(145) La Cruz gloriosa –IX. La devoción a la Cruz. 5

–Hoy, Santa María Magdalena.

–«Él me libró del demonio - yo le seguí hasta la cruz, - y di el primer testimonio - de la Pascua de Jesús».

Canta la Iglesia en su historia la gloria de la Cruz, y nosotros cantamos hoy con ella.

San Pedro Crisólogo (+450)

Obispo de Ravena, notable predicador, Doctor de la Iglesia, fidelísimo a la Sede de Pedro: «por el bien de la paz y de la fe, no podemos escuchar nada que se refiera a la fe sin la aprobación del Obispo de Roma». En el texto que sigue contempla el misterio de la Cruz en los cristianos.

«“Os exhorto, por la misericordia de Dios, nos dice San Pablo, [a presentar vuestros cuerpos como hostia viva” (Rm 12,1)]. Él nos exhorta, o mejor dicho, Dios nos exhorta, por medio de él. El Señor se presenta como quien ruega, porque prefiere ser amado que temido, y le agrada más mostrarse como Padre que apa­recer como Señor. Dios, pues, suplica por misericordia para no tener que castigar con rigor.

«Y escucha cómo suplica el Señor: “mirad y contemplad en mí vuestro mismo cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vues­tros huesos, vuestra sangre. Y si ante lo que es propio de Dios teméis, ¿por qué no amáis al contemplar lo que es de vuestra misma naturaleza? Si teméis a Dios como Señor, por qué no acudís a él como Padre?

«Pero quizá sea la inmensidad de mi Pasión, cuyos responsables fuisteis vosotros, lo que os confunde. No temáis. Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me infligen dolor, lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros. Estas llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas. Mi cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge con un seno más dilatado, pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre no es para mí una pérdida, sino el pago de vuestro precio. Venid, pues, retornad y comprobaréis que soy un padre, que devuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa caridad como paga de las muchas heridas”.

«Pero escuchemos ya lo que nos dice el Após­tol: “os exhorto a presentar vuestros cuerpos”. Al rogar así el Apóstol eleva a todos los hombres a la dignidad del sacer­docio: a presentar vuestros cuerpos como hostia viva. ¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cris­tiano: el hombre es, a la vez, sacerdote y víctima! El cristiano ya no tiene que buscar fuera de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios: lleva consigo y en sí mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no podría matar esta víctima. Misterioso sacrificio en que el cuerpo es ofrecido sin inmolación del cuerpo, y la sangre se ofrece sin derramamiento de sangre. “Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva”

«Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tú oración arda conti­nuamente, como perfume de incienso. Toma en tus manos la espada del Espíritu; haz de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio. Dios quiere tu fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad».

(Sermón 108: ML 52, 499-500: leer más > LH martes IV Pascua).

San León Magno (+461)

Toscano, Obispo de Roma, gran predicador y escritor, Doctor de la Iglesia. Afirmó con fórmulas perfectas la fe católica en el misterio de Cristo, y no solo defendió la fe ortodoxa, sino también la cultura occidental, amenazada por hunos y vándalos.

«Que nuestra alma, iluminada por el Espíritu de verdad, reciba con puro y libre corazón la gloria de la cruz que irradia por cielo y tierra, y trate de penetrar interiormente lo que el Señor quiso significar cuando, hablando de la pasión cercana, dijo: “ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre”. Y más adelante: “ahora mi alma está agitada, y, ¿qué diré ? Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora, Padre, glorifica a tu Hijo”. Se oyó la voz del Padre, que decía desde el cielo: “lo he glo­rificado y volveré a glorificarlo”, y dijo Jesús a los que le rodeaban:“cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo decía indicando de qué muerte había de morir” [12,23-33].

«¡Oh admirable poder de la cruz! ¡Oh inefa­ble gloria de la pasión! En ella podemos admi­rar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del Crucificado. Atrajiste a todos hacia ti, Señor, porque la devoción de todas las naciones de la tierra puede celebrar ahora con sacra­mentos eficaces y de claro significado, lo que antes solo podía celebrarse en el templo de Jerusalén y únicamente por medio de símbolos y figuras. Ahora, efectivamente, es mayor la grandeza de los sacerdotes, más santa la unción de los pontífices, porque tu cruz es ahora fuente de todas las bendiciones y origen de todas las gracias: por ella los creyentes encuentran fuerza en la debilidad, gloria en el oprobio, vida en la misma muerte.

«Ahora, al cesar la multiplicidad de los sacrificios car­nales, la sola ofrenda de tu cuerpo y sangre lleva a realidad todos los antiguos sacrificios, porque tú eres el verdadero “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” [Jn 1,29]… “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” [1Tim 1,15]. Aquí radica la maravillosa misericordia de Dios para con nosotros: en que Cristo no murió por los justos ni por los santos, sino por los pecadores y por los impíos.

«Y como la natura­leza divina no podía sufrir el suplicio de la muerte, tomó de nosotros, al nacer, lo que pudiera ofrecer por nosotros… En efecto, si Cristo al morir tuvo que acatar la ley del sepulcro, al resucitar, en cambio, la derogó hasta tal punto que echó por tierra la perpetuidad de la muerte y la convirtió de eterna en temporal, ya que “si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida” [1Cor 15,22].

(Sermón 8 sobre la pasión del Señor 6-8: ML 54, 340-342: leer más > LH martes V Cuaresma).

«El verdadero venerador de la pasión del Señor tiene que contemplar de tal manera, con la mirada del corazón, a Jesús crucificado, que reconozca en él su propia carne. Toda la tierra ha de estremecerse ante el suplicio del Redentor: las mentes infieles, duras como la piedra, han de romperse, y los que están en los sepulcros, quebradas las losas que los encierran, han de salir de sus moradas mortuorias. Que se aparezcan también ahora en la ciudad santa, esto es, en la Iglesia de Dios, como un anuncio de la resurrección futura, y lo que un día ha de realizarse en los cuerpos, efectúese ya ahora en los corazones.

«A ninguno de los pecadores se le niega su parte en la cruz, ni existe nadie a quien no auxilie la oración de Cristo. Si ayudó incluso a sus verdugos ¿cómo no va a beneficiar a los que se convierten a él? Se eliminó la ignorancia, se suavizaron las dificultades, y la sangre de Cristo suprimió aquella espada de fuego que impedía la entrada en el paraíso de la vida. La obscuridad de la vieja noche cedió ante la luz verdadera.

«Se invita a todo el pueblo cristiano a disfrutar de las riquezas del paraíso, y a todos los bautizados se les abre la posibilidad de regresar a la patria perdida, a no ser que alguien se cierre a sí mismo aquel camino que quedó abierto, incluso, ante la fe del ladrón arrepentido. No dejemos, por tanto, que las preocupaciones y la soberbia de la vida presente se apoderen de nosotros, de modo que renunciemos al empeño de conformarnos a nuestro Redentor, a través de sus ejemplos, con todo el impulso de nuestro corazón. Porque no dejó de hacer ni sufrir nada que fuera útil para nuestra salvación, para que la virtud que residía en la cabeza residiera también en el cuerpo».

(Sermón de la pasión del Señor 15,3-4: PL 54,366-367: LH jueves IV Cuaresma)

San Fulgencio de Ruspe (+532)

Monje norteafricano, obispo de Ruspe, fue quizá el mejor teólogo de su tiempo, y siguiendo la doctrina de San Agustín, afirmó la fe católica contra arrianos y semipelagianos.

Cristo poseía «en sí mismo todo lo que era necesario para que se efectuara nuestra redención, es decir, él mismo fue el sacerdote y el sacrificio; él mismo, Dios y el templo: el sacerdote por cuyo medio nos reconciliamos, el sacrificio que nos reconcilia, el templo en el que nos reconciliamos, el Dios con quien nos hemos reconciliado…

«Ten, pues, por absolutamente seguro y no dudes en modo alguno, que el mismo Dios unigénito, Verbo hecho carne, se ofreció por nosotros a Dios en olor de suavidad como sacrificio y hostia; el mismo en cuyo honor, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes ofrecían en tiempos del antiguo Testamento sacrificios de animales; y a quien ahora, o sea, en el tiempo del Testamento nuevo, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, con quienes comparte la misma y única divinidad, la santa Iglesia católica no deja nunca de ofrecer por todo el universo de la tierra el sacrificio del pan y del vino, con fe y caridad».

(Regla de la verdadera fe a Pedro 22,63: CCL 91 A,726. 750-751: leer más > LH viernes V Cuaresma).

«Fijaos que en la conclusión de las oraciones decimos: “por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo”; en cambio, nunca decimos: “por el Espíritu Santo”. Esta práctica universal de la Iglesia tiene su explicación en aquel misterio según el cual, “el mediador entre Dios y los hombres es el hombre Cristo Jesús, sacerdote eterno según el rito de Melquisedec, que entró una vez para siempre con su propia sangre en el santuario, pero no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, donde está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” [Heb 6,19-20; 8,1; 9,12].

«Teniendo ante sus ojos este oficio sacerdotal de Cristo, dice el Apóstol: “por su medio, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza” [13,15]… Y así nos exhorta san Pedro: “tam­bién vosotros, como piedras vivas, entráis en la construc­ción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo” [1Pe 2,5].

«Por este motivo, decimos a Dios Pa­dre: “por nuestro Señor Jesucristo”… Y al decir “tu Hijo”, añadimos: “que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo”, para recordar, con esta adición, la unidad de naturaleza que tienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y significar, de este modo, que el mismo Cristo, que por nosotros ha asumido el oficio de sacerdote, es por naturaleza igual al Padre y al Espíritu Santo».

(Carta 14,36-37: CCL 91,429-43: leer más > LH jueves II T. Ordinario).

«Cuando ofrecemos nuestro sacrificio, realizamos aque­llo mismo que nos mandó el Salvador… Yporque Cristo murió por nuestro amor, cuan­do hacemos conmemoración de su muerte en nuestro sa­crificio,pedimos que venga el Espíritu Santo y nos comu­nique el amor; suplicamos fervorosamente que aquel mis­mo amor que impulsó a Cristo a dejarse crucificar por nosotros sea infundido por el Espíritu Santo en nues­tros propios corazones, con objeto de que consideremos al mundo como crucificado para nosotros, y nosotros sepamos vivir crucificados para el mundo [Gál 6,14]. Así, imitan­do la muerte de nuestro Señor, como Cristo “murió al pecado de una vez para siempre, y su vivir es un vivir para Dios, también nosotros andemos en una vida nue­va, y, llenos de caridad, muertos para el pecado vivamos para Dios” [Rm 6,10-11]…

«Debemos decir, pues, que todos los fieles que aman a Dios y a su prójimo, aunque no lleguen a beber el cáliz de una muerte corporal, deben beber, sin embargo, el cáliz del amor del Señor, embriagados con el cual, mortificarán sus miembros en la tierra y, revestidos de nuestro Señor Jesucristo, no se entregarán ya a los deseos y placeres de la carne, ni vivirán dedicados a los bienes visibles, sino a los invisibles. De este modo, beberán el cáliz del Señor y alimentarán con él la caridad, sin la cual, aunque haya quien entregue su propio cuerpo a las llamas, de nada le aprovechará. En cambio, cuando poseemos el don de esta caridad, llegamos a convertirnos realmente en aquello mismo que sacramentalmente celebramos en nuestro sacrificio».

(Tratado contra Fabiano 28,16-19: CCL 91 a, 813-814: leer más > LH lunes XXVIII T. Ordinario).

San Anastasio de Antioquía (+598)

Monje palestino, obispo patriarca de Antioquía.

«Cristo dijo a sus discípulos, a punto ya de subir a Jerusalén: “mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los gentiles y a los sumos sacerdotes y a los escribas, para que lo azoten, se burlen de él y lo crucifiquen” [Mc 10,33-34].

«Esto que decía estaba de acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían anunciado de antemano el final que debía tener en Jerusalén. Las sagradas Escrituras habían profetizado desde el principio la muerte de Cristo y todo lo que sufriría antes de su muerte; como también lo que había de suceder con su cuerpo, después de muerto. Con ello predecían que este Dios, al que tales cosas acontecieron, era impasible e inmortal. Y no podríamos tenerlo por Dios, si, al contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en ella el motivo justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos extremos: a saber, en su pasión y en su impasibilidad; como también el motivo por el cual el Verbo de Dios, que era impasible, quiso sufrir la pasión, porque era el único modo como podía ser salvado el hombre….

«“El Mesías, pues, tenía que padecer”, y su pasión era totalmente necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calificó de hombres sin inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos discípulos que ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria [24.25-26]. Porque él, en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando aquella gloria que tenía junto al Padre antes que el mundo existiese. Y esta salvación es aquella perfección que había de obtenerse por medio de la pasión, y que había de ser atribuida al guía de nuestra salvación, como nos enseña la carta a los Hebreos, cuando dice que él es “el guía de nuestra salvación, perfeccionado y consagrado con sufrimientos”.

(Sermón 4,1-2: MG 89,1347-1349: leer más > LH martes octava Pascua).

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

11 comentarios

  
Alonso Gracián
Querido P. Iraburu, le agradezco mucho estos artículos y textos. Hacen mucha falta.

Pienso que el rechazo de la cruz, por parte de muchos católicos seglares mundanos y burgueses, es justificado muchas veces aludiendo a una supuesta condición laical o secular, como si ésto fuera una justificación para no vivir crucificado.

Pero los cristianos hemos de imitar al Señor, seamos laicos o religiosos. Y la forma de imitarlo es crucificándonos con Él, como hacen por ejemplo los cartujos, o los trapenses, cada día de sus vidas.

Por esto a mí me anima considerarme un monje crucificado en el mundo, si es lícito a un laico casado y con familia numerosa decir esto.

Un abrazo en el Señor y gracias
22/07/11 10:57 PM
  
Tomas Ungar
Gracias, Padre Iraburu.

Estoy leandole desde Vancouver Canada, en dodnde nos falta mucho los pensamientos que brotan del fondo del corazon de los "ancianos de la fe". Si, unas hostias vivos somos. Y comportamos como tal. Por esto queria ser sacerdote yo, para dar a la gente gratis lo que yo he recibido gratis. Si no puedo llegar al sacerdocio consagrado, al menos por la cruz que llevo diaramente. Pero hay que llevarlo no como una pesadilla sino un acto de amor. Como Jesus lo hizo.

Gracias.

23/07/11 9:47 PM
  
Emiliana
San Pedro Crisólogo (+450)

«Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tú oración arda conti­nuamente, como perfume de incienso. Toma en tus manos la espada del Espíritu; haz de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio. Dios quiere tu fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte, sino con tu buena voluntad».

QUE BELLEZA PADRE..este trocito del articulo es para meditarlo toda la vida, que el Señor nos abra el entendimiento y nos llene de su gracia para poder vivirlo. Muy bonitos los comentarios anteriores, que los laicos vivamos como monjes, ese seria el mundo perfecto. Dios se lo va a pagar grandemente.

24/07/11 3:48 PM
  
Ezequiel
(Juan 3:14) . . .Y así como Moisés alzó la serpiente en el desierto, así tiene que ser alzado el Hijo del hombre,
(Números 21:9) 9 Moisés en seguida hizo una serpiente de cobre y la colocó sobre el POSTE-señal;. . .

Podemos concluir que Jesus no murio en una cruz sino en un poste o madero.
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JMI.- No, no podemos.
En el N.T. (Evangelios, cartas) y en toda la tradición se dice siempre que Cristo murió crucificado en una cruz. No vamos a preferir una expresión del muy antiguo libro de los Números a la palabra de los evangelistas y primeros testimonios cristianos.
25/07/11 5:49 PM
  
Ricardo de Argentina
Muy interesante me ha parecido la reflexión de Tomás Ungar : la Cruz convierte las pesadillas en ocasiones de recibir y de dar amor. Milagro y de los grandes, ¿no?.
Porque cosa muy "natural" no pareciera ser.
25/07/11 8:42 PM
  
ezequiel
Jose Maria.¿¿Esta usted diciendo que la Escritura(Palabra de Dios) se contradice??

No,hombre,no.Si recurrimos al griego que se escribieron las cartas,STAUROS,esto indica palo vertical.
Ademas en las biblias catolicas,aun se puede observar esto:
(Hechos 5:30) . . .El Dios de nuestros antepasados levantó a Jesús, a quien ustedes mataron, colgándolo en UN madero. . .

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JMI.- La palabra stauros, griega, puede significar poste, estaca, madero, cruz. En la cruz de Cristo, tormento mortal aplicado por los romanos, los expertos solamente discuten si era "crux commissa", en la que no sobresale el palo vertical, o la "crux immissa" o "capitata". La tradición y la arqueología entienden más frecuentemente que la cruz de Cristo fue "immissa", con el título de la cruz clavado encima de su cabeza (Mt 27,37).
25/07/11 9:55 PM
  
ezequiel
El primer termino para Stauros fue PALO O ESTACA.
Y EN hechos 5:30 aparece un sinonimo xylon.
Hechos 5:30) . . .El Dios de nuestros antepasados levantó a Jesús, a quien ustedes mataron, colgándolo en UN madero. . .
Habla de un madero pero la Cruz tiene dos maderos.
25/07/11 11:02 PM
  
Ricardo de Argentina
Ezequiel disculpa, pero me parece que cuando el sabio señala el cielo, no debemos quedar mirando...la estaca.

Por otro lado, "madero" puede interpretarse como referido a un poste en particular, en sentido estricto, pero igualmente en sentido general como algo hecho de madera. Ésta creo que es la interpretación correcta en el caso de marras.
26/07/11 1:50 AM
  
Sergio
El otro día hablando con una amiga me comentaba que se había comprado un vestido que estaba en oferta y que era precioso. Yo le contesté que yo tenía un vestido mucho mejor sólo que no se podía ver. Le dije que Cristo era mi vestido. Me miró extrañada, sonreí por lo bajo...
26/07/11 8:56 AM
  
Pedro
Conclusion:

Cada vez que os traicionen..
os juzguen..
os flagelen, os maltraten, os golpeen, os insulten...
cada vez que sintais un gran peso por arrastrar las penas y amarguras que trae la vida..
cada vez que os sintais abandonados por Dios..
cada vez que os tente el demonio..

Sentiros orgullosos y alegraos!por compartir la cruz de Jesus..

mientras tanto mas nos vale alegrarnos por estar sanos
y ser capaces de servir a los demas!
27/07/11 12:53 AM
  
MVZ Jose Luis Pérez Pérez (México)
Talvez sobre el Xylon fue puesto el Patíbulo o furca para extender sobre ella los brazos, y de esta manera es una cruz, además basta con ver el logotipo de la Cruz Roja Griega (Ellenikos Eritros Stauros) Además el si murió en una cruz o en una estaca no es lo importante, lo importante es que murió por nosotros...
22/10/12 3:46 AM

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