(19) La batalla final

–¿Con tanto diablo y tanta batalla final no estará usted cayendo en el tremendismo?
–Lo tremendo es que muchos cristianos ignoren que estamos en plena guerra con el diablo.

«Aquí estamos en paz, hay tranquilidad y no pasa nada». Ateniéndose a ese juicio, los hombres «comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; pero en cuanto Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y acabó con todos. Lo mismo pasará el día en que se revele el Hijo del hombre» (Lc 17,28-30). Cuántos cristianos hoy, al menos entre aquellos que gozan de una relativa prosperidad y tienen una mentalidad liberal-mundana, son moderados, también a la hora de considerar los males del mundo, en el que de ningún modo aceptan vivir «como peregrinos y forasteros» (1Pe 2,11), y menos aún como combatientes. Piensan que no hay que dar crédito a los profetas alarmistas, y que los males del mundo actual son, con un poco de paciencia, tolerables. Tranquilos todos. En esta actitud, no pierden su tranquilidad aunque continuamente los medios de comunicación les informen de que crece la criminalidad, la droga, el espiritismo y los cultos satánicos, la promiscuidad sexual, las enfermedades mentales, la violencia, la pobreza de los países pobres, la homosexualidad, la irreligiosidad, el ateísmo y el agnosticismo, el laicismo contrario a Dios en todo, política, leyes, educación, sanidad, etc. ¿Y con todo esto pueden seguir pensando que no estamos en guerra?… Tendremos que encender en la oscuridad la luz del Evangelio.

Los invitados descorteses de la parábola, en realidad, no se enteran de qué va esta vida. En realidad hay dos parábolas distintas: Mateo 22,1-10 y Lucas 14,16-24. Son diferentes, aunque sean semejantes, pues las dos comienzan y terminan igual: una invitación y, tras el rechazo, un tremendo castigo, la exclusión del Reino. En la de San Mateo los invitados son malvados y asesinos, que matan a los siervos que les invitan. En la de San Lucas no, como lo indica el P. Leonardo Castellani:

«Los que son aquí condenados no son malos y asesinos, como en San Mateo, sino gente común, sin duda ricos, que dan razones valederas para excusarse del Convite; que no valen empero para el Convidador, el cual se enoja fieramente y vocifera un castigo. Tanto el rechazo como el castigo son tremendos, porque el título de la Parábola, el cual está al principio, es “el Reino de Dios”: “dichoso el que coma en el Reino de Dios, dijo uno”; y Cristo le respondió con esta Parábola.

«Son los bienes terrenos los que hacen perder el Convite o el Reino de los cielos a estas tres clases de hombres; ellos no son malos: no dice el Evangelista que uno robó diez bueyes, otro estafó una casa y el otro se amancebó; no son malos, pero ningún bien terreno, sea el que sea, debe anteponerse a la búsqueda del Reino (o sea la salvación del alma) e impedir nuestra respuesta afirmativa a Dios. La Parábola tan suavecita [la de Lucas] tiene mucha fuerza, más que la de Mateo; porque es justamente ésa la enfermedad de nuestra época: el entontamiento en pos de los bienes terrenos: la solicitud terrena. “Mirad, no andéis solícitos“ (Mt 6,31)» (Domingueras prédicas, dom. II post Pentec., 1966; abreviado).

«En los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, se casaban, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos. Así será la venida del Hijo del hombre… Estad vigilantes, pues, porque no sabéis cuándo llegará vuestro Señor» (Mt 24,38-42). Lo que en esta vida se están jugando los hombres es, simplemente, entrar para siempre en el Reino de Dios o verse excluidos de él eternamente. Y los que no se enteran de esto se ven, sin saberlo, en un peligro gravísimo de condenarse. Los invitados descorteses no fueron admitidos en el Reino.

Estamos, pues, ahora dentro de una batalla espiritual enorme. Y lo primero que ha de hacer el cristiano es enterarse de ello. Y obrar en consecuencia: «vigilad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del hombre» (Lc 21,36; cf. 18,1).

Concilio Vaticano II: «toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (GS 13b). «A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final» (37b).

No puede el hombre mantenerse ajeno a esa batalla, en una neutralidad distante y pacifista: «el que no está conmigo está contra mí» (Lc 11,23). Hay dos bloques mundiales enfrentados. De un lado, guiados y dominados por el diablo, están los que afirman: «no queremos que Él reine sobre nosotros» (Lc 19,14). Y del otro, guiados y animados por el mismo Cristo, los que quieren y procuran: «venga a nosotros tu Reino». Unos quieren «ser como dioses, conocedores del bien y del mal» (Gén 3,5) y creen, como dice el Beato Pío IX, que «la razón humana, sin tener para nada en cuenta a Dios, es el único árbitro de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal; es ley de sí misma; y bastan sus fuerzas naturales para procurar el bien de los hombres y de los pueblos» (Syllabus 1864,3; cf. Vat. II, GS 36c). Los otros quieren regirse por la ley de Dios, expresada en la ley natural y revelada plenamente en Cristo: «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».

Y el hombre, la familia, los pueblos, en medio de estos dos bloques irreconciliables, han de elegir de qué parte van a combatir. No es posible mantener una neutralidad ajena a esa guerra inmensa. Muchos cristianos moderados lo intentan, pero solo consiguen hacerse cómplices del mundo, reforzando en él así las fuerzas del diablo. Todos los discípulos de Cristo hemos de saber que la Iglesia peregrina es necesariamente una Iglesia militante. Y si no lo es, no está con Aquel que dijo: «yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

La meditación de las dos banderas, en los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, expone muy claramente la batalla permanente que hay en el mundo entre la luz de Dios y las tinieblas del diablo:

«El primer preámbulo es la historia: cómo Cristo llama y quiere a todos bajo su bandera, y Lucifer, al contrario, bajo la suya» (137): los dos campos que se enfrentan son Jerusalén y Babilonia (138). El tercer preámbulo es «pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para imitarle» (139). El jefe de los enemigos «hace llamamiento de innumerables demonios y los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular» (141). Contra él y contra ellos, «el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todo los estados y condiciones de personas» (145).

Elijan ustedes dónde se sitúan, con quién combaten y contra quién luchan. No demoren su elección, sepan que es necesaria y urgente. Y no se dejen engañar ni por el diablo, ni por la flojera de la carne, ni por las solicitudes del mundo (comían, bebían, se casaban, plantaban, etc.), porque si no entran de lleno a combatir bajo la bandera de Cristo, lo quieran o no, rechazan al Salvador del mundo y se mantienen cautivos del Príncipe de este mundo.

La batalla de la Iglesia es contra el diablo, «contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos» (Ef 6,12). Lo sabemos porque Cristo lo enseñó claramente en el Evangelio. Pero además Él nos enseñó también a discernir las señales de la presencia y de la acción del diablo, y la Iglesia sabe hacerlo.

Pablo VI: «podremos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios se hace radical, sutil y absurda; donde la mentira se afirma, hipócrita y poderosa, contra la verdad evidente; donde el amor es eliminado por un egoísmo frío y cruel; donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde (1Cor 16,22; 12,3); donde el espíritu del Evangelio es mistificado y desmentido; donde se afirma la desesperación como última palabra» (15-11-1972).

Es evidente que se dan en nuestro tiempo esas señales, especialmente en el Occidente apóstata. La constitución atea de los Estados modernos liberales, sean de izquierda o de derecha –es igual: «no queremos que Cristo reine sobre nosotros»–, la depravación de los espectáculos y de los grandes medios de comunicación, la perversión estatal de la educación, el favorecimiento político de la fornicación juvenil, la normalización legal del aborto, de la homosexualidad, de la eutanasia, la imposibilidad práctica de las fuerzas cristianas para unirse y actuar en el mundo secular, y tantos otros males, son actualmente en nuestras sociedades señales evidentes de la poderosa acción del Príncipe de este mundo.

Y son los Papas, con pocos más, los que denuncian esa acción del demonio en el mundo actual. Lo hacen demasiado solos. Es notable la superficialidad naturalista con la que tantos sabiazos católicos –teólogos, historiadores, sociólogos, pastoralistas– describen las coordenadas del mundo moderno, sin tener, al parecer, ni idea de la acción del diablo, que en gran medida causa, explica y mantiene esa siniestra cultura vigente. Casi ninguno menciona al diablo, ni siquiera de paso. Pero no pueden darnos terapias sociales eficaces quienes parten de diagnósticos tan erróneos.

Gracias a Dios, los Papas, al menos, y algunos pocos con ellos, anuncian la verdad, la verdad de Dios, la verdad del mundo actual. El Estado moderno apóstata está mucho más sujeto al diablo, por ejemplo, que el Imperio pagano de Roma. Éste era solo un perro de mal genio, comparado con el tigre estatal de liberales, socialistas y comunistas. Al menos en la mayor parte del Occidente apóstata, el Estado es hoy la Bestia mundana, a la que «el Dragón [infernal] le dió su poder, su trono y un poder muy grande» (Apoc 13,2). ¿Puede entenderse algo de lo que hoy pasa en el mundo si esto se ignora? ¿Los medios que ponen los cristianos activistas, con su mejor voluntad, son los más eficaces para neutralizar a este gran Leviatán diabólico?

San Pío X: «ya habita en este mundo el “hijo de la perdición” de quien habla el Apóstol (2 Tes 2,3)» (enc. Supremi apostolatus cathedra 1903). Pío XI: «por primera vez en la historia, asistimos a una lucha fríamente calculada y arteramente preparada por el hombre “contra todo lo que es divino” (2 Tes 2,4)» (enc. Divini Redemptoris 1937; cf. también un diagnóstico del mundo actual en su enc. Ubi arcano, 1922, que viene a ser un eco de la de Benedicto XV, enc. Ad beatissimi 1914). Pío XII: «este espíritu del mal pretende separar al hombre de Cristo, el verdadero, el único Salvador, para arrojarlo a la corriente del ateísmo y del materialismo» (Nous vous adressons 1950). «Cuando Jesús fue crucificado, “las tinieblas invadieron toda la superficie de la tierra” (Mt 27,45); símbolo luctuoso de lo que ha sucedido y sigue sucediendo, cuando la incredulidad religiosa, ciega y demasiado orgullosa de sí misma, excluye a Cristo de la vida moderna, y especialmente de la pública» (enc. Summi Pontificatus 1939).

Juan Pablo II afirma que el diablo quiere ante todo mantener oculta su acción en el mundo: las palabras de San Juan «“el mundo entero está bajo el Maligno” (1Jn 5,19) aluden a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios. El influjo del espíritu maligno puede “ocultarse” de forma más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus “intereses”. La habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del diablo» (13-8-1986).

Reforma o apostasía. No es tolerable que verdades de la fe tan importantes sean hoy ignoradas por la mayoría de los cristianos.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

18 comentarios

  
Luis Fernando
Habrá católicos, muchos, que lean posts como este y piensen: este cura está absolutamente fuera de onda.

Habrá católicos, menos, que lean posts como este y piensen: por fin alguien pone frases y palabras a aquello que mi alma intuye.

Nada nuevo bajo el sol. En unos se cumple aquello de "vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana" (2 Tim 4,3) y en otros aquello de "os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, recibiendo la palabra con gozo en el Espíritu Santo" (1 Tes 1,6). Para la carne es más fácil vivir como parte del mundo que como peregrino en el mundo.
27/07/09 7:48 PM
  
solamente juan
Luis Fernando,
"Habrá católicos, muchos, que lean posts como este y piensen: este cura está absolutamente fuera de onda."

Y es que éte cura verdaderamente está fuera de la onda de lo político correcto y el mundo. Pero en unísono con el Espíritu Santo. Y eso no mola, y se ve por algunos comentarios.

Gracias padre , más más, que el mundo tiene sed.
27/07/09 8:27 PM
  
jpm
Me alegro de poder luchar conla ayuda de mi Señor.
Militia est vita hominis super terram.
27/07/09 8:29 PM
  
Xristoforos
Yo me identifico con esta frase de Luis Fernando:

"Habrá católicos, menos, que lean posts como este y piensen: por fin alguien pone frases y palabras a aquello que mi alma intuye."

Y gracias a Dios, y nunca mejor dicho, porque por mi edad y mi ambiente debería haberme tirado a la primera, si es que hubiera llegado a permanecer católico.
27/07/09 10:59 PM
  
T_Paz

¿Que el Estado es el Leviatán? ¿La Bestia a la que el Dragón cede su poder?

Pues esto es nuevo para mí. No creo que esta interpretación se corresponda con la habitual exégesis tradicional (ni con la tradicionalista), con perdón.

Es más, el Estado aunque legisle con leyes inicuas, es un obstáculo en el progreso del mal pues siempre será peor un Estado que no legisle, es decir un Estado inexistente, es decir un relatividad absoluta de valores en la sociedad.

A las leyes inicuas formuladas se les puede combatir con la razón. Pero que cada uno haga ley de su propia voluntad, es decir, una ausencia del Estado o un estado de anarquía, es algo que no se puede combatir racionalmente porque es el puro desorden, algo que por otra parte me parece inconcebible de realizarse aunque no soy metafísico.

El Estado parece más bien una herramienta más en manos del maligno, pero como tantas otras.





27/07/09 11:20 PM
  
Benigno Soto
T_Paz, el autor está hablando no del Estado en general, como si él fuera un anarquista, que ve el Estado como algo malo en sí. Está hablando de aquellos Estados modernos que legislan contra Dios y contra su Cristo, y hacen todo lo posible para borrar en leyes, escuela, instituciones, mentalidades, la misma idea de un Dios, Señor del universo y de un Cristo, Rey de las naciones. Niegan al Autor supremo, fuente de toda autoridad.
27/07/09 11:33 PM
  
Diego+
" Se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y contra su Cristo" Sal 2
¡Claro qué sí! El corazón humano es campo de batalla de una lucha agónica. La historia de los hombres es su reflejo; trasunto histórico de esta colosal guerra: el Espíritu de Dios vs el espíritu del mundo que yace en poder del Maligno; Luz y tinieblas; Vida y muerte...
¡¡¡Muy bien P. Iraburu!!!
¡¡¡Nos espera la Victoria !!! ... "aunque todavía tengamos que sufrir un poco"
28/07/09 12:01 AM
  
Alejandro Holzmann
El mundo se está condenando a muerte y marcha hacia su lógico e inexorable final con poca oposición de los líderes –políticos y religiosos. Un liderazgo débil, castigo por el pecado. En todo caso, ¿quién puede sorprenderse de lo que está pasando? Hemos divorciado a Dios de la esfera pública. Hemos desalojado al Dueño de casa y lo hemos reemplazado por el que es “el padre de la mentira y el asesino desde el principio”. Hemos invertido los polos de la fuente de poder moral. Hemos comenzado a llamar positivo al polo negativo, y negativo al positivo. Hemos llamado al aborto “la ley de la tierra”, cuando en realidad es el sacrificio humano más atroz, un auténtico genocidio, amprado por leyes inicuas. Y la inversión de la realidad asegura el desastre: se corta la energía, se apagan las luces, sobreviene la oscuridad –y en verdad, “si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!” (Mt 6, 22).

¿Podrá sorprendernos que luego Dios nos entregue en manos de nuestros enemigos como lo ha hecho en múltiples ocasiones en el pasado? ¿Seremos devastados por el Islam más radical? ¿Se cocinará el planeta? ¿Nos reducirá a polvo alguno de tantos desastres naturales? ¿Colapsaremos económicamente? ¿Todos los anteriores?

El reloj avanza y la medianoche se aproxima. El tiempo se está acabando para nuestro mundo a no ser que un número suficiente de nosotros se despierte y rechace esta maldición. Es necesario que entremos de lleno en el Misterio pascual, en forma seria, personal e individual, viviendo en estado de gracia. Que Dios nos conceda la gracia de despertar de este sueño moralmente mortal, de rechazar esta condena de muerte que nos hemos impuesto, y vivir como verdaderos hombres y mujeres libres –en la gloriosa libertad de los hijos de Dios-.

En un cerrar de ojos esta batalla acabará y estaremos frente a Jesús, que secará toda lágrima, y habiendo sido fieles a nuestra fe escucharemos esas hermosas palabras: “!Bien hecho siervo bueno y fiel! Ahora, al fin, entra al gozo de la casa de tu Señor”
28/07/09 4:49 AM
  
Dr. Regis
"Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura tendríamos un alma menos en el cielo?" (Santa Teresa de Jesús)
28/07/09 10:00 AM
  
azahar
Padre: Los cristianos que no son capaces de ver lo que está pasando es porque se han adaptado a las situaciones. Luego...las comprenden. Así que será difícil que puedan discriminarlas o alertarse.

Gracias por sus esclarecedores artículos. La secuencia del demonio me ha ilustrado sobre un tema que, habitualmente, se tiene olvidado. No me habían hablado tan claramente del demonio y las formas de combatirlo.

Le sigo leyendo, Padre.

28/07/09 11:34 AM
  
Miriam de Argentina
Querido Padre: "Y son los Papas, con pocos más, los que denuncian esa acción del demonio en el mundo actual. Lo hacen demasiado solos". Pero estamos sedientos de Verdad y Luz, y son tan nesesarios los verdaderos faros. Siga, padre, siga. "más, padre, más". Lo necesitamos tanto!! Mucha verdad hay en el comentario de LF: "Habrá católicos, muchos, que lean posts como este y piensen: este cura está absolutamente fuera de onda. Habrá católicos, menos, que lean posts como este y piensen: por fin alguien pone frases y palabras a aquello que mi alma intuye". Gracias Señor, porque aún nos sigues dando pastores según Tu corazón.
28/07/09 3:18 PM
  
Ricardo de Argentina
Padre, ¡qué diferente es su católica predicación al Credo del Mundo tan hecho suyo por tantos!
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1. Vengo de la nada y a la nada voy. Y si no es así, no me importa saberlo.
2. Existo desde que soy conciente.
3. Cuando deje de serlo, o cuando muera, dejaré de ser.
4. Mientras tanto, hay que pasar el tiempo lo mejor que se pueda.
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Esto lo creen firmemente incluso muchos que recitan el Credo los domingos en las iglesias.
Esto explica la negación del demonio y del infierno, y tantísimos fenómenos irreligiosos, como el divorcio, la eutanasia o el aborto. Y también la apostasía, ya que es lógico que quienes sostienen estas creencias, no le encuentren sentido a la predicación ni aún a la mera existencia de la Iglesia, a la que ven como un poder basado en la ingenuidad de los incautos.
28/07/09 3:51 PM
  
Andrés
Estimado Padre, muy bueno su artículo, estoy completamente de acuerdo con usted. Pero tenía una duda si me podría aclarar. Usted cita el Evangelio al decir: "el que no está conmigo está contra mí". Pero aunque corresponde a un momento anterior y quizás a otro contexto, pero ¿Cómo se debe entender esa frase en contraste con esta otra?: "Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros" (Mc 9, 38-40), específicamente cuando San Juan dice a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros". ¿Que se debe entender entonces por "no venir con nosotros", pero a que a pesar de esto, Jesús dice que está con él?

Saludos desde Chile Padre. Andrés.
28/07/09 11:17 PM
  
José María Iraburu
Andres,
lo que dice Mc 9,40 parece contradecir lo dicho en Mt 12,30 y Lc 11,23. Pero, p. ej., cuando Santo Tomás examina en Mc la cuestión en su “Catena aurea”, parte del texto que de él se da en la traducción de la Vulgata, de San Jerónimo (el que usó la mayoría de los Padres), “qui non est adversus vos, pro vobis est”. Y dice: “es de observar que estas palabras no están en contradicción con la sentencia del Señor: ‘el que no está conmigo está contra mí’; las primeras se dirigen a los discípulos, y las últimas a Él mismo”. Las frases aparentemente contrapuestas se dan, pues, según él, en contextos muy diversos.
Pero si buscamos la respuesta al problema en exegetas actuales bien fide-dignos, hallamos soluciones muy diversas a la aparente contradicción; lo que nos indica que la cuestión no tiene una solución cierta y unánime. Por eso en la brevedad obligada de este comentario no puedo pretender en forma detenida ni siquiera describir la gama de explicaciones que se han dado sobre la cuestión.
Lo que sí le digo es que al analizar estos versículos del Evangelio, que son difíciles de conciliar con otros, ha de prevalecer siempre tranquilamente la enseñanza general que sobre el tema se da en el Evangelio. Enseña Cristo que los que creen en él, los que le aman, los que cumplen sus mandatos, los sarmientos que permanecen en él, viven; y que los que no creen, no le aman, no le obedecen, y de él se separan, mueren. Es una enseñanza que da en muchas parábolas y en fórmulas muy diversas. Y hago notar que el “estar con Cristo” (el que está conmigo, el que no está conmigo) ha de decirse en primer lugar de la fe: “creer en Él”. Esto lo afirma con especial énfasis San Juan, el apóstol de la caridad (“el que cree en el Hijo… el que no cree” (cf. 1Jn 5,9-12).
29/07/09 12:19 AM
  
Catholicus
Gracias Padre, Dios le bendiga por su Testimonio de Verdad en estos tiempos de cobardes y tibios.

Hablas del demonio o del purgatorio y hasta algunos sacerdotes te miran así. Es la vergüenza de nuestro tiempo, el triunfo del "cristianismo" hippie.

Al cristiano se le reconoce porque está siempre en combate enseñaba Newman. "La forja", hierro candente, eran las imágenes que usaban los buenos jesuitas de antaño. ¿Quien se ha cargado todo eso que tantos frutos dió en Mártires y confesores?... el astuto demonio, que tiene más poder sobre los vanidosos "ávidos de novedades" que olvidaron la virtud de la Perseverancia y la Paciencia en le baúl de los recuerdos.
29/07/09 1:51 PM
  
blogall
El filosófo católico Josef Pieper tiene un librito muy interesante (como todo lo que ha escrito) llamado "El fin del tiempo". En relación con el comentario de T_Paz, dice esto:

"La última forma intrahistórica que adoptarán las relaciones de Iglesia-Estado no será la de un "arreglo", y ni siquiera la de "lucha", sino una forma de persecución; es decir, la de acoso de los impotentes por el poder. Mientras que la manera de lograr la victoria sobre el Anticristo será el testimonio de la sangre."

Pero no hay que ser pesimistas; también dice:
"No se entiende nada del Anticristo si, pese a todo su poder en la historia, no se le reconoce como a alguien que en el fondo ya está vencido."
30/07/09 9:49 PM
  
José María Iraburu
Ignacio González,
en un escrito muy largo (el doble que este mío, y que he tenido que eliminar), se muestra “totalmente de acuerdo con lo que dice Don José María Iraburu” en contra de socialistas y comunistas, pero totalmente contrario a lo que dice sobre el liberalismo, del que hace un gran elogio: “De hecho, dice, creo que la doctrina más católica de todas es el liberalismo, pues este sistema de pensamiento nace del cristianismo”. Y lamenta, por otra parte, que, como tantos otros clérigos, “hable sin saber. ¿Por qué no se informan o leen primero antes de desbarrar?”.
Respondo. La palabra “liberal” y el término “liberalismo” pueden tener acepciones y realizaciones muy diversas, buenas o malas. En el texto mío que Ignacio González comenta yo hablo del liberalismo político en el sentido en que lo hace la Iglesia en los últimos siglos (vea p. ej. la enc. Libertas de León XIII, 1888): un sistema que afirmando la soberanía absoluta y total de la libertad humana, rechaza la ley de Dios e incluso las leyes naturales en la vida moral y en el gobierno de las sociedades. Históricamente, como es lógico, el liberalismo, y sus hijos naturales, el socialismo y el comunismo, han sido las causas principales de la destrucción del Occidente cristiano.
Pablo VI, en la Octogesima adveniens (n. 35, cta. apost. 1971) prevenía a los cristianos acerca de “la ideología liberal”, al que podrían afiliarse “olvidando fácilmente que en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad”.
Juan Pablo II señalaba la vigencia actual de “toda la herencia racionalista, iluminista, cientifista del llamado ‘liberalismo’ laicista en las naciones del Occidente, que ha traído consigo la negación radical del cristianismo” (discurso Turín, 13-4-1980, n.3). Y en la encíclica Veritatis splendor (nn.31-34, 1993) hace una crítica muy fuerte de un sistema filosófico, moral y práctico que hace de la libertad humana la fuente única de los valores, sin referencia a la verdad, a Dios o a la ley natural: “es la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral” (n.20). De ahí han salido, p. ej., el favorecimiento de la anticoncepción, el matrimonio homosexual, la imposición estatal en la educación de ideologías antinaturales y anticristianas, la legalización y financiación del aborto, etc. Últimamente los Papas han señalado con frecuencia que “una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” (Veritatis splendor, n.101).
05/08/09 10:51 AM
  
Maria
Estoy totalmente de acuerdo y la profecía capitulo 20 apocalipsis ya se ha cumplido.
17/05/20 5:53 AM

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