De la Nueva Era, zarandajas esotérico-orientales y otras hierbas
Hch 19,18-20
Muchos de los que habían creído, venían, confesaban y manifestaban sus prácticas supersticiosas, y bastantes de los que habían profesado las artes mágicas traían sus libros y los quemaban en público, llegando a calcularse el precio de los quemados en cincuenta mil monedas de plata,
tan poderosamente crecía y se robustecía la palabra del Señor.
Decía Chesterton con razón que "cuando los hombres ya no creen en Dios, no es que ya no crean en nada: creen en todo". Durante el siglo XX, y de forma muy acusada en sus últimas tres décadas, asistimos en Occidente a un fenómeno a la vez complejo y simple. Al mismo tiempo que se producía una descristianización de la sociedad, hubo una explosión del interés por el esoterismo, la magia, lo paranormal y las religiones orientales. Dabas una patada a una piedra y aparecía un gurú levitando en la postura del loto a soltarte su rollo, a cambio de que le llenaras su cuenta bancaria. Las librerías de Nueva Era, donde junto con los libros se vendía toda la parafernalia típica de ese mundillo, surgieron como setas y eran un negocio próspero. El fenómeno de la ufología no fue ajeno a todo ello, gracias a los "contactados" que nos traían mensajes de nuestros "hermanos mayores" que, curiosamente, coincidían en buena medida con esa espiritualdiad etérea, gaseosa e inhaprensible de corte pseudo-oriental.