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6.07.19

(367) La Iglesia en el Maelstrom, I: contracorriente

1.- Ferendo vincam, sufriendo venceré.— El lema de Don Juan de Borja, tan clarividente, tiene sustancia. La pictura es elocuente: una roca que enfrenta la corriente y la resiste, sufriendo la potencia de sus olas. Tal es la situación de muchos católicos hoy día.

La solidez le viene a la roca de su densidad; para el cristiano, de la gracia, de la doctrina de siempre, de la ascética y la mística tradicionales.

La roca resiste la pujanza del Maelstrom, pero no por sí sola. La imaginamos con raíces, cual árbol pétreo, calando hasta lo profundo, cual causa segunda consciente de su papel, que es depender por completo de su Causa Primera. 

Ferendo vincam. Nos toca enfrentar la corriente, para no estar a su merced.

 

2.- Del acto principal.— De los dos actos que componen la virtud de la fortaleza, atacar y resistir, el principal y más difícil es resistir. Porque, contra lo que comúnmente se cree, «es más penoso y heroico resistir a un enemigo que por el hecho mismo de atacar se considera más fuerte y poderoso que nosotros» (Royo Marín, Teología de la perfección cristiana, §325).

Resistir o soportar la muerte antes que abandonar el bien, de hecho, es el acto principal de la fortaleza (Cf. Santo Tomás, II, II, 124).

Nos interesa el aguante de la roca, que quiere prevalecer, permanecer en sí misma contra las fuerzas disolventes. Nos interesa la virtud del escollo que enfrenta al mundo, para que el mundo moderno tropiece contra su propio mal, que es su subjetivismo, su vértigo de muerte. Nos interesa, pues, no un principio de bienestar, sino de contradicción. No lo obtendremos de las fuerzas solas, sino del orden sobrenatural.

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