos golpea con la fuerza de la enfermedad y la muerte nos recuerda que no tenemos todas las respuestas ni la fuerza para vencer al mal por nosotros mismos. «¿Quién de vosotros, por más que se empeñe, puede añadir una hora al tiempo de su vida?»(Mt 6,27); nos dice Jesús, no para asustarnos, sino para llamarnos a la confianza total en Dios, el Padre bueno que nos ama y nos cuida, y para concluir con su llamada: «vosotros buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las cosas se os darán añadidas» (Mt 6,33).

Ciertamente, esta crisis nos debe ayudar a mirar nuestra vida y redescubrir dónde está lo verdaderamente valioso. Con frecuencia nos preocupamos de muchas cosas, demasiadas, y dedicamos nuestros esfuerzos a lo que sólo es pasajero y no permanente. Corremos el riesgo de hacer de lo relativo algo que nos parece esencial, y sin embargo lo esencial lo relativizamos. Es tiempo de volvernos a Dios y de recordar que más allá de la salud de nuestro cuerpo, la salud de nuestra alma también necesita ser cuidada, pues Jesús nos avisa de que más que la muerte del cuerpo hemos de temer a «aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (Mt 10,28).

Ahora, más que nunca, necesitamos renovar nuestra confianza en Dios, recordar una y otra vez que el sentido de nuestra vida es la esperanza en su salvación. Sin dejar de cumplir con todos los deberes y cuidados que nos exige la situación, no debemos olvidar que existe un Dios que cuida de nosotros. Como creyentes volvamos ahora nuestra mirada a nuestro Padre bueno para pedirle por los enfermos, por los que los cuidan, por los que han muerto a causa de este virus, por las personas en riesgo y quienes más van a sufrir las consecuencias económicas de esta crisis que nos amenaza. Recemos, como cristianos, para implorar a Dios que nos libre de este mal y nos conceda la salud para que podamos vivir según su voluntad. No podemos, en este tiempo vivir distraídos y dispersos, aumentemos nuestra oración.

Para ello, como signo de esperanza en quien está por encima de todo, sugiero que nuestros templos estén abiertos más tiempo del habitual, de modo que, evitando aglomeraciones, muchos puedan acudir a ellos, entrar a orar y encontrar momentos de recogimiento y de intimidad con el Señor.

Asimismo se debe mantener, mientras sea posible, la celebración de la Eucaristía tanto diaria como dominical en los horarios habituales, o incluso ampliándolos para facilitar la asistencia sin aglomeraciones de personas. Que no se pierda el encuentro con Dios, pidiendo a aquel en cuya mano está nuestra suerte (Sal 31,5) por el fin de este mal que nos atenaza.

Nuestra Iglesia anima a las familias a la oración en casa y a la escucha confiada de la Palabra de Dios. Puede ser un buen tiempo para el rezo del rosario en familia, con la confianza de que la intercesión de la Virgen es siempre poderosa.

No podemos olvidar a las personas más vulnerables que no podrán acudir a la celebración eucarística, hemos de asistirlas cuando soliciten recibir la Sagrada Comunión en casa. Nuestra atención espiritual a los enfermos debe seguir funcionando con la mayor normalidad posible, salvando siempre las medidas higiénicas y sanitarias necesarias.

Este tiempo y el recogimiento que se nos pide, nos ofrece la oportunidad de vivir una cuaresma de mayor intimidad con Dios. Aprovechemos el momento para crecer en la oración y en la confianza con el Señor. ¡Que Él os bendiga!

+ José Mazuelos Pérez

Obispo de Asidonia-Jerez

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3.03.20

Suerte, don Juan José

Como era de esperar, y quien no lo esperara es que no conoce cómo funcionan las cosas en la Iglesia hoy, los obispos españoles han elegido al cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, como nuevo presidente de su Conferencia Episcopal.

Cuando escribo estas líneas todavía no sé quién es o será el vicepresidente (*) ni los miembros de la Comisión Ejecutiva. La vicepresidencia tiene su importancia, porque el cardenal Omella presentará su renuncia por edad el 21 de abril del año 2021, es decir, al poco más de llevar un año del cuatrienio en el que puede a estar al frente de la CEE. Se supone que el papa Francisco dará una prórroga para seguir al frente de la archidiócesis de Barcelona. Una aceptación de su renuncia implicaría que dejaría de ser presidente de la Conferencia Episcopal. El “problema” es que el Papa no es precisamente un jovenzuelo y nadie sabe lo que puede pasar de aquí a un año. 

Conozco personalmente a don Juan José desde que me trasladé con mi familia a tierras oscenses a principios de siglo. Siendo obispo de Barbastro, fue nombrado administrador apostólico de la diíocesis de Huesca. Tuve oportunidad de hablar con él por una cuestión relacionada con un sacerdote que daba unas charlas ciertamente heterodoxas en una parroquia de Los Monegros. Por aquel entonces yo no tenía relevancia pública alguna y recibí una exquisita atención del prelado aragonés. Me dijo que se encargaría del tema y por mi parte consideré que ya había hecho lo que debía hacer.

Luego he seguido su trayectoria, con traslado a La Rioja , nombramiento como pastor de la Iglesia en Barcelona, y posterior creación como cardenal. 

Muchos análisis se han publicado antes de este cambio en la CEE y muchos se publicarán en estos días. Yo sigo sosteniendo exactamente lo mismo que escribí en noviembre del 2018, cuando Mons. Luis Argüello fue elegido como secretario general y portavoz de los obispos españoles. Afirmé entonces:

Lo que sí puedo decir es que la creciente irrelevancia mediática, social e incluso eclesial de la Conferencia Episcopal es un hecho incontestable.

Eso no solo no va a cambiar sino que posiblemente se va a acentuar. Y no tanto por el perfil del cardenal Omella, que sin duda no es tan plano como el del cardenal Blázquez, como por el hecho de que la descristianización de España se va acelerando y, por tantos, la voz de los obispos es cada vez menos influyente en la sociedad.

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