Philip Trower, La Iglesia docta y la rebelión de los eruditos -5A

(Véanse en este blog los cuatro capítulos anteriores).

Capítulo 5. La esencia de la tragedia de nuestro presente

En este punto, continuemos con nuestro examen detenido de más ciencias seculares que están siendo usadas para llenar el vacío dejado después de que cualquier apariencia de fe en las cosas católicas se ha desvanecido.

¿QUÉ ESTÁ LLENANDO EL VACÍO?

La sociología, apenas hace falta decirlo, estudia a los hombres colectivamente, como miembros de una cultura, clase o grupo. Aunque los sociólogos aceptan la idea de la influencia y el cambio intercultural (como difícilmente podrían evitar), sus mentes, creo, no están tan dominadas como las de otros intelectuales por el cariño de moda por el flujo y el movimiento perpetuo. Ellos tienden a ver el grupo sociológico o la unidad cultural objeto de su estudio como algo fijo y absoluto, como una persona, un mueble o una habitación de un museo.

Esta forma de ver las cosas ha tenido un profundo efecto en el clero católico. De la sociología [muchos clérigos católicos] parecen haber tomado la noción de que cada cultura o civilización es una especie de celda de prisión, y que la comunicación entre los internos de las celdas separadas es casi imposible. Lo mejor que pueden hacer los prisioneros es enviar mensajes apagados golpeando las paredes divisorias para indicar: “Hay alguien aquí". Las mentes griegas y hebreas, como se nos dice, nunca pueden encontrarse.

Dado que cada cultura, hindú, musulmana, confuciana, euro-americana, tiene su propia visión especial de la vida, su propia forma privada de pensar y de expresarse que los forasteros nunca pueden penetrar por completo, a cada una se le debe permitir su propia versión de la fe católica. En realidad, esto es sólo el individualismo del existencialista extendido a las sociedades. Proviene de la creencia sociológica de que el hombre está totalmente determinado por su cultura, [es] un manojo de influencias culturales y nada más. Los misioneros se encuentran entre los más afectados.

La antropología ha tenido más o menos la misma influencia, aunque se concentra en las sociedades primitivas, donde las costumbres tribales inusuales dominan la escena. La tendencia de los antropólogos es considerar todas las costumbres —salvo quizás comer a las abuelas y cosas por el estilo— como expresiones igualmente interesantes y valiosas del espíritu humano. Esto conduce a una especie de neutralismo moral y estético. Las distinciones entre lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor, lo bello y lo feo se vuelven borrosas. Cualquier distinción entre culturas superiores e inferiores también tiende a ser repudiada como elitista y ofensiva. Aquí también reinan el determinismo y el separatismo cultural. El hombre se define en términos de lo que es accidental para él y varía de un lugar a otro (sus hábitos tribales), en lugar de lo que es esencial para él y es lo mismo en todas partes.

La sociología y la antropología han fomentado además la subordinación del individuo al grupo, dado que, para el sociólogo, la cultura es el objeto de un interés que lo absorbe todo. Tiende a convertirse en una especie de Súper-persona, para quien todos los derechos e intereses individuales deben ser sacrificados. En los clérigos revolucionarios esto ha producido un estado mental esquizofrénico, en el que su espíritu colectivista de base sociológica choca con su pasión por hacer lo que les place.

Bajo la influencia de la sociología, las épocas históricas y las culturas pasadas también han sido compartimentadas. Para cada época, entonces, su propia versión de la fe. Las creencias de San Agustín o San Anselmo no servirán para el siglo XX ni, aparentemente, lo harán las creencias de Cristo para muchos estudiosos de las Escrituras.

Y esto no es el final. Las diferencias de edad y ocupación se están convirtiendo ahora en barreras infranqueables que separan a grupos dentro de la misma sociedad, cultura o incluso parroquia. Cada uno de estos grupos tiene su propia perspectiva particular que sólo sus miembros pueden comprender; así que para cada uno debe haber una Misa especial con su propia liturgia. Quizás, en última instancia, se espere que los esposos y las esposas se reúnan en diferentes momentos o en diferentes iglesias.

Es curioso que el clero revolucionario, que con tanta frecuencia es un entusiasta de Un Mundo, esté al mismo tiempo, bajo la influencia de la sociología, rompiendo la unidad de la raza humana, espacialmente, temporalmente y en el nivel de la comunidad local. Por supuesto, la mayor parte de esto no es la locura que parece ser, sino que se usa a propósito para justificar la alteración de la fe católica.

La semántica y el análisis lingüístico también participan del abuso y tal abuso del significado del lenguaje ha tenido resultados muy parecidos al abuso de la sociología: hacer que el entendimiento entre los hombres sea más difícil en lugar de más fácil.

Cuando la gente común habla, se sugiere, ellos en su mayoría no saben lo que dicen, o lo que dicen no tiene sentido. Esto último es verdad sobre todo para las afirmaciones de tipo metafísico o religioso. (Las figuras más influyentes en el campo lingüístico —hombres como Wittgenstein y los positivistas lógicos ingleses—  han sido abiertamente hostiles a la religión). Si las afirmaciones religiosas tienen algún tipo de significado, son simplemente formas de expresar sentimientos o “juicios de valor” —lo que en este contexto significa gustos y disgustos personales: no son afirmaciones sobre hechos sobrenaturales o metafísicos. (El positivismo lógico representa la postura de último recurso de la tradición anti-metafísica).

Cuando hoy oímos a un teólogo u obispo decirnos que la Iglesia está reexaminando alguna parte de su enseñanza moral para descubrir qué significa exactamente; o que la palabra Persona en relación con la Santísima Trinidad debe ser reconsiderada a la luz del conocimiento moderno y pueden ser necesarios años de investigación antes de que a los expertos se les ocurra una respuesta; estamos oyendo no sólo las opiniones de un solo eclesiástico pecador, sino la voz, o ecos de la voz, del analista lingüístico.

REMODELEMOS LA IGLESIA DEMOCRÁTICAMENTE

Vengo ahora a una clase de ideas que, si bien influyeron en muchos católicos y metieron a algunos en problemas, no estaban al principio directamente asociadas con el modernismo. Sin embargo, ellas fueron arrastradas dentro del círculo de las filosofías renovadas, adoptadas e impuestas estridentemente a los fieles católicos.

Me refiero a las diversas teorías sociales y políticas que juegan un papel tan importante en la vida moderna.

Las agruparé bajo dos encabezados: “democracia” y “socialismo", significando este último el socialismo de estado. En la práctica, son opuestos, aunque con frecuencia son representados como gemelos inseparables y como formando la meta hacia la que todos los hombres deberían estar luchando [para alcanzarla]. El intento de reconciliarlos pasa por alto ciertos hechos ineludibles de la naturaleza humana; también son cosas de tipo diferente. La democracia es una teoría del gobierno o de la distribución del poder político; el socialismo es principalmente una teoría de la propiedad. El poder político y la propiedad en la mayoría de las sociedades están estrechamente conectados pero no son idénticos.

¿Qué significa democracia? Puede significar simplemente un sistema republicano de gobierno en el que los gobernantes son elegidos por votación y son responsables ante, o limitados en sus poderes por, algún tipo de asamblea, también elegida por votación, ambos destinados a atender y armonizar los intereses de los gobernados; un sistema en el que el oficio público está abierto a todo el que quiera competir por él, y la ley es la misma para todos. Esto es lo que la mayoría de la gente quiere decir cuando habla de democracia. Pero puede significar algo más. También puede significar que existe algo como “el pueblo", todos con las mismas necesidades, pensamientos y voluntad, y que colectivamente ellos son la fuente del derecho y la verdad, y del poder de ordenar la obediencia. Mucha gente, cuando habla de democracia, también tiene en mente oscuramente esta idea. A menudo es esto lo que piensan cuando hablan de que la democracia es un “gobierno del pueblo".

De estas dos visiones de la democracia, la primera es compatible con la fe católica, y la segunda no —siendo también incompatible con el sentido común.

Bajo el hechizo de esta palabra, muchos católicos han llegado a creer que la democracia, en los dos sentidos anteriores, no sólo es la mejor forma de gobierno (lo que era la opinión de Montalembert y otros católicos liberales del siglo XIX), sino que es la única forma política cristiana, y además que el gobierno de la Iglesia, así como todos los gobiernos seculares, debería ser remodelado para adaptarse a ella. Esto significa no sólo la posible elección de obispos y sacerdotes por los laicos o por grupos de electores (algo que ha existido en el pasado) u obispos que consultan más a menudo a los laicos sin dejar de ser verdaderos pastores y gobernantes, sino el laicado como la autoridad suprema, que decide qué se ha de creer y da órdenes.

El impacto del socialismo ha sido diferente.

LA PATA ENVOLVENTE DEL SOCIALISMO

Como dije, [el socialismo] es principalmente una teoría de la propiedad, que ve a la justicia como la igual distribución de los bienes materiales y de las oportunidades naturales, o su igual disponibilidad para el uso de todos. El socialismo sólo se convierte en una teoría de gobierno cuando se intenta lograr esta igual distribución entregando al estado toda la propiedad (excepto la de las bagatelas) y el poder de decidir sobre su uso.

Aunque la adopción de ideas socialistas es a menudo en los jóvenes la respuesta de impulsos generosos a una gran injusticia y se produjo por esa razón en primer lugar, como teoría la solución socialista es en verdad la escapatoria del intelectual enojado, precipitado o perezoso del intento de pensar en formas inteligentes y posibles de armonizar la legítima independencia individual con la protección de los derechos de los débiles.

La clave para hacer esto con éxito está, como sabemos, en la doctrina social de la Iglesia, que en los últimos tiempos se ha desarrollado con más extensión de lo habitual frente a los cambios y males provocados por el industrialismo temprano (y a menudo contemporáneo), y los errores de la teoría democrática y socialista que se han multiplicado a raíz de ellos.

Sin embargo, la Iglesia sólo establece principios generales, y en lugar de aplicar sus mentes a realizarlos en la práctica, desde la época de León XIII y antes, una parte de los católicos interesados ​​en lograr mejores condiciones para los trabajadores más pobres y el reconocimiento de sus derechos se han visto tentados a adoptar la solución socialista. (Para la Iglesia, la propiedad comunitaria total puede ser lícita, pero sólo cuando todos los miembros de la comunidad que la practica entran libremente en la asociación —como en el monasterio o el kibutz). Los católicos abiertos a la atracción de la solución socialista se inclinan hacia ella, creo, porque adoptan la concepción socialista de la justicia —uso igual, en cantidades iguales, de todo por todos— con la propiedad estatal vista como la forma mejor y más rápida de lograr esto. El estado marxista, al ser el estado más radicalmente socialista, llega entonces a ser visto como más cercano al ideal cristiano que cualquier otro; mientras que la impaciencia con los males que quieren corregir parece a los ojos de tales católicos justificar aún más su desviación del punto de vista católico.

Ésta parece ser más o menos la sucesión de conceptos erróneos que actualmente está atrayendo al P. Pedro Arrupe, el General de los Jesuitas, a las arenas movedizas.

Desde sus inicios hasta tiempos recientes, la corriente principal del movimiento social y político católico fue ortodoxa y obediente.

Es cierto que hubo problemas en el camino, comenzando con Lammenais y L’Avenir en la década de 1820, y que simultáneamente con la primera crisis modernista el movimiento sillonista en Francia tuvo que ser suprimido, y que el sacerdote y orador público italiano Don Romolo Murri (un proto-demócrata-cristiano) fue excomulgado. Pero las dificultades tuvieron que ver tanto con la obediencia como con la doctrina, con ideas exageradas de las posibles formas de acción política más que con intentos de alterar la fe. La mayoría de los católicos en cuestión estaban poco interesados ​​en el tipo de ideas especulativas que agitaban a von Hugel y su círculo (la crítica bíblica y la filosofía evolucionista) y estos últimos no estaban preocupados por la reforma social. Durante mucho tiempo, el modernismo y el movimiento social se desarrollaron uno al lado del otro con relativamente pocos contactos directos.

Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial la situación cambió y las ideas aberrantes de ambos movimientos comenzaron a mezclarse.

Con el colapso de la vieja sociedad europea, a medida que el mundo secular fuera de la Iglesia fue cada vez más absorbido por las ideologías políticas y sociales y se vio envuelto en las luchas que resultaron de tratar de realizarlas, su impacto en las mentes de todos los miembros de la intelectualidad católica, pero especialmente en las nuevas generaciones, se volvió mucho mayor. La tendencia, que hemos observado, a hacer del “camino” democrático o socialista una parte de la religión católica, y la herejía más profunda de que la construcción del paraíso terrenal es la verdadera meta de toda actividad cristiana, se convirtieron en ingredientes inseparables del neomodernismo. Hacia los años ‘50, si no antes, era acertado hablar de un modernismo social y político.

(CONTINUARÁ).

Copyright © Estate of Philip Trower 1979, 2019.

Fuente: http://www.christendom-awake.org/pages/trower/church-learned/church-learned-chap-5.htm (versión del 02/04/2019).

Traducido al español por Daniel Iglesias Grèzes con autorización de Mark Alder, responsable del sitio Christendom Awake.


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2 comentarios

  
Juan Manuel
Solo acotar a algo que se dice al paso: Wittgenstein no era creyente, pero está a lejos de ser alguien hostil a la fe. De hecho, pareciera que vivió su vida intentando creer, aunque esas cosas no se consiguen a fuerza de voluntad e incluso puede que su filosofía profundamente voluntarista le resultara un impedimento.

Pero, por otro lado, muchos de sus discípulos se convirtieron al catolicismo y lo señalaron como una figura positiva en su conversión. ¡Incluso algunos se volvieron tomistas!

Vengo siguiendo con interés esta serie de artículos. Muchas gracias por traducirlos...
27/12/21 3:55 PM
  
Néstor
El hecho es que la filosofía de Wittgenstein es profundamente corrosiva y no permite poner las manos en el fuego por la filosofía de esos convertidos wittgensteinanos, que gracias a Dios han encontrado el camino de la Iglesia.

Me sigue llamando la atención la claridad de los análisis de Trower, es más, da la impresión de que hubiese viajado por ciertas partes del mundo hace algunas décadas...:)

Saludos cordiales.
27/12/21 10:19 PM

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