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7.12.11

Escatología y Apologética (3)

3. Crítica de la escatología del panteísmo reencarnacionista

Siguiendo el plan trazado, me corresponde ahora plantear una crítica de la escatología del panteísmo reencarnacionista. Expondré esa escatología siguiendo un análisis del documento de la Comisión Teológica Internacional del año 1990 denominado “Algunas cuestiones actuales de Escatología”. Ese documento, en su Capítulo 9, titulado “Irrepetibilidad y unicidad de la vida humana. Los problemas de la reencarnación”, sostiene que los diversos sistemas “reencarnacionistas” se pueden reducir sintéticamente a los siguientes cuatro puntos básicos (9):

1) Las existencias terrestres son numerosas. Nuestra vida actual no es nuestra primera existencia corporal ni será la última. Hemos vivido anteriormente ya y viviremos aún en varias oportunidades en cuerpos materiales siempre nuevos.

2) Existe en la naturaleza una ley que empuja hacia un continuo progreso encaminado a la perfección. Esta misma ley conduce a las almas a vidas siempre nuevas y no permite ningún retorno ni tampoco ninguna detención definitiva. Por lo mismo queda excluida la posibilidad de una condena sin fin. Después de pocos o muchos siglos todos llegarán a la perfección final de un espíritu puro. Se niega la realidad del infierno.

3) Es por méritos propios que se llega a la meta final. En toda nueva existencia el alma progresa en relación con sus esfuerzos. Todo el daño cometido será reparado por expiaciones que el espíritu padecerá a lo largo de nuevas y difíciles encarnaciones. Se niega la realidad de la redención.

4) En la medida en que el alma progresa hacia la perfección final, tomará en sus nuevas encarnaciones un cuerpo cada vez menos material. En ese sentido el alma tiene una tendencia hacia una independencia definitiva del cuerpo. A través de la sucesión de las reencarnaciones, el alma logrará un estado definitivo en el cual vivirá finalmente liberada por siempre jamás de su cuerpo e independiente de la materia. Se niega la realidad de la resurrección.

El reencarnacionismo contradice radicalmente a la fe cristiana en la resurrección de la carne; pero además contradice a muchos otros dogmas cristianos: el carácter indeleble del Bautismo, el juicio particular inmediatamente después de la muerte, el juicio final en el fin de los tiempos, la existencia del Infierno, el Purgatorio y el Cielo, etc. No hay en él lugar alguno para la doctrina cristiana sobre la Encarnación, la Redención, la Gracia, la Iglesia, los sacramentos, la oración, etc. Más aún, en general la creencia en la reencarnación supone el panteísmo, que contradice al monoteísmo bíblico. El pecado es considerado como un simple error, no como una ofensa a Dios. Esto es natural, ya que en un sistema panteísta no hay seres distintos de Dios que puedan ofenderlo.

La teoría de la reencarnación también está en total contradicción con los principios fundamentales de la moral cristiana. En efecto, en dicha teoría no existe perdón, ni arrepentimiento, ni conversión, ni siquiera opciones definitivas: toda culpa puede ser expiada en las vidas futuras. Todos tienen una eternidad feliz asegurada, hagan lo que hagan. Se trata de una simple cuestión de tiempo: algunos evolucionan más rápidamente y otros más lentamente. En este esquema la decisión moral puede ser sustituida por un cálculo o intercambio mecánico entre culpa y tiempo de purificación.

Todos los sufrimientos, fracasos, enfermedades y discapacidades son considerados como castigos merecidos por faltas cometidas en vidas anteriores. Por otra parte, todo poder, toda fama y toda gloria mundana son considerados como premios merecidos por las buenas obras realizadas en vidas anteriores. Obviamente esta ideología favorece a los poderosos. Justifica, por ejemplo, el sistema racista de las castas en la India.

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20.02.11

Ocho verdades de fe

El 6 de agosto de 2000, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), con la aprobación del Papa Juan Pablo II, emitió la Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia (en adelante citada como DI). Éste fue uno de los documentos doctrinales más importantes del largo pontificado de Juan Pablo II.

La forma solemne en que se expresa dicha aprobación subraya la importancia de este documento del Magisterio: “El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la Audiencia del día 16 de junio de 2000, concedida al infrascrito Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con ciencia cierta y con su autoridad apostólica, ha ratificado y confirmado esta Declaración decidida en la Sesión Plenaria, y ha ordenado su publicación.” (énfasis agregado por mí).

La declaración DI consta de una introducción, seis capítulos o secciones y una conclusión.

La introducción expone de forma clara y concisa el objetivo de la declaración. En el contexto del diálogo interreligioso impulsado por el Concilio Vaticano II han surgido o prosperado algunas teorías teológicas relativistas, que han puesto en peligro el perenne anuncio misionero de la Iglesia. La DI pretende volver a exponer la doctrina de la fe católica sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Cristo y de la Iglesia y refutar los errores que se le oponen (cf. DI, nn. 1-4).

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30.08.10

¿Buda? (Juan Pablo II)

PREGUNTA [del periodista Vittorio Messori]

Antes de pasar al monoteísmo, a las otras dos religiones (judaísmo e islamismo), que adoran a un Dios único, quisiera pedirle que se detuviera aún un poco en el budismo. Pues, como Usted bien sabe, es ésta una «doctrina salvífica» que parece fascinar cada vez más a muchos occidentales, sea como «alternativa» al cristianismo, sea como una especie de «complemento», al menos para ciertas técnicas ascéticas y místicas.

RESPUESTA [del Papa Juan Pablo II]

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26.08.10

Un llamado de atención sobre las técnicas orientales de meditación

Breve reseña del libro: Autores Varios, De las riberas del Ganges a las orillas del Jordán, Editorial Desclée De Brouwer, Bilbao 1990.

Este libro analiza con sentido crítico, desde el punto de vista de la fe cristiana, la ola de técnicas orientales de meditación que ha inundado el Occidente. Muchos ambientes cristianos no han escapado a la admiración general suscitada por esas técnicas. Se empieza a considerarlas como normales; parece que ya no suscitan interrogantes, ni la sombra de una duda.

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7.06.10

El Corán y la Santísima Trinidad

Casi cada vez que el Corán se refiere a Jesús, lo que hace alrededor de una docena de veces, se opoñe señaladamente a la visión cristiana según la cual Cristo es uno de la Trinidad. Peor, según la presentación de la visión cristiana de la Trinidad hecha por el Corán, esta última está compuesta por Dios, Cristo y María.” (Stanley L. Jaki, Jesus, Islam, Science, Real View Books, Pinckney – Michigan, 2001, p. 4; la traducción del inglés es mía).

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