(182) De Cristo o del mundo -XXIV. La Cristiandad. 5. Laicos medievales-I

–No entiendo. ¿Cómo puede usted hablarnos de la espiritualidad de los laicos en la Edad Media si no fue descubierta hasta siglos más tarde, en el Concilio Vaticano II?

–Lo que usted pretende es hacerme rabiar y provocarme. Pero no caeré en la trampa.

Religiosos y laicos medievales. Hemos explorado la espiritualidad de los religiosos en la Edad Media –benedictinos, franciscanos y dominicos–, poniendo como siempre especial atención a su relación con el mundo secular. En esta misma perspectiva estudio ahora la espiritualidad de los laicos medievales, en los que hay igualmente una clara conciencia de que la gracia de Cristo ha de hacer hombres realmente nuevos, vencedores del mundo, del demonio y de la carne, y por tanto distintos de los hombres viejos, no sólo en su vida personal, sino también en su vida comunitaria y social. Los movimientos laicales siguen, pues, las enseñanzas de la Biblia y de la Tradición católica. Y por eso mismo guardan en su espiritualidad una sana homogeneidad substancial con la de los religiosos, de tal modo que sus diferencias son accidentales y afectan sólo a los modos.

Los santos fundadores establecieron sus Órdenes religiosas no sólo para la santificación de sus miembros, sino para ejemplo de todo el pueblo cristiano. Esta segunda finalidad es muy clara, por ejemplo, en San Francisco de Asís, que solía decir: «Hay un contrato entre el mundo y los hermanos: éstos deben al mundo el buen ejemplo; el mundo debe a los herma­nos la provisión necesaria». Si los hermanos cum­plen con su deber, el mundo cumplirá con el suyo (2 Celano 70; cf. Consid. sobre las lla­gas II). Francisco y sus frailes son ejemplo para todos los cristianos, pues su Regla es simplemente el Evangelio. «Ésta es la vida del Evangelio», dice en el prólogo de su Regla, «ésta es la regla y vida de los hermanos… seguir la doctrina y las huellas de nuestro Señor Jesucristo». El ejemplo que los frailes dan de pobreza y caridad, de oración y penitencia, de libertad del mundo y de alegría, es válido para todo el pueblo cris­tiano, que encuentra en Francisco «enseñanzas claras de doctrina salvífica, y espléndidos ejemplos de obras de santidad» (1 Celano 90).

Por eso «mucha gente del pueblo, no­bles y plebeyos, clérigos y laicos, tocados de divina inspiración, se llegan a San Francisco, deseosos de militar siempre bajo su dirección y magisterio… Así contribuye a que la Iglesia de Cristo se renueve en los fieles de uno y otro sexo… A todos da él una norma de vida y señala con acierto el camino de salvación según el estado de cada uno» (1 Celano 37).

Santa Clara de Asís, igualmente, entiende que la luz de su vida y la de sus hermanas ha sido encen­dida por Dios para iluminar a todos los cristianos que viven en el mundo. Sabe, pues, que los laicos deben imitarles, de modo que, «teniendo las cosas de este mundo como si no las tuvieran», ellos también lle­guen a la perfección evangélica, igual que los que ya no tie­nen, porque lo han «dejado todo».

Y así escribe: «¡Con cuánto esmero y empeño de cuerpo y alma debemos guardar los mandamientos del Dios y Padre nuestro, a fin de que, ayudando el Señor, le devolvamos multiplicado el talento reci­bido! Pues el mismo Señor nos ha puesto como mo­delo para los demás, como un ejemplo y espejo; y no sólo ante los del mundo, sino también ante nuestras hermanas, llamadas por el Señor a nuestra misma vo­cación, para que tam­bién ellas sean espejo y ejemplo ante quienes viven en el mundo. Habiéndonos, pues, llamado el Señor a gran­des cosas,… si vivimos según esta norma de nuestra vocación, les dejaremos a ellos un noble ejemplo, y no­sotras ganaremos con un tra­bajo cortísimo el precio de la vida eterna» (Testamento 3).


En torno al 1200 hay en los laicos una gran efervescencia evangélica. Durante la baja Edad Media va pasando el centro de la vida social del campo a la ciudad. En los siglos XII y XIII se consolidan los municipios burgueses, y comienzan a alzarse ca­tedrales y universidades. Pues bien, partiendo del pontificado reformista de San Gregorio VII (1073-1085), concretamente entre los concilios III y IV de Letrán (1179-1215), se pro­duce una gran crecimiento idealista de muchos movimientos laicales. Todos pretenden la perfección en el mundo por el camino de la pobreza y de la penitencia: órdenes terceras, órdenes militares, beguinas, devotio moderna, Hermanos de la vida común, oblatos, penitentes…

La idea prima­ria, mejor o peor entendida y realizada, es siempre la misma: todo el pueblo cristiano está lla­mado a la perfección evangélica, y ésta exige «dejarlo todo y seguir a Cristo», según las normas del santo Evangelio e imitando así la vita apostolica de las prime­ras comunidades cristia­nas. Las palabras claves son por entonces «vivir según el Evangelio», «vivir en po­breza», seguir «vida de penitencia», etc..

Los Canónigos regulares de los siglos XI-XII dan lugar a asociaciones de laicos, que F. Petit describe así:

«El movimiento de los ca­nónigos coincide con el movimiento apostólico que lleva a los laicos, hombres y mujeres de toda condi­ción, a agruparse en torno a los sacerdotes como la multitud de los creyentes lo hizo en torno de los Apóstoles en Jerusalén. Bernold de Constance des­cribe este fenómeno que marca curiosamente el siglo XII: “En esta época [hacia 1091] en el Imperio de Alemania, la vida común se desarrollaba en muchos lugares, no sólo entre los clérigos y los monjes vi­viendo fervorosamente, sino entre los laicos que se ofrecían con sus bienes, con gran entrega, para llevar esta vida común. Aunque no llevaban el hábito de clérigos ni de monjes, no les quedaban atrás en nada de lo que se refiere a la santidad… Renunciaban al siglo y se donaban con todas sus posesiones a los monasterios de monjes y de canónigos más religio­sos, con gran devoción, para vivir en común bajo su obediencia y servirles. Pero la envidia del demonio sus­citó malquerencia contra la ma­nera de vivir de estos hermanos, manera tan digna de elogio, pues sólo buscaban vivir en común a la manera de la primitiva Iglesia”. El papa Urbano II (1088-1099) escribió sobre el tema: “Hemos sabido que personas se unen a la costumbre de vuestros monasterios, y que aceptáis laicos que renuncian al siglo y se entregan a vo­sotros para llevar la vida común y vivir bajo vuestra obe­diencia. Pues bien, hallamos esta forma de vida y esta costumbre absolutamente digna de alabanza. Y tanto más merece ser continuada puesto que lleva la marca de la Iglesia primitiva. Nos la aprobamos, pues, la llamamos santa y católica y Nos la confir­mamos por nuestras presentes letras apostólicas” (ML 148,1402-1403)».

«Y no eran sólamente hombres, sino una multitud de mujeres que, en esta época, abrazaron este género de vida para permanecer bajo la obediencia de cléri­gos y monjes, y servirles en sus necesidades cotidia­nas. En los pueblos, innumerables muchachas hijas de aldeanos renunciaban al matrimonio y al siglo para vivir bajo la obediencia de un sacerdote. Incluso per­sonas casadas querían vivir en religión y obedecer a los religiosos» (La réforme des prêtres au moyen-âge; pauvreté et vie commune, Cerf, París 1968, 93-94).

Hay luces y sombras en los comienzos de ese idealismo evangélico de los laicos. No siempre es con­ducido por la prudencia, y ocasiona a veces en las familias y en los pueblos problemas bastante graves. El mismo Gregorio VII parece haber desaconsejado a lai­cos principales asociarse a la vida monástica, señalando ciertos inconve­nientes obvios. En cambio Urbano II, en una Bula de 1091, toma la de­fensa de los laicos que adoptan la vita communis, siguiendo la «dignissimam… primitivæ Ecclesiæ formam» (ML 151,336). El ideal de la primera comunidad de Jerusalén, la vita apostolica, que implica la koinonía, la comunidad de bienes, según ya vimos (86), tiene un gran atractivo en todos los movimientos laicales de la Edad Media.

Gerhoch de Reichers­berg, en 1131, afirma sencillamente que los laicos, ya por su bautismo, han profe­sado vivir según «la regla apostólica», con todas las exigencias de fidelidad y renun­ciamiento. Por tanto, todo cristiano «encuentra en la fe católica y la doctrina de los apóstoles una regla adaptada a su condi­ción, bajo la cual, combatiendo como con­viene, podrá llegar a la corona» (Liber de ædificio Dei 43).

A comienzos del siglo XIII, con el auge de los municipios y de los bur­gueses laicos, y la escasa calidad del clero parroquial, esta efervescencia evangélica laical, en la que tanto de bueno y de malo se mezclan, exige una poda enérgica, que en buena parte es re­alizada durante el pontificado de Inocencio III (1198-1216). Y la misma autoridad civil se ve obligada a intervenir, por ejemplo, con un decreto (1238) del emperador Federico II contra los grupos laicos más radicales: «patarenos, speronistas, lenistas [pobres de Lyon], arnaldistas, circumcisos, passaginos, joseppinos, garraten­ses, alba­nenses, franciscos, bagnarolos, comistos, waldenses, runcarolos, communellos, wari­nos y ortolenos “cum illis de Aqua Nigra”»…

Franciscanos y dominicos nacen providencialmente a comienzos del siglo XIII, y ellos encauzan por el camino ortodoxo de la Iglesia muchos entusiasmos evangelistas, a veces salvajes, negativos y antisacerdotales en su origen. Pierre Mandonet hace observar que en esa época «sólo los Predicadores [los dominicos] se constituyeron con elementos clericales, es decir, letrados, aptos para los di­versos mi­nisterios… Todas las otras órdenes del siglo XIII, sin excepción, proceden de simples fraternidades laicales, que han debido evo­lucionar, parcial y lentamente, hacia formas de vida eclesiástica, antes de poder tomar un parte significativa al servicio de la so­ciedad cristiana» (Saint Dominique, Gaud, Veritas 1921, 15). De estos interesantes impulsos de los laicos hacia la perfección en el mundo describiré solamente uno, los umiliati.

Los umiliati nacen hacia 1175, al parecer relacionados con patari­nos milaneses, arnaldistas, penitentes y cáta­ros, aunque estas relaciones son aún discuti­das. Condenados por Lucio III en 1184, son recuperados para la comunión católica por Inocencio III, que en 1201 aprueba el Pro­positum o regla por el que han de vivir. Son grupos laicales de gran entusiasmo evangé­lico, extendidos sobre todo en la Lombar­día, y especialmente en Milán, que muestran un gran celo ortodoxo frente a otros grupos he­réticos. El Chronicon Laudunense (1178) nos describe la fisonomía de estas comunida­des, y comienza diciendo cómo «había en las ciudades de Lombardía ciudadanos que, conti­nuando en sus hogares y con su fami­lia, habían elegido una cierta manera reli­giosa de vida» (MGH 26,449; cf. J. Ti­raboschi, Vetera humiliatorum monumenta, Milán 1766-1768, I-III; L. Zanoni, Gli umiliati nei loro rapporti con l’eresia, l’industria della lana ed i comuni nei secolo XII e XIII, Milán 1911).

También Jacques de Vitry, a principios del XIII, nos da una información completa acerca de los humillados. «Viven en común, generalmente del trabajo de sus manos», y aunque algunos tienen rentas o pose­siones, no las tienen como propias. «De día y de noche, rezan todas las Horas canónicas, tanto los laicos como los clérigos», y los que no pueden hacerlo, lo suplen con un cierto número de Padrenuestros [En 1483 se im­prime en Milán un Humilliatorum Breviarium: Tiraboschi I,92].. Procuran dedicarse con asiduidad a la lec­tura, la oración y los trabajos manuales, para no caer en las tentaciones del ocio. «Los hermanos, tanto los clé­rigos como los laicos con letras, tienen licencia recibida del sumo Pontífice, que confirmó su Regla de vida, para predicar no sólo en su congregación, sino en plazas y ciudades, y también en las iglesias seculares, siem­pre que tengan permiso de quienes las presiden. Y de ello se ha seguido que muchos nobles e importantes ciu­dadanos, señoras y vírgenes, se han convertido al Señor por su predicación». Algunos de ellos, renunciando completamente al siglo, han ingresado en su modo religioso de vida; y otros, siguen en el mundo, pero dedi­cados a las buenas obras, y «usando de las cosas seculares como si no usaran de ellas». Muchos herejes, como los patarinos, de tal modo temen su predicación, siempre basada en la Escritura, que «nunca osan comparecer ante ellos», y no pocos se han convertido (Historia occidentalis, Duai 1597, 335).

El Propositum de los humillados, es decir, su regla de vida co­munitaria, viene a ser tam­bién, como otras Reglas religiosas de la época, una simple colec­ción de normas del Nuevo Testamento (Tiraboschi II, 128-134). Por ella vemos que la crónica de Jacques de Vitry es bastante exacta. El Propositum manda también que los hermanos obedezcan siempre a los pastores de la Iglesia; no quieran acumular tesoros en la tierra; no codicien el mundo y lo que hay en el mundo; acudan en auxilio de los hermanos que se vieran en enfermedad o en necesidades materiales, y no les nieguen su ayuda; etc.

La Primera orden de los humillados con­grega en conventos dobles a canónigos y herma­nas. La Segunda orden tiene también casas dobles, en las que viven continentes laicos (Regla de las dos primeras órdenes: Zanoni 352-370). La Tercera orden –que cronológi­camente es la primera–, es la que hemos visto descrita: reúne familias piado­sas, muchas de ellas del gremio textil, de vida austera y laboriosa, que tratan de reproducir la comunidad pri­mera de Jerusalén. A diferencia de otros movimientos pareci­dos, como beguardos o beguinas, los umiliati apenas dejaron una literatura espiritual considerable. Pero el árbol de los humillados produjo una hermosa flora­ción de santos y beatos, unos quince o veinte, de cuyos nombres y biografías da Tiraboschi breve reseña (I,193-257).

Después de varios siglos, a mediados del XVI, se habían desviado no poco, al parecer hacia posiciones calvinistas, y San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán, intentó reformarlos. Un día, mientras el santo oraba de rodillas en su capilla privada, un miembro de los humillados atentó contra su vida, disparándole un balazo. La bala atravesó los ornamentos de su espalda, pero milagrosamente cayó en tierra, dejando ileso al Arzobispo. Poco después el papa San Pío V suprimióla Ordenen una bula de 1571.

José María Iraburu, sacerdote

Post post.-Nótese en las tres imágenes que he puesto cómo el arte medieval, aunque en un milenio pasa por estilos diferentes, suele ser siempre profundo y delicado, espiritual y elegante. Es siempre un arte cristiano.


Índice de Reforma o apostasía

11 comentarios

  
Ricardo de Argentina
«Hay un contrato entre el mundo y los hermanos: éstos deben al mundo el buen ejemplo; el mundo debe a los herma­nos la provisión necesaria». Si los hermanos cum­plen con su deber, el mundo cumplirá con el suyo."
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¡Qué altísima sabiduría anida en estas palabras de S. Francisco! Es que están enraizadas en el Evangelio mismo, pues son un eco de la figura de la levadura en la masa.
Aún en la secularizada sociedad moderna, la sentencia franciscana se cumple inexorable: cuando hay buenos ejemplos, el pueblo responde positivamente. Con "provisiones" de todo tipo: comida, bienes, almas que se entregan a Dios, conductas que se reforman y santifican.
Tanto es esto así, que podría resumirse la actual crisis de la Iglesia diciendo que es una crisis de buenos ejemplos : los hay pero demasiado escasos, y "la mies es mucha".
Muchísima.
20/06/12 4:54 PM
  
José Luis
Sam Francisco de Asís había determinado como norma de vida y para aquellos que le siguieran, la vida del Evangelio.

Conforme la Regla para los Franciscanos de la Tercera Orden esta misma vida del Evangelio la pueden vivir intensamente en sus propias casas. Hacer de la casa como un convento, oración constante, no ver tanto la televisión. Porque tal como están las cosas, no es compatible con el Evangelio de Cristo.

El alma cristiana, necesita romper todas las ataduras que por medio de la televisión, que tantas veces le hace recordar las cosas mundanas.

Es la alegría del alma cristina, la libertad, que da alas para volar al Señor, con la oración, las obras de caridad, esto es libertad, y según los momentos, la evangelización por Internet.

Incluso hay almas tan entregadas a la oración contemplativa, la vida interior, que de vez en cuando, o cada día, están compartiendo las maravillas del Señor, por medio de esas reflexiones espirituales, plenamenente en comunión con la Iglesia Católica y el Santo Padre.

Falsa humildad, el de aquel que intentó matar a San Carlos Borromeo, que gran ceguera, despreocupado de la oración humilde y de rodillas de este santo. Los falsos humildes existen y se traicionan a cada momento.


Algo parecido está sucediendo en algunas instituciones religiosas, que no diré nombres, que están siguiendo el ejemplo de "Los Humillados", que si hubo alguna época del florecimientos de santos, luego se han desviado. En estas instituciones... también hubo santos y santas, pero en la actualidad, no quieren obedecer al Santo Padre, y están arruinando la fe de muchas almas. Llegará un día, en que ya no serán útiles a los designios de Dios.

En el pasado hubo una variedad de órdenes religiosas que ya no existen en la actualidad. Monasterios y conventos desviados, ya por herejías, ya por la mundanidad que llegaron a corromper.

Santa Teresa de Jesús, por inspiración del Señor, vio la necesidad de una reforma.

Y como se sabe, también la Orden Franciscana, hubo reformas y más reformas, porque algunos se empeñaban, y siguen empeñándose una vida según el mundo.

Lo que sí es cierto, es que la Primera Orden de San Francisco de Asís, durará hasta el fin de los tiempos, y esto es una alegría. Aquellas instituciones que me refieron, no tiene que ver con la Familia Franciscana.

Cuánto más apego a lo mundano, menos vocaciones santas y verdaderas.
20/06/12 9:41 PM
  
ma.lourdes e.
Gracias, por todo lo que nos estàenseñado. Hay muchas cosas, que no sabemos lo laicos y NO hay nadie que nos las enseñe. Muchas gracias.
20/06/12 11:58 PM
  
maribelita
PADRE SU ARTICULO EXCELENTE COMO SIEMPRE!!

PARECE QUE NOS LEE EL PENSAMIENTO CON SUS ESCRITOS A MI ESPOSO Y A MI!!
GRACIAS POR ILUMINARNOS Y MOTIVARNOS A BUSCAR LA PERFECCIÓN Y VIVIR EL EVANGELIO.
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JMI.-Gracias por lo que dice.
Pero aún estaría mejor si no escribiera en mayúsculas.
Ánimo.
21/06/12 2:43 AM
  
Simpson
Estas espiritualidades medievales eran bien intencionadas, pero en los textos citados se percibe lo que los estudiosos han detectado y que es el germen de su no-continuidad: lo que las inspiraba no era una espiritualidad laical, sino un intento de copiar a los religiosos sin entrar en el convento.

Las distintas formas de órdenes terciarias son buenas en cuanto a su ortodoxia, pero disfuncionales en su mismo origen. Ponen el acento en la renuncia a los bienes, la oración en común, y en muchos casos incluso en el celibato. Todo eso no es malo pero forma "ordenes religiosas en el mundo" por lo que crea una tensión interna que acaba por descarriar.

Lo que se descubre en los tiempos del Vaticano II es a que los laicos no se santifiquen "imitando a los monjes" sino a Jesucristo y a los primeros cristianos: no vivir en el mundo con nostalgia de las celdas, sino sabiendo que Dios los quiere en el mundo.
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JMI.-En tres párrafos, obviamente, no pueden precisarse mucho las ideas. Ni tampoco pueden responderse en pocas palabras y precisas sus objeciones. Aunque un poquito lo intentaré.

> La imitación de Jesucristo y de los primeros cristianos era precisamente lo que polarizaba los movimientos laicales de la E.M., poniendo el acento, como Ud. dice, en "la renuncia a los bienes, la oración en común, y en muchos casos incluso en el celibato" (cf. Hch 2,42).

> La homogeneidad (la semejanza) entre religiosos y laicos se producía porque unos y otros se tomaban muy en serio el Evangelio y el ideal de la Iglesia primera, y trataban de realizarlo lo más fielmente posible, también en una renuncia al mundo (elemento integrante del mismo bautismo), que en unos y otros se daba por supuesto en modos diversos.

> Los laicos cristianos medievales, unidos a monjes y frailes, tuvieron una creatividad efectiva en la configuración del mundo secular muchísimo mayor que la que tienen ahora los laicos, cuyos planteamientos son tan marcadamente heterogéneos de los monjes y frailes que quedan.

Gracias por sus observaciones, que señalan algunas deficiencias de la espiritualidad medieval de los laicos que me parecen reales. Pero en fin, se trata de temas muy complejos, que difícilmente pueden ser dilucidados en la Sala de Comentarios. Yo espero que en los numerosos artículos que, Dios mediante, nos irán llevando hasta el siglo XX y XXI se vayan ajustando más las ideas.
21/06/12 1:44 PM
  
Ariel
Padre, admiro y agradezco lo que Dios obra en Ud. por medio de este tema puntual de la santificación de los laicos de hoy en el mundo, tomando como ejemplo las primeras comunidades, pero me pregunto, oro, me formo con sus libros y este blog, y pido "concretamente", cómo Ud. cree que debería vivir una familia cristiana en este mundo, tan dependiente de los avances, servicios, tales como internet, corriente, teléfono, etc., que no son la misma realidad de antes. Hoy nuestros hijos, no me canso de oir de otros, decir que de apostar por una vida mas humilde, sencilla, austera, no le damos el abanico de posibilidades, de recreación, deportes, formación académica, que le permita, "disfrutar" de la calidad de vida del mundo actual y además formarlos, prepararlos para el mundo competitivo, exigente, de mañana. Yo respondo que tal vez uno con todas sus limitaciones aspira, siquiera, a formarlos para el cielo mas que para el mundo actual.
Ruego, Padre, "especifique" un poco mas algunos puntos concretos a cambiar las familias de hoy. Reconozco que Dios pide a cada uno según lo recibido y donde vive, pero creo que las familias de hoy, nos debemos un serio replanteo, de cara a Dios, sobre nuestras "ecología humana", el sentido y finalidad de nuestra existencia. Llego a la conclusión que tanto monjes, sacerdotes, consagrados y laicos, estamos llamados a entregar nuestras vidas a Dios, es decir, vivir, ya no para mis intereses terrenos, sino para los eternos que Dios inspira, aprender a vivir humildemente "para Dios" con gratitud y confianza, reconociendo que es lo mejor para nosotros. Pero reconozco que con mis 38 años, mi mujer y mis cuatro hijos (uno en el cielo) se me dificulta, vivir esa abnegación, humildad, altruismo, dado que me complica mucho este mundo "hedonista", tan minado de sensualidad, "consumista" hasta el hartazgo, a tal punto que todo se mide por lo que produce o sirve, hasta la vida misma. Todos dependemos en mayor o menor medida, de sus propuestas (del mundo), necesitamos conservar nuestras fuentes de ingreso, fomentando que se vendan mas autos, consuman mas productos o servicios, que algunos ya creen que son como necesidades básicas, como que sin ellos, hoy, ya no se podría vivir (celulares, notebooks, etc)y concluyo con esto, y pido perdón por haberme extendido tanto; esto también afecta a sacerdotes de mi diócesis, al salir a trabajar, dando clases, movilizarse en autos, viajes, computadoras, dar conferencia con última tecnología, etc., o sea cómo conciliar la "pobreza" de Cristo, con la que hoy tantos sacerdotes como laicos estamos llamados a vivir?
Cordialmente, Ariel y familia.
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JMI.-Me pilla saliendo de casa. A la vuelta le pongo, Dios mediante, unas letritas.
22/06/12 2:48 PM
  
José María Iraburu
Ariel
Ya estoy de vuelta.

En su comentario hace muchas preguntas sumamente interesantes, que parten de planteamientos verdaderamente evangélicos asumidos, gracias a Dios, por usted.

Pero "concretamente" no puedo responder a esas cuestiones. Requeriría no un comentario a su comentario, sino un amplio artículo, o mejor una serie de artículos porque son muchas las cuestiones planteadas. No es posible. Pero, como le digo seguidamente, es imposible no solo por aspectos cuantitativos, sino mucho más radicalmente por razones cualitativas:

Sobre todo, y en primer lugar, siempre que se pide que se explique "concretamente" cómo debe ser aplicado el Evangelio en tales y cuales cuestiones, se pide un imposible: la pregunta no tiene posible respuesta. Depende de qué quiera el Señor dar a cada uno y a cada familia: los dones de Dios son concretos, y son muy diversos en unos y otros. Dentro de esa Providencia divina, y hablando Dios por estos medios, depende de que lo dos cónyuges estén de acuerdo, o uno sea idealista y el otro más o menos mundanizadillo. Depende del grado de oración, de formación doctrinal, de vida espiritual, que les dé una mayor o menor libertad real del mundo circundante y una mayor o menor creatividad positiva, por obra del ESanto, en tales y cuales asuntos. Depende de si la familia tiene una posibilidad de vida muy independiente o de si está inevitablemente muy vinculada a una circunstancia, digamos, tribal: por casa, trabajo, economía... Depende de que vivan en el campo, solos, o en la ciudad, muy condicionados... Depende de cientos de circunstancias, que desde fuera y a distancia es imposible apreciar y discernir.

¿Cómo debe ser mi-nuestra vida de oración concretamente? ¿Cuál debe ser mi-nuestro grado de pobreza evangélica concretamente? ¿Hasta qué punto... etc? No tengo yo, ni nadie tiene, una respuestas concretas para esas concretas preguntas.

Por tanto, lo que "concretamente" puede y debe hacer un cristiano, una familia, que quieran vivir plenamente el Evangelio en el mundo secular en modo alguno puede ser "concretamente" descrito, dando recetas bien detalladas para personas y familias muy diferentes. Sería un iluso quien pretendiera hacerlo.
22/06/12 8:54 PM
  
Emiliana
Padre sobre la respuesta al Señor Ariel, es muy sabia, pues "concretamente", es imposible dar formulas para ser aplicadas por todos, pero a modo de concejos y conociendo mucho la vida de los santos y de las santas familias, el E.Santa ilumina a los esposos modernos, para imitar en lo que sea posible a esos santos, por ejemplo la familia de Santa Teresita, o la familia que alcanzo a Cristo que es la de San Bernardo, el matrimonio Qualtriochi...etc.

Lo importante en estas familias que queremos alcanzar a Cristo y vivir según el evangelio en el siglo XXI, es que los esposos esten muy de acuerdo, en que cada uno cumpla la Voluntad de Dios en su misión, es decir que el padre sea patrimonio y la madre cuide la vida, que pongan al mundo con todas sus seducciones y mentiras debajo de sus pies, que eduquen a los hijos con esa libertad de los hijos de Dios, no dejarlos contaminar de televisón, modas, amigotes en fin que como dice el padre, sean elegantes, pues en todo hay que elegir, sobre todo en la educación que les queremos dar (Home Scholing).

Con respecto a lo que el Señor Ariel comenta sobre el abanico de posibilidades que el mundo tiene para los hijos, basta con entregarlos a Dios y hacer lo que El quiere de nosotros como esposos y padres, pues lo seguro es que El hará SU VOLUNTAD sobre ellos, y esto es lo mejor que les puede pasar. Por eso hemos de ser santos y comunicarles un ideal de vida tan alta, que como decia Santa Teresita de sus padres, que oyendolos hablar de la eternidad, ella y sus otras cuatro hermanas, sentian verdadero fastidio y pesar por el mundo y su ponpa, y más que ser del mundo deseaban salvarlo.

En fin me alargue, pero que el Señor Ariel y su familia sigan rezando mucho, pues Dios, siempre los escuchará y dará frutos de santidad en ellos.
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JMI.-Bien por Emiliana. Más o menos viene a decir en síntesis: con la gracia de Dios, busquen con toda su alma el FIN (Dios, la santidad, la transfiguración en Cristo, la docilidad total a la voluntad de Dios, la libertad plena respecto del mundo y del diablo), y con la gracia de Dios irán encontrando siempre los MEDIOS concretos más convenientes para alcanzar ese fin.
22/06/12 9:55 PM
  
susi
Es verdad lo que se dice sobre qué hacer concretamente.Concretamente hay que hacer la santa y amble voluntad de Dios en cada momento. Para ello, nos hace falta orar para oir la voluntad de Dios en cada instante y ser dóciles al Espíritu Santo.
Lo que hicieron los santos nos puede servir de ejemplo, pero cada uno debe hacer lo que Dios le diga (Y Dios siempre le dirá que si hace su Voluntad será feliz aquí y "alli")
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JMI.-Así es, los mandamientos y el ejemplo de los santos. "El que me ama cumplirá mis mandatos" (los conocerá y los cumplirá). El enamorado conoce fácilmente qué agrada a su amada y qué le distancia de ella. Lo mismo le pasa a quien ama de verdad a Dios y quiere solamente hacer Su voluntad.
23/06/12 9:02 PM
  
Gloria
FELICIDADES, Padre Iraburu, de todo corazón, acabo de decírselo a Carmen y le he pedido que se lo transmitiese también.
Y GRACIAS. Por su ministerio vivido en fidelidad, por su sana doctrina, por su manual de " Teología Espiritual " que me hizo y hace un bien inmenso, por " Gratis date."
Que Dios le bendiga. Y, aunque sea a distancia, bendígame, Padre.
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JMI.-Gracias, Gloria, por su gratitud.
Pida por este pobre cura pecador.
Va mi bendición +
24/06/12 2:27 PM
  
Muriel Edmonton
Hace días leí el comentario que hizo el padre Iraburu sobre el bosón de Higgins (o así) y sentí una cierta vergüenza ajena. Siento decirlo, pero así es. Pienso que el padre Iraburu debe de tener suficiente talla intelectual para no tratar ese asunto tal y como lo hizo. Pensaba, conforme lo iba leyendo, que mezclaba ironía con sarcasmo, lo que da lugar a una mezcla desagradable. Creo que la exposición no se compadece en absoluto ni de la persona que escribe ni de la entidad a la que pertenece el padre Iraburu, esto es, la Iglesia. El texto desprendía cierto tufillo a oscurantismo y a desprecio por los avances y descubrimientos de la ciencia y de los científicos. No daba crédito a lo que estaba leyendo, pues me imaginaba que me retrotraía a tiempos oscuros y nacionalcatólicos en donde la razón estaba proscrita y perseguida. Todo ello me recordó a las organizaciones de carácter fundamentalistas islámicas que se oponen al desarrollo de la ciencia, y todo –dicen– está en el Corán. Parece que vuelve a existir otra vez enfrentamientos entre fe y razón, que cada una vaya por su lado, pero que el oscurantismo, la superstición y el fanatismo religioso nos nos atrape de nuevo como en los viejos tiempos anti-ilustrados.
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JMI.-Creo que no he escrito nada sobre el bosón de Higgins, así que no le puedo contestar. Si hubiera escrito algo "hace días", lo recordaría. Por lo demás, nunca escribo de cosas que no conozco, como es el caso.
26/07/12 7:05 PM

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