20.03.14

(264) Castidad –y 7. en los novios

–¿Y no nos va a hablar de la castidad de los viudos, de los «divorciados vueltos a casar»?…

–No contestaré a su pregunta, pues capto en ella un tono irónico: como si estuviera usted harto de tantos artículos sobre la castidad.

Por el noviazgo un hombre y una mujer que se aman avanzan hacia el matrimonio. Por tanto, es un período precioso, que prepara la realización de algo muy grande y santo: el matrimonio y la familia. No ha de vivirse irresponsablemente, en formas triviales, vanas, puramente placenteras y divertidas. Por el contrario, los novios han de entender que su noviazgo es como el Seminario que prepara a los que van a ser sacerdotes, o como el Noviciado, que forma a las personas que han sido llamadas por Dios para consagrarse a él en la vida religiosa. Ya se comprende, pues, fácilmente la transcendencia tan grande que para la vida de la Iglesia tiene la formación doctrinal y moral, psicológica y afectiva, que en el Noviazgo, el Seminario y el Noviciado se dé a los cristianos según su vocación.

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14.03.14

(263) Castidad –6. en el matrimonio por los métodos naturales

–Si no recuerdo mal, dijo usted que «en breve» publicaría este artículo. Hay que cumplir lo que se dice.

–«Yo no soy profeta ni hijo de profeta» (Am 7,14). «El hombre propone y Dios dispone».

Un último intento. De la paternidad responsable ya he tratado en los tres artículos precedentes (260-262). En éste de ahora no me dirijo ya a –los matrimonios «malos», que la rechazan y practican malamente la anticoncepción. Tampoco hablo a –los matrimonios «buenos» que reciben plenamente esta enseñanza de la Iglesia. Me dirijo en un último intento a –los matrimonios «buenos» que no acaban de entender o de aceptar la doctrina de la Iglesia sobre la regulación de la fertilidad.

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5.03.14

(262) Castidad –5. en la paternidad responsable

–Miércoles de Ceniza. Comenzamos la Cuaresma.

–Puede ser una ocasión excelente para que haga usted un poco de penitencia leyendo este artículo hasta el final.

En relación a la doctrina de la Iglesia sobre la paternidad responsable se pueden distinguir tres actitudes. Vamos a estudiarlas con precisión y con paciencia.

* * *

I.–Los cristianos rebeldes a la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio tienen como ideal vivir según la voluntad propia, atendiendo, quizá, las orientaciones morales del cristianismo; pero sin fanatismo, se entiende. «Tendremos los hijos que queramos nosotros, no los que pueda querer Dios, entre otras razones porque es imposible saberlo. Y para ello, cuando sea preciso, usaremos anticonceptivos. Son muchos los teólogos moralistas actuales que justifican plenamente nuestra actitud».

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27.02.14

(261) Castidad –4. en la regulación de la fertilidad

–O sea que cuantos más hijos tengamos, tanto mejor.

–La cantidad nunca es un factor decisivo para el discernimiento. Ir a Misa dos veces al día no es el doble mejor que ir sólo a una. Ni dar cien euros de limosna es necesariamente mejor que dar cincuenta. La cantidad nunca decide el discernimiento.

El matrimonio y el amor conyugal «están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y a la educación de los hijos» (Vat. II, GS 50). Por su propia naturaleza. Dios Creador de la naturaleza, Creador del hombre y de la mujer, Creador del matrimonio, es el que ha creado el matrimonio con esa finalidad fundamental. Lo sabemos desde el Génesis: «sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla» (Gén 1,28).

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23.02.14

(260) Castidad –3. en el matrimonio

–Yo pensaba que propiamente, dentro mismo del matrimonio, no había ya cuestión de castidad.

–Sus palabras confirman mi convicción de que usted, en muchas cuestiones de la vida cristiana, «no distingue un toro de una vaca»; o si prefiere otra expresión, «está más perdido que un perro en Misa».

El matrimonio en el mundo está en gran medida degradado, y especialmente en el ejercicio de la sexualidad conyugal. No solamente está degradado de hecho, sino antes y más está falsificado en teoría, en la misma idea que de él tienen las culturas paganas. Y esta perversión doctrinal y práctica llega a su extremo, como es previsible, en las naciones que han apostatado del cristianismo. Perdiendo la fe, han perdido en gran medido el uso de la razón, viniendo a dar en situaciones peores que las de muchas naciones paganas. Por otra parte, sepamos que este maleamiento de la unión conyugal viene desde el principio de la historia humana, desde el pecado original. Así lo explica el Catecismo:

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