El Hijo de la Pachamama en Leganés
Parece ser que Evo Morales no daba ayer crédito a lo que veían sus ojos. La plaza de toros de Leganés estaba “abarrotá” de bolivianos e inmigrantes de otros países de Hispanoamérica, que querían vitorear al líder indigenista. Para los lectores no españoles que no sepan dónde está Leganés, les diré que es una de las ciudades-dormitorios al sur de Madrid. Actualmente cuenta con cerca de 200.000 habitantes (tercera en la provincia tras la capital y Móstoles). La inmigración hispanoamericana ha llegado a tales niveles que, por ejemplo, se dice que Madrid, con más 155.000 ecuatorianos empadronados, es ya la quinta ciudad más poblada de Ecuador, tras Guayaquil, Quito, Cuenca y Nueva y York.
El caso es que Evo aprovechó la ocasión para soltar el típico discurso populista “bolivariano". Grandes dosis de ataques al “Imperio", grandes dosis de “tó pal pueblo” y grandes dosis de “indigenismo”. Y dentro de este no podía faltar la referencia a la Pachamama, a la Madre Tierra, gran deidad entre los pueblos indígenas de los Andes Centrales de América del Sur. Evo no esconde lo que piensa y dejó las cosas bien claras: “Es más importante defender el derecho de la madre tierra que el del ser humano". Se pasa del “sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y sometedla” (Gen 1,28) a la adoración al planeta como ser superior.
La idolatrización del ecologismo es una de las banderas a las que la izquierda se ha acogido tras la caída del Muro de Berlín. El indigenismo es otra de las caras de ese poliedro político-social-religioso que tiene en Al Gore su cara más “occidental". Gore es ese profeta del calentamiento global que advierte de que la película Waterworld es el futuro que espera a la humanidad. Pero ni siquiera Gore ha conseguido lo que sí logró este año el “bueno” de Evo: que la Onu cambie el nombre del Día de la Tierra por Día de la Madre Tierra. En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente boliviano aseguró que había llegado “el momento de reconocer que la Tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a la Tierra“. Morales recordó el “carácter sagrado” que los pueblos andinos conceden a la Pachamama, “madre tierra” en quechua, a la que profesan adoración por considerarla su protectora. Y por si no quedaba claro, tras plantear una Declaración Universal de los Derechos de la Pachamama (Madre Tierra), Evo sentenció: “estoy convencido de que la Madre Tierra es más importante que el ser humano“.
El planteamiento es claro y puede tener unas consecuencias ciertamente peligrosas. Si la Tierra está por encima de los hombres, entonces se puede hacer cualquier cosa a los hombres para “salvar” la Tierra. El hombre pierde su dignidad como criatura hecha a imagen y semejanza de Dios para pasar a ser una especie más sobre este plantea, cuya desaparición podría incluso justificarse si implica un bien común para la “comunidad planetaria".
Una cosa es que el hombre tenga el deber de no dañar irremediablemente el medio ambiente. Quien se carga la naturaleza está causando un grave daño no sólo a sí mismo sino sobre todo a las generaciones futuras. El desarrollo económico no puede construirse sobre la base de la destrucción del aire que respiramos y la contaminación del agua que bebemos. Pero de ahí a idolatrar al planeta media un largo trecho. Aquel que no debemos estar dispuestos a recorrer los que creemos en una civilización en la que el hombre, objeto del amor redentor de Dios, ocupa un lugar único e irremplazable. Es decir, los que creemos en una civilización que se impuso, por obra de la Providencia, a la que hoy Evo representa. Si los bolivianos y los “bolivarianos” quieren comprar ese género, son libres de hacerlo. Pero a otro perro con ese hueso. Nosotros no lo queremos.
Luis Fernando Pérez