Es necesario insistir en cuál es el lugar que corresponde a los heterodoxos
Sí, lo sé. Para muchos soy un pesado que parece vivir obsesionado con dogmas, doctrinas, herejías, cánones, bulas de excomunión, etc. Numerosos son igualmente los que me recuerdan que no tengo autoridad alguna para decir que tal o cual sacerdote, religioso, teólogo o bloguero viven apartados de la fe de la Iglesia. Y luego están quienes piensan que es bueno que ocupe parte de mi tiempo a estos menesteres pero debería de moderar mi tono, mis expresiones, etc.
No es necesario explicar que cuando un católico se pone a rezar a Dios, no se dedica a pensar en las implicaciones del término homousios en la doctrina trinitaria. Cuando va camino de comulgar, no suele meditar sobre el significado de la palabra “transubstanciación”. Y cuando dirige sus ojos a la Madre del Señor, no tiende a reflexionar sobre el alcance de las expresiones marianas de San Ireneo y San Justino Mártir en el siglo II.
De hecho, cuando se nos juzgue al final de nuestros días, no se nos va a poner delante de los ojos un examen de teología. “Al atardecer de la vida, te examinarán del amor“, dijo San Juan de la Cruz. Y San Pablo dice que la caridad pesa más que la fe, cosa que suelen ignorar los solafideístas.