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13.01.13

La Iglesia y el Reino de Dios

Hace años alguien me escribió que, en una homilía, un sacerdote dijo lo siguiente: “Jesús no vino a instaurar su Iglesia, sino a empezar a construir el Reino, y en ese barco entramos todos.” Intentaré mostrar que esa afirmación contradice la doctrina católica.

1. ¿Qué quiso lograr Jesús?

Consideremos la primera parte de la frase en cuestión: “Jesús no vino a instaurar su Iglesia, sino a empezar a construir el Reino”. Esta proposición se parece mucho a una famosa frase –pretendidamente irónica– de Alfred Loisy, teólogo católico disidente (modernista) de principios del siglo XX: “Jesús anunció el Reino de Dios, y lo que vino fue la Iglesia". Loisy fue excomulgado por sus doctrinas heréticas.

Es verdad que Jesús vino para traer el Reino de Dios, es decir para salvarnos, para darnos la comunión con Dios. “Reino de Dios” y “salvación” pueden ser considerados como sinónimos. Donde Dios reina hay salvación y recíprocamente.

Por otra parte, al menos desde Orígenes (siglo III) la exégesis católica ha tenido claro que en definitiva Jesucristo mismo, en persona, es el Reino de Dios. En Él el Reino de Dios no sólo ha venido ya, sino que ha alcanzado su plenitud. Él mismo es nuestro Salvador y nuestra salvación.

Contrariamente a lo que insinúa la frase analizada, la Iglesia no es un producto accidental o secundario de la misión de salvación de Jesucristo, sino que es parte esencial de ella. La Iglesia es nada menos que el Cuerpo de Cristo, un Cuerpo cuya Cabeza es Cristo, nuestra salvación. La Iglesia hace presente socialmente a Cristo en el mundo de hoy y continúa su misión de salvación, animada por el mismo Espíritu de Cristo. Jesús se identifica plenamente con su Iglesia: “Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado.” (Mateo 10,40); “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (Mateo 28,20).

El Concilio Vaticano II identifica el Reino de Dios y el Reino de Cristo (cf. constitución dogmática Lumen Gentium, n. 5), identificación muy obvia para la doctrina católica. Pues bien, el mismo Concilio dice que la Iglesia es en cierto modo el Reino de Cristo (o sea, el Reino de Dios): “La Iglesia o Reino de Cristo, presente actualmente en misterio, por el poder de Dios crece visiblemente en el mundo.” (Lumen Gentium, n. 3). La expresión “en misterio” significa que la presencia del Reino de Dios en la Iglesia es sacramental (la palabra griega “mysterion” fue traducida al latín como “sacramentum”). La Iglesia terrestre es el Reino de Dios en germen; la Iglesia celestial es el Reino de Dios en plenitud.

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