Lumen Dei, o cómo lo que pudo ser para bien puede acabar muy mal
Cuando el padre Rodrigo Molina, SJ, fundó la Unión Lumen Dei (LD), poco debía de imaginarse lo que acabaría aconteciendo después de su tránsito hacia las moradas eternas que Cristo ha preparado para sus fieles. Al dotar a LD de un profundo espíritu ignaciano, se supone que quedaría garantizado el sometimiento de la Unión a las directrices de la Iglesia. No en vano, al leer las Reglas de San Ignacio para sentir con la Iglesia vemos que:
1-º regla. La primera: depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la verdadera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la nuestra santa madre Iglesia jerárquica».
13-º regla. Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige».
En el caso presente, los miembros de LD, comenzando por sus superiores depuestos, tienen que obedecer al obispo de Cuenca, al Comisario Pontificio, a la Congregación de Institutos de Vida Consagrada, a la Signatura Apostólica, a la Secretaría de Estado y al Santo Padre, cuando habla a través de ella. A todos han desobedecido sistemáticamente desde hace ya un año. La Iglesia jerárquica lleva un año diciéndole blanco a LD, pero como LD lo ve negro, acaba decidiendo que es negro. Puro ignacianismo, pero pervertido, invertido, al revés.