6.06.12

(180-3) Elogio del pudor - y II. Comentarios

–Cuando alguien inicia en su blog una serie, yo creo que…

–Ya, ya, ya. Hay razones de estado que a veces aconsejan interrumpir la serie.

Una lectora me ha sugerido publicar un artículo partiendo de los 60 comentarios que tuvo el Elogio del pudor antes de ser cerrada la Sala de Comentarios (03/06/12 10:05 AM). La idea me parece buena, y he tratado de recoger todo lo más valioso. Para facilitar la lectura, subrayo algunas frases, y sin cambiar el texto, aunque abreviándolo a veces, arreglo a veces un poquito la ortografía o la sintaxis. El texto íntegro de los comentarios, por supuesto, permanece en el artículo anterior.

Pero antes, unas observaciones previas.

El impudor y la lujuria atacan hoy a la humanidad con una fuerza invasora mayor de lo que se ha conocido antes en la historia. Hasta el tiempo de nuestros abuelos los humanos sufrían muchísimas menos agresiones habituales contra el pudor y la castidad. Estas tentaciones eran incomparablemente menores, y puede decirse que había que buscarlas –comprar una mala revista, asistir a un espectáculo obsceno, ir a un burdel– para caer en ellas. Actualmente, por el contrario, la invasión de impudor y lujuria está omnipresente: en TV, cine, internet, calles y piscinas, publicidad de perfumes, autos o de cualquier cosa, departamentos políticos sobre la juventud, colegios y universidades, fiestas, farmacias, librerías, diarios y revistas, tiendas de confección, etc. La tentación es en esta materia casi continua, y afecta no solamente a los más ricos, sino a toda la población y a todas las edades.

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30.05.12

(180-2) Elogio del pudor -I

–Ya escribió usted tres artículos sobre este tema. ¿No es suficiente?

–No, no fue suficiente. Siguen creciendo en el mundo y en la Iglesia el impudor y la lujuria. Y siguen los predicadores silenciando en gran medida el Evangelio del pudor y de la castidad. Ésta es la causa principal de la degradación del mundo y de tantos cristianos en esta grave materia.

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23.05.12

(180) De Cristo o del mundo -XXII. La Cristiandad. 3. Benedictinos

–Yo pensaba que ya había terminado de hablar de los monjes.

–Una vez más ha errado. Qué paciencia…

En esta serie De Cristo o del mundo, conviene recordarlo alguna vez, examino la relación de la Iglesia con el mundo secular en sus diferentes épocas. Por eso al estudiar el milenio de la Cristiandad, y ahora a la Orden de San Benito, mantengo esta misma perspectiva, y presto especial atención a su obra inmensa en la configuración de la Europa medieval cristiana.

San Benito de Nursia es el padre de Europa. Muchas personas e instituciones colaboraron en la formación de la Europa cristiana, pero nadie tanto como San Benito y los miles de monasterios que de él se derivaron. Con toda razón, pues, Pablo VI lo proclamó patrono de Europa (cta. apost. Pacis nuntius 24-X-1964), y también Benedicto XVI reconoció la razón profunda de ese título en una audiencia general (9-IV-2008).

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15.05.12

(179) De Cristo o del mundo -XXI. La Cristiandad. 2. Renuncia al mundo y pobreza

–Como no venía usted por el blog, pensaba ya en irme.

–Pensaba… «La funesta manía de pensar», como se decía en el Plan de estudios de la Universidad de Cervera.

El vínculo entre la renuncia al mundo y la perfección evangélica –tan ignorado hoy entre los cristianos, y tantas veces negado–, está expresado en el mismo rito del bautismo, ya en sus formulaciones más antiguas. Y es una convicción de fe generalizada durante el milenio de Cristiandad. Aquellas palabras de Cristo, «si quieres ser perfecto, véndelo todo y sígueme» (Mt 19,21), están entonces muy vivas en la conciencia del pueblo cristiano. Y aunque el mundo medieval, al menos en comparación con los siglos precedentes, es ya un mundo en buena medida cristianizado, sin embargo, siguen los cristianos estimando que el abandono del mundo facilita en gran medida la perfección cristiana. Eso explica que son muchos los cristianos que dejan el mundo para seguir más libre­mente a Cristo. Van formándose miles y miles de monasterios por toda Europa. Y muchos otros cristianos laicos, a su modo, también dejan el mundo, procurando «no conformarse a este siglo» (Rm 12,2), y ayudándose para ello en hermandades y órdenes terceras. Y también dejan el mundo, aunque sea temporalmente, por me­dio de peregrinaciones o cumpliendo un voto de Cruzada.

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4.05.12

(178) De Cristo o del mundo -XX. La Cristiandad. 1. La Iglesia medieval

–Estaba pensando ya que… Bueno, mejor será que no diga nada.

–Exacto. Ha dado usted en el clavo. Es mejor que no diga nada.

En el período que acabamos de estudiar, del Edicto constantiniano de Milán hasta la muerte de San Be­nito (313-557), se produce una primera cristianización del mundo greco-romano, y al mismo tiempo una erradicación progresiva del antiguo pa­ganismo –mentalidad, costumbres, institu­ciones–, acelerada por la caída del Imperio romano en el siglo V.

A principios del siglo VI comienza un milenio cristiano, cuyo final podría verse hacia el 1500, en torno a la caída de Constantinopla, el descubri­miento de América, el comienzo de los Es­tados nacionales modernos, el Renacimiento y la crisis protestante. Es más o menos lo que suele llamarse Edad Media, en un sentido que para algunos es peyorativo: los siglos oscuros y semi­bárbaros, que dejando atrás las luces de la antigüedad, no han llegado todavía a la luminosidad del Renacimiento y del Siglo de las luces. La cultura católica ve, por el contrario, ese período de la historia humana como un milenio de Cristiandad. En estos siglos, la Iglesia pierde el norte de Africa, pero extiende y profundiza la evangeli­zación de Europa y del Asia próxima. Y muchos miles de mo­nasterios vienen a ser el alma de la Cristiandad medie­val.

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