Resurrección de Cristo y pandemia

HOMILÍA

Padre Pedro Pablo Silva, SV

PASCUA – 04 abril 2021

Pandemia viral y misterio de la Resurrección

Ha sido a través de las ideas de la Ilustración en el siglo XVIII, y sobre todo de su difusión con la Enciclopedia, cuando empezó a correr la idea de que el mundo era independiente de Dios. Dios creó el mundo, le dio un puntapié, le dio sus leyes y el mundo ya podía correr por sí solo; Dios, ocupado en lo suyo, y nosotros en lo nuestro. Por lo tanto, el mundo se rige por sus propias leyes con absoluta independencia de Dios.

Esta idea, que es propia del liberalismo, está muy extendida en la cultura actual.Entre otras cosas, nos puede hacer pensar que el virus y la pandemia es una cuestión solamente de microbios que, intencionalmente o no, se han escapado, y que hoy día se expanden y parece que, al menos en Chile, mientras más personas hay vacunadas, ¡hay tanto más contagiados! Algo aparentemente incomprensible con los datos que tenemos actualmente.

Y, no obstante lo anterior, la situación que vive el mundo de hoy no es independiente de Dios. No se escucha decir, salvo excepciones, que esto es un castigo. La palabra castigo está fuera de lo que hoy día es política y eclesialmente correcto, pero ciertamente el virus y la pandemia no es una bendición. Es un castigo. ¿Y por qué un castigo? Porque el mundo, tal como como viene transcurriendo desde el siglo XIV, en un alejamiento cada vez mayor de Dios, no estaba nada bien. ¿Cómo iba a estar bien un mundo donde se matan millones de seres indefensos en el claustro sagrado materno? ¿Cómo va a estar bien un mundo donde al mal y al pecado se le llama bien, donde se legaliza la sodomía, que en la Sagrada Escritura por todas partes está interdicta como algo del todo contrario a la ley y a la voluntad de Dios? Un mundo donde el pilar fundamental que es la familia está destruida, un mundo donde cada vez más las nuevas generaciones van perdiendo la fe y van construyendo su vida al margen de Dios. Un mundo que se erige contra el orden natural de los 10 mandamientos. Un mundo que se cree autosuficiente, que puede conquistar el espacio, que puede hacer muchas cosas como un gigante de hierro y, sin embargo, una pequeña piedrecita impensada, un miserable microbio, lo ha puesto en jaque, en un amenaza que parece que no tiene por dónde salir… Y nos negamos a aceptar que esto sea un castigo de Dios porque no queremos humillarnos. Es un castigo de Dios. La pregunta que convendría preguntarse más bien es ¿cómo vivir los castigos de Dios?

En este contexto tenemos hoy día el misterio de la Resurrección, que para la inmensa mayoría de los hombres de este mundo, incluso para muchos bautizados, no dice nada. Están ciegos a lo más importante que existe, a la realidad más fundamental de toda la existencia humana. ¿Cómo vivir adecuadamente en este tiempo de pandemia, de castigo, de prueba, el misterio de la Resurrección?

El Introito que hemos cantado, Resurrexi (ver arriba), nos da la tónica. Es un introito gregoriano muy sereno, muy humilde en sus expresiones, solamente llega a la nota La, no sube de ahí. Indica el estado de un alma, de aquel santo que lo ha compuesto, herida, dolorida. Y a mí me ayuda a comprender este introito, mirar los sentimientos que habrá tenido el Corazón Inmaculado de María el día de la Resurrección, luego de su encuentro con su Hijo resucitado. Ciertamente, el dolor que la Virgen María había experimentado en la Pasión de nuestro Señor ha sido un dolor ¡tan grande! -tal vez, por la sensibilidad de su alma, el dolor más grande que pueda experimentar una persona humana, después de aquél de Jesucristo en cuanto hombre-, ese dolor estaba presente como una llaga abierta el día de la Resurrección. Y la alegría de la Resurrección seguramente la ha llevado a un gozo interior sereno, como la del introito, como el de una persona humillada, como el de una persona que está en paz con los designios de Dios; Regina Caeli, laetare aleluya, alégrate Reina del Cielo, pero con la alegría propia de un corazón herido.

A mí me parece que esas son las condiciones adecuadas para estar conforme con el designio divino en este momento -litúrgico e histórico. Saber que estamos pasando un tiempo de castigo que merecemos; el mundo que habíamos construido no estaba bien. No se trata de volver a reconstruir el mismo mundo que había, tenemos que hacer un mundo según Dios, no solo en lo personal, sino también en lo social, en el cual Cristo realmente reine en todos los ámbitos tanto privados como públicos. Se trata de vivir este misterio real y verdadero que tenemos ante nuestros ojos con un corazón humillado; merecemos lo que vivimos y no merecemos poder celebrar un misterio tan grande como el de la Resurrección. Esta realidad de la Resurrección es la fuente verdadera de nuestra esperanza, es nuestra ancla interior. Que la Virgen María nos lo conceda y nos lo enseñe a vivir así. Que así sea.