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4.09.09

Es mejor dejar la hoja en blanco que meter la pata

Llevo prácticamente toda la semana intentando escribir sobre un tema difícil, arriesgado, complicado y, posiblemente, superior a mi actual capacidad espiritual, teológica e intelectual. Incluso lo he anunciado estos dos días atrás. Pues bien, por el momento desisto. Como dice el Señor: “Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: `Este comenzó a edificar y no pudo terminar´“(Lucas 14:28-30). Mejor esperar y ganar que precipitarse y perder.

Ocurre a menudo en el mundo de los blogs, que los bloggers se fuerzan a sí mismos a escribir aunque no sepan sobre qué ni para qué. Reconozco que así lo he hecho en algunas ocasiones aunque cada vez tengo más tendencia a, simple y llanamente, dejar pasar un día sin escribir antes que cubrir el expediente recurriendo al “oficio” que se adquiere tras años publicando posts un día sí y otro también.

Ahora bien, lo que sí que no tiene perdón de Dios es forzar la escritura de tal manera que se meta la pata bien metida. Por ejemplo, acabo de leer un post escrito en un blog de otro portal católico en el que el autor, para salvar el buen nombre de un sujeto al que habría que borrar de la memoria del catolicismo del último medio siglo, tiene el cuajo de decir que “hoy la Iglesia no debe mostrar al mundo grandes santos y personas ejemplares, sino hombres débiles que han sido salvados por la misericordia infinita“. Hombre, pues yo juraría que lo que salva al mundo es otra cosa. Por ejemplo dice el Señor: “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos“(Mt 5,16). Sin embargo, san Pablo recuerda el gran daño que causan los hipócritas, que enseñan la verdad y viven en la mentira: “Tú, en suma, que enseñas a otros, ¿cómo no te enseñas a ti mismo? ¿Tú, que predicas que no se debe robar, robas? ¿Tú, que dices que no se debe adulterar, adulteras?…. Pues escrito está: `Por causa vuestra es blasfemado entre los gentiles el nombre de Dios´” (Rom 2,21-24).

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