17.03.12

(173) De Cristo o del mundo -XV. Laicos y monjes.1

–Entramos en una nueva época de la Iglesia.

–Así es; la que se inicia en tiempos de Constantino.

Cesadas las persecuciones, los cristianos se relacionan con el mundo de una forma nueva. En el período que ahora estudiamos, que va del Edicto de Milán (313) a la muerte de San Benito (557), al acabarse las persecuciones, los cristianos no viven ya dentro de un marco social hostil. Es cierto que durante los siglos de persecución, también hubo tiempos de relativa paz. En tiempos de persecución, había mártires y lapsi, pero predominaba el temple heroico en los cristianos. En tiempos de paz, los fieles ba­jaban la guardia fácilmente y no pocos se iban acomodando al mundo.

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10.03.12

(172-2) Pagola sigue y prosigue

–Por lo que se ve, Pagola sigue diciendo lo mismo.

–Y yo también. Mientras Pagola contra-diga en público graves enseñanzas de la Iglesia, algunos, pocos, contra-diremos sus publicaciones (cf. Reforma o apostasía 76-79).

El libro de José Antonio Pagola sobre Marcos, editado en PPC, no llegó a difundirse, según se comunicó en octubre de 2011, pues el informe que había solicitado el Obispado de Getafe para dar a la obra su nihil obstat fue muy desfavorable. Ya el primer volumen de la serie sobre los evangelistas, Mateo, había sido objeto de denuncias y protestas.

El Informe doctrinal sobre el libro de J. A. Pagola, El camino abierto por Jesús. Marcos (PPC, Madrid 2011), solicitado por el Obispo de Getafe, Diócesis en la que está radicada la Editorial PPC, perteneciente al grupo SM, es muy extenso, fundamenta sus evaluaciones en gran número de citas textuales de la obra, está fechado el 7 de mayo de 2011, y no conozco el nombre de su autor. Resumo su dictamen muy brevemente.

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8.03.12

(172) De Cristo o del mundo -XIV. Los mártires de los primeros siglos. y 4

–Veo que terminamos ya con la Iglesia mártir de los primeros siglos.

–No, no terminamos, porque en realidad hoy la Iglesia sufre una persecución del mundo semejante o mayor.

Los primeros Padres mantienen la altísima doctrina espiritual de Cristo y de los Apóstoles. Esto se aprecia en sus escritos, pero también en varios documentos primitivos, como Dídaque, Pastor de Hermas, Carta a Diogneto, Actas de los mártires, etc. Así enseña, por ejemplo, San Cipriano (+258):

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1.03.12

(171) De Cristo o del mundo -XIII. Los mártires de los primeros siglos. 3

–¿Y cómo se las arreglaban los cristianos de los primeros siglos en un mundo tan hostil?

–Permanezca atento a la pantalla, que a ello voy.

¿Huir del mundo o permanecer en él? Los cristianos primeros se saben unidos al Cordero de Dios, que entrega su vida para «quitar el pecado del mundo». Y saben que ésa es también su propia vo­cación. Ahora bien, que en medio de un marco social tan hostil les convenga más huir del mundo y retirarse de él, o que, al contrario, les sea conve­niente participar más o menos de su vida, esto será ya una cuestión secundaria, prudencial, que ha­brá que resolver en cada caso, según la vocación y el don recibido de Dios y también según las circunstancias sociales. En general, como ya lo veremos, la renuncia al mundo, con la implícita huída de él, se dio paradójicamente más tarde, precisamente cuando en el siglo IV cesaron las pesecuciones y se fue desarrollando notablemente la vida monástica. En todo caso, como enseña Clemente de Alejandría (+215), dis­frutar del mundo o renunciar a él, las dos pueden ser formas de la virtud de la templanza (Stromata 2,18).

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24.02.12

(170) De Cristo o del mundo -XII. Los mártires de los primeros siglos. 2

–¿Va a seguir hablando de los mártires?

–Ya veo que ha leído usted el título, y que ha captado perfectamente la información que en él se comunica.

Crecimiento y alegría de la Iglesia en los tres primeros siglos de persecuciones. La difusión geográfica de la Iglesia y su acrecentamiento numérico es en estos siglos martiriales muy considerable. Sobre todo en el Asia romana, junto a regiones rurales com­pletamente cristianas, hay ya ciudades en que la mayoría ha recibido el Evange­lio.

El crecimiento da alegría. Y también puede decirse que solo lo que está alegre puede crecer. ¿Cómo va a crecer uncuerpo social angustiado, perplejo ante las circunstan­cias adversas, un cuerpo en el que abundan las dudas y divisiones, y en el que no faltan aquellas lamentaciones y quejas que llevan en sí escondida una protesta? Por el contrario, durante esta época martirial no hallamos en la literatura cristiana de la época nada semejante a una la­mentación ante el cúmulo de males que la Providencia di­vina permite que vengan so­bre su Iglesia. ¡Y «motivos» para las la­mentaciones hay entonces de so­bra!… Pero los cristianos saben que ésta es su más alta vocación en el mundo: «completar en su carne lo que falta a los padecimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24). Por eso la Iglesia de Cristo en los primeros siglos, estando tan perseguida, crece más y más.

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