13.08.10

(99) Macroeventos católicos

–¿O sea que es usted contrario a peregrinaciones y grandes encuentros católicos?
–¿Pero usted sabe leer? Lea de nuevo, por favor, lo que he escrito, y procure enterarse de lo que digo. [¡Qué hombre, éste! Qué castigo].

Merece la pena considerar el fenómeno, relativamente nuevo en la Iglesia católica, de los macro-eventos eclesiales. Siempre los ha habido en la historia de la Iglesia –los Años santos jubilares, por ejemplo–, pero son cada vez más numerosos en los últimos decenios, entre otras cosas porque actualmente hay una facilidad para los viajes que antiguamente no había.

Los ritos sacramentales de la penitencia, por ejemplo, tardaron muchos siglos en alcanzar una estabilidad durable y universal. Eso no significa que al principio su celebración fuera mala, errónea, equivocada: en absoluto. Eso significa que no sólamente en la doctrina, sino también en las formas disciplinares y celebrativas va concediendo Dios a su Iglesia un desarrollo perfectivo: «el Espíritu de la verdad os guiará hacia la verdad completa» (Jn 16,13). No tiene, pues, que extrañarnos que grandes celebraciones, como las Jornadas Mundiales de la Juventud, relativamente recientes, sean llevadas por Dios hacia formas cada vez más perfectas. Con un ejemplo:

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6.08.10

(98) Católicos y política –IV. doctrina de la Iglesia. 2

–¿Qué principio doctrinal político consideramos ahora?
La obligación de no obedecer las leyes injustas. Pero antes, un prólogo sobre la irracionalidad total del mundo apóstata.

Los paganos tienen mucha más verdad que los cristianos apóstatas. Y esto podría expresarse con la ayuda de una parábola.

A un perro muy listo, por medio de una operación cerebral maravillosa, le es infundido el espíritu humano, y llega así a la inteligencia de la razón y a la libertad de la voluntad. Un día, sin embargo, abrumado por las responsabilidades propias de su nueva condición inteligente y libre, exige que le retiren el espíritu humano. Pero entonces no recupera sus habilidades animales: ya no distingue por el olfato si un alimento es bueno o no, ya no sabe encontrar el camino de regreso a la casa de su amo… Viene a ser un animal excepcionalmente tonto, porque habiendo sido llamado a vivir según la razón, ha renunciado a ésta, y ahora no le funciona ni la razón, ni el instinto animal.

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2.08.10

(97) Católicos y política –III. principios doctrinales. 1

–Principios, principios… Lo que yo quiero son orientaciones prácticas.
–Tranquilo, ya llegarán. Pero tenga claro que no hay nada tan práctico como los principios teóricos.

Los laicos que se implican especialmente en la vida política deben conocer bien la doctrina de la Iglesia sobre la política ¡y vivirla con fidelidad! Si en tema tan grave y complejo se guían por los criterios del mundo, ellos vendrán a ser, sin duda, los principales y más eficaces aliados del diablo, el Príncipe de este mundo. Habrán vendido su alma al diablo.

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27.07.10

(96) Católicos y política –II. virtudes y condiciones

–Si la política es tan valiosa y necesaria, y tan recomendada por la Iglesia a los laicos ¿yo también he de meterme en política?
–Usted, usted concretamente, con cuidar bien de su familia y de su trabajo tiene más que de sobra.

Ya vimos que la actividad política, entre todas las actividades seculares, es una de las más altas, pues es la más directamente dedicada al bien común de los hombres. Y cómo la Iglesia, especialmente en los últimos tiempos, exhorta a los fieles laicos a que participen en ella, pues es parte de su propia vocación secular. En todo caso, varias virtudes y condiciones importantes son necesarias para que los cristianos puedan dedicarse a la actividad política concreta.

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22.07.10

(95) Católicos y política –I. reforma o apostasía

–Este tema es mucho tema. No sé si usted va a poder con él.
–Yo tampoco lo sé. Oremos.

La actividad política es nobilísima. Entre todas las actividades seculares, la función política es una de las más altas, pues es la más directamente dedicada al bien común de los hombres. Así lo ha considerado siempre el cristianismo, como podemos comprobarlo en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino. Y el concilio Vaticano II ha exhortado con especial insistencia a los cristianos para que trabajen «por la inspiración cristiana del orden temporal» (+LG 31b; 36c; AA 2b, 4e, 5, 7de, 19a, 29g, 31d; AG 15g, etc.). Pablo VI, en la encíclica Populorum progressio (1967), hacía una llamada urgente:

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