Retírate, Satanás
Del evangelio de hoy, I Domingo de Cuaresma
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes".
Jesús le respondió: “Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios“.
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Jesús le respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios“.
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme".
Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto“. Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
Mt 4,1-11
Es claro que Satanás sabe citar la Escritura para manipularla y tentarnos. Lo hizo con Cristo y lo puede hacer con nosotros. Desde que la Iglesia es Iglesia, muchos han sido y son los que retuercen el sentido de la Palabra de Dios para buscar aquello que resulte más tentador.
De las tres tentaciones de Satanás a Cristo la que más impresiona es la última. Todos los reinos del mundo son del enemigo de nuestras almas. Se los ofrece al Señor a cambio de que Él le adore. Bien sabemos que el dominio de Satanás sobre este mundo es temporal y en todo caso sujeto a la soberanía absoluta de Dios, y por tanto de Cristo, sobre todo el universo. Cuando el Señor regrese en gloria y poder toda rodilla se doblará ante Él. La de Satanás también.
Las otras dos tentaciones consistían en pedir a Cristo que hiciera algo que ciertamente podía realizar. El que multiplicó los panes y los peces y cambió el agua en vino podía convertir piedras en panes. Sin magia. Puro milagro. Y ciertamente los ángeles del cielo podían salvarle de despeñarse contra el suelo. Pero Dios no obra milagros para complacer los caprichos de nadie, y mucho menos los de Satanás.
Debemos pedir a Dios que por su gracia nos dé sabiduría y discernimiento para resistir las tentaciones del diablo. Pueden ser de naturaleza muy variada pero siempre tomarán la forma de algo apetitoso, deseable. Pero nada tan deseable para el cristiano como andar en los caminos del Señor y resistir las asechanzas de aquel que la Escritura describe como león rugiente que busca a quien devorar.
Líbranos Señor de las fauces del enemigo y condúcenos por la senda del cumplimiento de tu voluntad.
Luis Fernando