Los brotes verdes de la Iglesia en Cataluña
Una de las señas de identidad que quisiera para la InfoCatólica del futuro es que logremos encontrar cierto equilibrio entre las noticias y los artículos que denuncian hechos reprobables tanto en la Iglesia como en nuestra sociedad y los que señalan aspectos positivos dignos de alabanza. Es cierto que cuesta encontrar las cosas buenas porque, desgraciadamente, no son noticiables, pero merece la pena el esfuerzo. El mal, el escándalo, la heterodoxia vende más, pero no debemos ser mercaderes del templo que buscan titulares amarillistas para atraer lectores y publicidad, sin que ello implique que nos dediquemos a la necia labor de ocultar debajo de la alfombra aquello que debe ser denunciado para ser corregido.
Por ejemplo, mi post de ayer trató sobre lo que para mí es una provocación de la archidiócesis de Barcelona al hacer coincidir una jornada de homenaje al fallecido monseñor Carrera con la manifestación contra el aborto del 17 de octubre en Madrid. Pero la Iglesia en Cataluña es mucho más que la Iglesia en Barcelona, aunque ésta sea la archidiócesis más importante por el número de fieles. Y lo cierto es que la “iglesia catalana” está dando síntomas de clara mejoría respecto a su situación de hace tan solo cinco años.
Hay datos que invitan al optimismo. El seminario de Tarrasa tiene ya más seminaristas que el de Barcelona. En Gerona monseñor Pardo está realizando una labor callada, prudente y a la vez muy sensata, de tal manera que la que era conocida como la diócesis de los curas del forum Alsina puede pasar a ser ejemplo de diócesis salvada del desastre al tener un buen obispo. En Tarragona monseñor Pujol ha conseguido quitarse ese absurdo sambenito de ser un “obispo del Opus” y está demostrando que es, ni más ni menos, que un buen arzobispo de todos y para todos. En Vic monseñor Casanova hace lo que puede, que no es poco. Lérida es una diócesis tranquila y más que lo será cuando se acabe con ese gran absurdo de los Bienes de la Franja. Monseñor Piris tiene las cosas relativamente fáciles en tierras ilerdenses. Del obispo de San Feliú no puedo decir nada porque apenas tengo referencias. Algo parecido me pasa con la diócesis y el obispo de Tortosa. Solsona está a punto de cambiar de obispo porque monseñor Traserra ha presentado ya la renuncia por edad. Respecto a Urgell, la diócesis más grande por territorio, tiene como obispo a monseñor Vives, de quien mis amigos de Germinans no tienen un opinión especialmente favorable pero de quien otros sacerdotes catalanes me han dicho que “no es el Vives de Barcelona”. No sé bien cómo era el “Vives de Barcelona” pero por el perfil de esos sacerdotes creo que el cambio ha sido para bien.
En resumidas cuentas, salvo Barcelona, el resto de las diócesis catalanas pueden mirar el futuro inmediato con cierto optimismo. E incluso la arcihidiócesis con sede en la Ciudad Condal podrían cambiar las cosas si su pastor decidiera gobernar para el bien de todos y no, como sé que dijo literalmente hace unos pocos meses, “para la mayoría". Porque gobernar “para la mayoría” puede ser bueno si esa mayoría está en sintonía con el resto de la Iglesia y en especial con Roma. Si, como parece el caso, está más en sintonía con el progresismo eclesial y el nacionalismo disgregador, lo sensato es ir sentando las bases para que en un futuro a medio-largo plazo esa mayoría pase a ser minoría. Monseñor Sistach, que de “progre” tiene poco, optó por buscar un pontificado sin los problemas de su antecesor, el cardenal Carles. Y así lo hubiera logrado de no ser por la providencial aparición de Germinans germinabit, cuya labor, se diga lo que se diga de sus meteduras de pata y errores, ocupa ya un lugar destacado en la historia del catolicismo barcelonés y catalán de principios de este siglo. En todo caso, el pontificado del cardenal Sistach tiene fecha de caducidad y es tiempo ya de empezar a rezar para que el Papa nombre a un sucesor capaz de conducir esa archidiócesis por el camino que ya están recorriendo sus diócesis hermanas. Sólo así Cataluña puede pensar en dejar de ser la región más descristianizada de España para convertirse en motor de la re-evangelización de este país. Fácil no va a ser, pero esa tierra de santos tiene potencial para eso y más.
Luis Fernando Pérez



