12.01.17

(159) Inconveniencias eclesiales, XIII: el rechazo del proselitismo

El misterio de la Iglesia es un misterio de mediación. Dios Uno y Trino, para justificar al ser humano caído por el pecado, establece en Cristo un orden de mediaciones salvíficas. La Iglesia, por ser mediación, es también visible. Por ser mediación, tiene un elemento humano. Por ser salvífica, es necesaria.

Cristo, el único Mediador, participa a su Iglesia de su única Mediación, de forma que yendo a su Iglesia se va a Él.

«Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando mediante ella la verdad y la gracia a todos. Mas la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales, no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino» (Lumen gentium 8)

—Ser mediación es servir de cauce a algo más grande que la propia mediación. Como ventana, remite a algo que la transciende y está más allá de ella. —Es el sentido del culto de dulía: se veneran personas, doctrinas, objetos que sirven de instrumento del poder de Dios.— La ventana es instrumento de la visión del paisaje: conduce la mirada más allá de sí misma, es medio de acceso. Y siendo visible, es a la vez invisible. De esta forma, se venera la mediación en cuanto instrumento de Dios. La Iglesia, en cuanto mediación en el Mediador, está en el mundo como instrumento querido por Dios, y al mismo tiempo lo transciende; no es fin, sino medio.

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7.01.17

(158) Inconveniencias eclesiales, XII: el principio situacionista de implenitud y su rechazo en la Veritatis splendor

El prestigio que posee el principio situacionista de implenitud (o incompletitud) de la ley moral en la teología moral católica, supone para la Iglesia un tremendo mal, y es causa de innumerables errores, desviaciones y ambigüedades doctrinales.

Sabiamente, San Juan Pablo II alude al error contenido en este principio fundacional de la moral de situación en la carta encíclica Veritatis splendor, resumiéndolo así: busqueda de «una libertad ilusoria FUERA de la verdad misma.»

Como vimos en anteriores posts, la moral de situación está sustentada en este principio, que nosotros, para facilitar su certero y rápido diagnóstico, hemos denominado así:  principio situacionista de implenitud de la ley moral:

principio situacionista: porque es el fundamento de la teología moral de situación y otras teologías heterodoxas derivadas de ella, y

de implenitud (o incompletitud): porque este fundamento está localizado FUERA de la ley moral. O como dice Pío XII, ha sido desplazado del centro a la periferia.

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29.12.16

(157) Inconveniencias eclesiales, XI: autonomía de los valores y movilismo historicista en Bernhard Häring

En anteriores artículos hemos analizado el exceso de lenguaje situacionista de Amoris lætitia, y en concreto su parecido conceptual con la teología del legalismo del teólogo redentorista Bernhard Häring.

El P. José María Iraburu, en su excelente post  (409) El elogiado P. Bernhard Häring, moralista anómico, traza con línea maestra los errores y peligros que supone su sistema anómico.

En este post que menciono, un lector, Esteban de Alemania, dejó un muy oportuno y certero comentario que copio y comento aquí, resaltando en rojo lo que me parece especialmente relevante:

 

Comentario de: : Esteban de Alemania [Visitante]

«Desde la abadía cisterciense de Heiligenkreuz en Austria ha emanado un artículo en el blog “sancrucensis” en lengua inglesa del teólogo moral Edmund Waldstein, O.Cist. (su abuelo ha sido fuertemente citado por Benedicto XVI y padre y madre enseña(ron) teología moral en EEUU), en el cual tambien toca el tema de la afinidad del Papa Francisco con la teología de Bernhard Häring, mostrándola a partir de su preferencia por “iniciar procesos antes que ocupar espacios” (Evangelii Gaudium,223).

 »Waldstein relata, que Bernhard Häring solía citar fuera de contexto una frase del Cardenal Newman para justificar su casi veneración de la conciencia errada. Esta queda manifiesta en una cita de Bernhard Häring, que yo espontáneamente traduciría así al castellano : "Es muy importante, no hablar del juicio erróneo de la conciencia de una manera meramente estática. Sería un error fatal, si un pastor o confesor u cualquier otra persona quisiese presionar a alguien a actuar en contra de una conciencia errada o impidiera el desarollo de su conciencia insistiendo indiscretamente en una norma objetiva” [Bernhard Häring, Frei in Christus, vol. 1 (Freiburg: Herder, 1989), p. 242].

 »Waldstein concluye que “parte de la razón por la cual Häring piensa que es tan importante respetar la conciencia de esta manera es, que él piensa que existen casos, en los cuales la conciencia de hecho acierta, mientras que la “norma objetiva” enseñada por la Iglesia yerra.”

 »Waldstein ve demostrado en ello “la influencia del historicismo moderno sobre el pensamiento de Häring. El piensa, que la respuesta apropiada al amor de Dios es elaborada lentamente a través de la historia y que la Iglesia aprende, que ciertas cosas no sirven para tal respuesta, por la voz profética de personas que se oponen a ella en conciencia. (…) Esto es una versión suave de ciertos hilos de historicismo moderno, heredados de Hegel. Habiendo abandonado la naturaleza y un orden telelógico objetivo, Hegel y algunos de sus seguidores otorgan a la historia un rol análogo al ocupado por la naturaleza en la filosofía clásica. La historia juzga sobre cuáles desarollos sociales están de acuerdo con el florecimiento de la libertad humana y cuáles no lo están. Por ello la omnipresencia en la moderndad del hablar sobre “el juicio de la historia". Häring está proponiendo algo similar para la vida de la Iglesia.”

 »Waldstein indica, que incluso los seguidores “suaves” de Hegel, “asumiendo términos historicistas, estos tienden a formular conclusiones, que implican el entendimiento moderno del bien, básicamente subjetivista, y el entendimiento de la libertad que resulta de el. Thomas Stark [tambien profesor universitario en Heiligenkreuz] ha demostrado, como estos problemas se materializan en la teología del Cardenal Kasper.

 »Con lo cual para mí se cierra el círculo: El idealismo alemán, con Hegel y Schelling, es el fundamento filosófico de los dos autores teológicamente mas influyentes en el pontificado del Papa Francisco, Kasper y Häring. Teológicamente su cátedra se ubica mucho mas en Tübingen que en Roma, aunque resida en Santa Marta.»

 

I.- HISTORICISMO MOVILISTA

Es muy interesante que se mencione esta toxina de la mente moderna que es el historicismo. Podemos sintetizar su error de perspectiva utilizando una palabra que es frecuente en este blog: Maelstrom. El historicismo introduce la ley moral, eterna e inmutable, en el remolino del devenir, transmutándola en puro movimiento, en continuo cambio situacional, sometiéndola a mutaciones de carácter antilegalista. Es un progresismo evolucionista, que podemos llamar, metafóricamente, poliedrismo doctrinal.

Es la lupa con que el progresismo contempla la realidad, considerándola un constructo del tiempo. De aquí la veneración por los procesos, los itinerarios, las dinámicas. Concibe la conciencia no como facultad de aplicación al caso de una ley inmutable, sino como incentivadora de procesos de discernimiento paulatino. La razón práctica queda reducida a discernimiento en etapas de maduración personal. Y la doctrina queda sumergida en el torrente de la mutabilidad circunstancial. Como vemos, es un efecto del movilismo, metástasis del nominalismo moderno.

Dice el comentarista:

«la afinidad del Papa Francisco con la teología de Bernhard Häring, mostrándola a partir de su preferencia por “iniciar procesos antes que ocupar espacios»

Hemos hablado de ello en el post anterior. Hay un gran parecido entre el lenguaje excesivamente movilista de Amoris lætitia y el de la obra de Häring. Y muy especialmente, coinciden en la importancia extrema concedida a los procesos y las dinámicas frente al supuesto estatismo de leyes y doctrinas, acusadas de rigidez.

Del movilismo historicista procede la perspectiva dinámica, madurativa, progresista, de la conciencia errada, que no es más que su justificación bajo la perspectiva de la filosofía situacional de los valores. Como decía el comentarista, para Häring:

«Es muy importante no hablar del juicio erróneo de la conciencia de una manera meramente estática»

Häring mismo es consciente de su historicismo, bajo excusa de historicidad, justificada, por cierto, con argumentos ecologistas:

«Si se quiere anunciar eficazmente la moral de la iglesia en todo el mundo, es necesaria una comprensión más profunda de la historicidad de la cultura humana, comprendidas las normas morales que se derivan de ella. Es preciso recordar que durante milenios se sentía la necesidad de explotar al máximo la fecundidad para la conservación de las costumbres y de la raza, o sea, para garantizar la sobrevivencia del hombre. Hoy nos encontramos frente a una colosal crisis ecológica, relacionada con el problema de la sobrevivencia. Si nacieran todos los millares de individuos no nacidos, debido a la contracepción a la que Caffarra tilda de tener una intención homicida, el agujero de ozono ya existente en nuestro mundo sería tan grande como para provocar en breve tiempo la muerte de todos. También la teología, y especialmente la teología cristiana, no debe huir de la realidad histórica. El Dios en quien creemos es el Dios de la historia, del actuar histórico. La fe implica en consecuencia una reflexión histórica.» (Norma y conciencia creativa)

 

II.- ANTROPOCENTRISMO: LA RESPUESTA DEL HOMBRE (Y NO LA LEY), COMO CENTRO DE LA VIDA MORAL

No olvidemos que el movilismo historicista, con su rechazo de lo estático, lo inmutable, lo absoluto, lo completo, es un humanismo autónomo, que como tal procede, sin duda alguna, del nominalismo moderno y su rechazo de las esencias.

He demostrado en este blog, en numerosos posts, que el antropocentrismo nominalista fue introducido en la mente católica en el Renacimiento. Y con él, el movilismo historicista, fruto del ataque a las esencias realizado por Ockham y sus seguidores, la mayoría eclesiásticos y religiosos.

Antropocentrismo y movilismo laten poderosamente en la teología de Häring. Sabido es que el redentorista establece la respuesta humana como centro de la vida moral del cristianismo, bajo el nombre de responsabilidad. No la ley moral, es decir la sabiduría de Dios, sino el hombre, es decir, su discernimiento personal. En su opinión, la esencia de la vida moral no es la ley eterna inserta en la naturaleza, sino la respuesta del hombre:

«Por lo dicho aparece claramente que los conceptos propia salvación, leyes y mandamientos conservan toda su importancia. Pero en ninguno de ellos vemos la idea central de la moral católica. Más apropiado nos parece el concepto de responsabilidad, entendiéndolo en sentido religioso. En este sentido, podemos decir que su misma estructura verbal señala el carácter religioso, propio de la moral, que es el carácter dialogal respuesta : responsabilidad. Nos parece que por ella se expresa mejor la relación personal del hombre con Dios. El Dios personal dirige al hombre la palabra, mediante el llamamiento que le hace a cumplir su divina voluntad; responde el hombre al tomar una decisión y así se responsabiliza ante Dios.» (La ley de Cristo, Sección 2ª, II, 3)

Es sorprendente que un teólogo católico afirme que la idea central de la moral cristiana no es la ley de Dios, sino la respuesta que elabora el hombre. Coherente con este antropocentrismo es una de las tesis centrales de la teología moral de Häring: la gracia no se da exactamente para cumplir los mandamientos, sino para el seguimiento personal de Cristo y la comprensión vivencial de los valores cristianos.

Lo veremos más adelante. Vamos a quedarnos por ahora con esta idea: si la esencia de la vida moral NO ES LA LEY divina sino la elección moral humana, entonces es mezquino confrontar la conducta del hombre con la ley moral, como propone Amoris lætitia 304:

«Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano»

 

III.- AUTONOMÍA DE LOS VALORES Y CREATIVIDAD DE LA CONCIENCIA

La teología moral de Häring, a lo largo del tiempo, fue radicalizando su teoría de los valores, hasta el punto de independizarlos de las esencias e insubordinándolos de la ley eterna, afirmándolos en cuanto tienen de mutables y adaptables a las circunstancias y situaciones del sujeto moral.

Esto supone la inserción de la conciencia en un mero movimiento de valoraciones (valores) personales cambiantes, y su introducción en un proceso de maduración personal, cada una de cuyas etapas podría ser supuestamente grata a Dios (aun implicando la transgresión de la ley moral).

En definitiva: se substituye la ley natural, reguladora de la vida moral del ser humano, por el valor autorregulador discernido por la conciencia. La vida moral adopta una tendencia autorredentiva: son la historia, las situaciones, el devenir existencial, las fuerzas que impulsan a la conciencia a independizarse de los límites esclavizantes de la ley moral, y hacerse creativa. Por eso debe ser incorporada a la praxis eclesial, como pide A.L. 303:

«A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio.»

La creatividad de la conciencia contra la rigidez legalista de las normas estáticas es una de las tesis militantes de la teología del antilegalismo de Häring: la conciencia debe ser incorporada a la praxis eclesial porque la pastoral no puede limitarse a la aplicación rígida de preceptos estáticos, sino debe contar con el aporte extra de la conciencia creativa. Lo sintetiza Häring con claridad en este artículo:

«¿Existe una conciencia creativa? A mi parecer, la respuesta puede ser solamente un claro sí. Notando enseguida que la conciencia de aquél que está totalmente aferrado a preceptos rígidos y a normas prohibitivas no puede ser creativamente activa. Esta se aferrará literal y escrupulosamente, en la medida en que podrá, a las normas consideradas como algo inflexible. El que mide su relación con Dios en base a normas inflexibles entendidas de manera estática estará totalmente aferrado a la voluntad de obedecer a la letra hasta el punto de no ser capaz de cumplir espontáneamente las obras que nacen de la grandeza de corazón.» (Berndhard Häring, Norma y conciencia creativa)

Creo que todo aquel que haya leído el capítulo VIII de Amoris lætitia encontrará un parecido enorme con el mensaje transmitido aquí por este autor.

 

IV.- DESPLAZAMIENTO DE LA LEY MORAL

Pero lo fundamental en esta visión de la vida moral es el desplazamiento de la ley moral del centro a la periferiacomo diría Pío XII de la moral de situación. Se deduce de ello la afirmación de que no es el cumplimiento de la ley lo esencial, sino la vivencia de sus valores y su concreción en una respuesta responsable y generosa. Recordemos que A.L. introduce la dificultad para comprender los valores como condición del juicio moral, dando un paso en contra de lo ya trazado por Juan Pablo II. Se conoce bien el precepto, pero no se comprenden del todo sus valores o cuesta comprenderlos.

Y esta no comprensión o dificultad de comprensión (nótese: de valoración) puede incluso suponer que un sujeto QUE CONOCE BIEN LA LEY MORAL y aún así permanece en adulterio a lo largo del tiempo, no se encuentre en pecado mortal y permanezca en gracia santificante, aun transgrediendo la ley moral que conoce bien. Ley que, no lo olvidemos, se refiere en este caso a actos intrinsecamente malos perpetuados en el tiempo, actos que jamás son lícitos en ninguna circunstancia.

«(301) La Iglesia posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes. Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma»

No se trata aquí, tan sólo, de esa dificultad que encuentran algunos esposos para comprender los valores inherentes a las normas, sino de que esa comprensión del valor ha sido desplazada al centro de la vida moral y determina incluso que se cometan actos intrínsecamente malos (con conocimiento de causa) a lo largo del tiempo y supuestamente se permanezca en gracia santificante y creciendo en virtudes teologales sin arrepentimiento ni cambio alguno en su vida.

Aquí la comprensión del valor se absolutiza y sobrepone al conocimiento de la ley moral por la conciencia, hasta el punto de ser considerada causa de excepción y justificación: se cometen actos intrínsecamente malos y aun así se está supuestamente en gracia santificante y se crece supuestamente en virtudes teologales, siendo ésta “la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios” y “la entrega que Dios mismo está reclamando” (A.L. 303). Pero esto, que el sentido común percibe como error, es coherente con una teología que coloca la respuesta humana en el centro de la vida moral y no la ley eterna.

 

V.- RESPUESTA PERSONAL A DIOS, MÁS ALLÁ DE LA LEY MORAL 

La teología de Häring, pues, es una teología de la respuesta; una teología del discernimiento autónomo de valores, más allá o más bien A PESAR del precepto objetivo. No es extraño que si el teólogo alemán valora la respuesta humana por encima de la ley moral, la valoración de los actos humanos que propone sea más o menos independiente del cumplimiento o no la ley moral.

Resulta altamente inconveniente el profundo parecido de esta tesis con la propuesta del punto 303 de Amoris lætitia:

«(AL 303) Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena.»

Bajo la perspectiva movilista (historicista) del situacionismo, considerar estáticamente el juicio de la conciencia supone NO confrontarla con una ley moral supuestamente inmutable y por ello estática, cerrando así caminos y dinamismos de maduración. Hacer esto, según A.L., es mezquino.

El comentario de Esteban de Alemania incide, también, en este aspecto importante del situacionismo de Häring y las resonancias que parece pueden encontrarse de él en A.L.. Dice el comentarista:

«Waldstein ve demostrado en ello “la influencia del historicismo moderno sobre el pensamiento de Häring. El piensa, que la respuesta apropiada al amor de Dios es elaborada lentamente a través de la historia y que la Iglesia aprende»

Ciertamente, hallamos ecos de esta tesis en el capítulo 8 de la exhortación, punto 303, en que afirma explícitamente que la Iglesia debe incluir en su praxis pastoral el papel de la conciencia entendida no en cuanto a facultad formada que aplica la ley al caso, sino en cuanto respuesta activa, creativa, en casos de transgresión de la ley.

 

VI.- GRACIA QUE NO SE DA EXACTAMENTE PARA CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS

Pero, ¿qué ideas subyacen bajo esta concepción de la vida moral? Como se sabe, Häring enseña en sus obras que la gracia no se da exactamente para cumplir los mandamientos, sino para seguir a Cristo. Lo formula, por ejemplo, aquí:

«La gracia del Espíritu Santo no es algo accesorio, que se añade de una manera postiza a la ley nueva. Tampoco es exactamente una ayuda o una fuerza que se nos concedió después para que pudiésemos cumplir los preceptos de una ley exigente y difícil.» (La nueva Alianza vivida en los sacramentos, Pág.112)

—Conforme a esta idea, para Häring el cumplimiento de los mandamientos no es el centro de la vida moral cristiana, como se afirma en La ley de Cristo. Si esto es así, entonces, la conciencia tampoco tiene como objeto principal aplicar la ley universal al caso particular. La ley moral, bajo esta perspectiva, no basta para comprender la situación personal ni valorar el grado de seguimiento de Cristo por parte del sujeto. Por esto, en La ley de Cristo, Sección 2ª, II, 2, compara la visión tradicional del papel de la conciencia con el eticismo kantiano, y afirma:

«b) Con semejante perspectiva kantiana, la “conciencia” se degrada a una simple función lógica. Al reducir la vida moral a lo exigido por la ley general, la conciencia no tendrá más oficio que el de la aplicación silogística de lo general a cada caso particular. Cierto es que de los casos particulares se deduce la ley general; pero es cosa grave en demasía que a lo exigido a todos no haya de añadirse nada, teniendo en cuenta los dones individuales de cada uno.»

Como vemos, ya en su temprana obra afirma Häring lo que hemos denominado en el post anterior principio de implenitud (incompletitud) de la ley moral: la ley moral no puede aplicarse a todos los casos y situaciones y por eso no basta para determinar el grado de seguimiento de Cristo de una persona. Y dado que, según el situacionismo del redentorista, es el seguimiento de Cristo lo definitorio de la vida moral cristiana, no el cumplimiento de la ley natural, el hecho de que se incumplan los mandamientos en un determinado caso particular no basta para determinar el grado de perfección moral de un sujeto, ni tampoco para calificar como pecaminoso un obrar contrario a lo mandamientos.

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Sorprendentemente, la misma idea encontramos recogida en el problemático punto 304 de Amoris lætitia, donde afirma primero que la conformidad con la ley moral no indica grado de fidelidad a Dios (separando, como hace Häring, vida moral y mandamientos).

En este mismo punto, 304, afirma claramente el principio de implenitud de la ley moral, es decir, que la ley moral universal no puede abarcar todos los casos particulares:

«Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. »

 

VII.- DE NUEVO EL PRINCIPIO SITUACIONISTA DE IMPLENITUD DE LA LEY MORAL

La explicación que Amoris lætitia aporta del principio situacionista de implenitud de la ley moral es, precisamente, el mismo que subyace en la teología moral del teólogo redentorista: la superioridad de los valores sobre los preceptos de la ley. Así lo justifica este conflictivo punto de la exhortación:

«(304) hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma. Ello no sólo daría lugar a una casuística insoportable, sino que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado»

Y parece que se vuelve a insistir en ello más adelante:

« (311) La enseñanza de la teología moral no debería dejar de incorporar estas consideraciones, porque, si bien es verdad que hay que cuidar la integridad de la enseñanza moral de la Iglesia, siempre se debe poner especial cuidado en destacar y alentar los valores más altos y centrales del Evangelio»

__________

El tema da para mucho y no se agota en estas breves observaciones. Pero recordemos siempre que, según la condena que realizó Pío XII de la moral de situación, ésta se basa en la desconfianza de la aplicabilidad universal de la ley moral y la afirmación de su implenitud. Como enseña Pío XII:

«El signo distintivo de esta moral [de situación] es que no se basa en manera alguna sobre las leyes morales universales, como —por ejemplo— los diez mandamientos» (Pío XII, Discurso sobre la moral de situación, 4).

«Luego la decisión de la conciencia —afirman los defensores de esta ética— no puede ser imperada por las ideas, principios y leyes universales.» (Idem)

También condena Pío XII la subordinación del precepto al valor que realiza la ética situacionista. Bajo esta perspectiva, la vida moral se fundamenta no en una ley “impersonal” y rígida sino en la vivencia personal y concreta de los valores inherentes al bien, del cual la ley es sólo una formulación no plena e insuficiente. Así describe Pío XII esta mentalidad:

«Ella no niega, sin más, los conceptos y los principios morales generales (aunque a veces se acerque mucho a semejante negación), sino que los desplaza del centro al último confín. Puede suceder que la decisión de la conciencia muchas veces esté de acuerdo con ellos. Pero no son, por decirlo así, una colección de premisas, de las que la conciencia saca las consecuencias lógicas en el caso particular, el caso de una vez. ¡De ningún modo! En el centro se encuentra el bien, que es preciso cumplir o conservar en su valor real y concreto; por ejemplo, en el campo de la fe, la relación personal que nos liga a Dios. » (Pío XII, Discurso sobre la moral de situación, 6).

Aquí Pío XII está condenando la tesis historicista de la prevalencia del valor sobre el precepto de la ley, según la cual lo principal no es el precepto (sería legalismo creer eso) sino el valor del bien preceptuado, valor que está por encima del precepto. Esta tesis parece encontrar cierta resonancia en la exhortación apostólica, enunciada de una manera muy parecida a como la enuncia Bernhard Häring. Justamente, es la tesis fundamental de la Ley de Cristo, radicalizada posteriormente:

«Por lo dicho aparece claramente que los conceptos propia salvación, leyes y mandamientos conservan toda su importancia. Pero en ninguno de ellos vemos la idea central de la moral católica.» (Bernhard Häring, La ley de Cristo, Sección 2ª, II, 3)

Si, como opina el redentorista, la ley eterna no es lo central de la moral católica, por su implenitud, ha de serlo entonces el ser humano individual y concreto, con su toma de decisiones, es decir, su respuesta, su responsabilidad. Así, se desplaza de Dios al hombre (a su conciencia autónoma creativa, es decir, a su discernimiento) el fundamento de la moral. La ley moral sólo queda como guía para lo principal, que es la respuesta del hombre a Dios:

«Más apropiado nos parece el concepto de responsabilidad, entendiéndolo en sentido religioso. En este sentido, podemos decir que su misma estructura verbal señala el carácter religioso, propio de la moral, que es el carácter dialogal respuesta : responsabilidad. Nos parece que por ella se expresa mejor la relación personal del hombre con Dios. El Dios personal dirige al hombre la palabra, mediante el llamamiento que le hace a cumplir su divina voluntad; responde el hombre al tomar una decisión y así se responsabiliza ante Dios.» (Bernhard Häring, La ley de Cristo, Sección 2ª, II, 3)

Una vez más, esta tesis resuena en el punto 303 de Amoris lætitia.

Lo esencial de la moral cristiana, bajo este punto de vista, pues, no sería el cumplimiento de una ley moral inaplicable a todos los casos (sería mezquino basarnos en ello para determinar la moralidad de una persona, enseña A.L. 304) sino, como hemos venido diciendo, LA RESPUESTA CONCRETA (que la ley no es capaz de abarcar) que la persona puede ofrecer a Dios en función de los límites en que se encuentra en su situación concreta, y de su grado de responsabilidad, es decir, de su grado de comprensión del valor.

De esta forma, la toma de decisiones morales dependería no de la aplicación de la ley al caso por parte de la conciencia, sino por el discernimiento del valor por parte de la conciencia activa, cuyo papel, se afirma, ha de ser incorporado a la praxis de la iglesia. Que es lo que enseña A.L.en el punto anteriormente citado.

 

VIII.- DISCERNIMIENTO (CONCIENCIA CREATIVA) CONTRA CONCIENCIA. CREACIÓN DE EXCEPCIONES

No se trata aquí de la conciencia tradicionalmente entendida, que está formada en la ley moral y la aplica, sino de la conciencia que crea valores y que en su capacidad creativa debe ser incorporada a la praxis eclesial. Es la conciencia que responde autónomamente, más allá de la ley moral —(sería legalismo limitarla a su función tradicional, propia de “una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna” (AL 308), conforme a esa moral de escritorio rechazada en el parágrafo 312.)

—El rechazo del papel tradicional de la conciencia, entendida ésta al modo católico, y el desplazamiento del precepto al valor, implica la atenuación de lo bueno y lo malo, la relativización, la apología de los grises, el odio al blanco y al negro, al sí y al no. La vida moral no sería cuestión de blanco o negro, de sí o no, sino de una decisión generosa dinamica y en continuo proceso de cambio, de un constante transitar caminos e iniciar procesos. Como dice Häring en el capítulo anteriormente mencionado:

«Pero “decisión moral” no es lo mismo que un “sí” o un “no” »

Así parece sugerirlo Amoris lætitia, cuando habla de ese camino de la respuesta a Dios, que está más allá de la mezquina aplicación de la ley moral: 

«(305) El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino»

Para el movilismo situacionista, pues, no se trata de precepto sí o precepto no, sino de encontrar progresiva y gradualmente posibles caminos a elegir e iniciar dinámicas de maduración, para las cuales se da la gracia, y en las cuales se centra la vida cristiana. Häring lo idealiza en la Sección ya mencionada de La ley de Cristo:

«Sin duda que cuando se presentan al alma diversos caminos, sólo con vacilaciones se arriesgará a decidirse, o lo hará como un acto de atrevimiento y arrojo, pero siempre responsabilizándose de su elección en cada situación particular.»

De lo que se trata, afirma Häring, es de hacer el bien más allá de la ley. Y esto es posible porque la conciencia subjetiva es creativa, y no debe ser esclava de la ley moral. De lo contrario, según dice Häring, hablamos de estéril rigorismo:

«En mi actividad pastoral y en la terapia me he encontrado con moralistas, canonistas y sacerdotes intérpretes despiadados de la inflexibilidad de cualquier norma: estas pobres personas eran prisioneras de su rigorismo y vivían en un estado de continua angustia y sufrimiento. De ello derivaba que su conciencia era de ningún modo creativa. A esas personas se les escapaban todas las ocasiones de cumplir el bien más allá de la ley.» (Norma y conciencia creativa)

Para el teólogo alemán, la elección personal de caminos en base al discernimiento se inserta en un proceso de maduración, no es algo estático. Como dice A.L.,303:

«De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena.»

Que es lo mismo que opina Häring en la obra citada:

«Además, no hemos de olvidar una cosa : que la formación moral y religiosa del hombre se realiza gradualmente, por un continuo crecimiento.»

Es el movilismo propio de la teología situacional de los valores. Lo mencionaba el sustancioso comentario de Esteban de Alemania:

«el tema de la afinidad del Papa Francisco con la teología de Bernhard Häring, mostrándola a partir de su preferencia por “iniciar procesos antes que ocupar espacios"»

Para Häring, la falta de flexibilidad, la falta de creatividad en la toma de decisiones, el estatismo doctrinal y legalista, la negativa a excepciones en la transgresión de la ley, el centrar la vida moral en preceptos inmóviles y rígidos, es como una enfermedad, una neurosis:

«El que mide su relación con Dios en base a normas inflexibles entendidas de manera estática estará totalmente aferrado a la voluntad de obedecer a la letra hasta el punto de no ser capaz de cumplir espontáneamente las obras que nacen de la grandeza de corazón. El que trabaja en la terapia de neuróticos ansiosos y de personas aquejadas por complejos de culpa comprende el problema. Una vida completamente prisionera de rígidos preceptos y de prohibiciones termina siendo irremediablemente estéril, es decir, lo contrario de creativa. La conciencia, que está frente a conflictos normativos de preceptos que aquí y ahora se contradicen, que no parecen admitir ninguna flexibilidad y ninguna excepción, llegará a ser inevitablemente enferma con reflejos devastadores en la relación con el Dios legislador.» (Norma y conciencia creativa)

Bajo este punto de vista, dada la autonomía de los valores respecto a la ley moral, la conciencia creativa podría crear excepciones a la ley moral, que aspiraran al valor (al ideal) y al mismo tiempo introdujeran singularidades en la rígidamente inculcada ley moral:

«Es más dramático descubrir cómo son ciegos ante estos hechos ciertos moralistas y sobre todo ciertos eclesiásticos. Si un moralista llega a reconocer que su conciencia es sólo una máquina para aplicar leyes claramente definidas, que no admiten excepciones, una simple conciencia obsequiosa frente a normas inculcadas, este pobre hombre deberá ir lo más pronto posible a un psiquiatra» (Norma y conciencia creativa)

Oportuno es recordar aquí lo que parece la tesis central, sugerida, mostrada, no tanto dicha, de Amoris lætitia: la consideración de excepciones a los actos intrínsecamente malos, incorporando el papel de la conciencia creativa a la praxis eclesial al respecto.

La encíclica Veritatis splendor, de San Juan Pablo II, que no es citada en la exhortación apostólica Amoris lætitia, es quizá una de las síntesis más perfectas de los principios fundamentales de la moral cristiana. Sería necesario reafirmar sus principios frente al confusionismo teológico del situacionismo, y retener sus enseñanzas acerca de la ilicitud en toda circunstancia de los actos intrínsecamente malos.
 
Es un documento fiable y seguro para hacer frente al movilismo historicista y la teoría antilegalista de Bernhard Häring, resonante, por desgracia, en los ambiguos parágrafos del capítulo VIII de Amoris lætitia.

 

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

2.12.16

(156) Inconveniencias eclesiales, X: Amoris Lætitia y la teología del antilegalismo de Bernhard Häring

Amoris Lætitia parece plantear su análisis de la situación de los divorciados en nueva unión calificando como rigorista todo tipo de juicio moral definitivo al respecto. Ni bien del todo ni mal del todo, ni blanco ni negro. Afirmar que una situación es blanca o negra, es decir, buena o mala, verdadera o falsa, es etiquetada como afirmación rígida:

«298. Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral.»

Aunque reconoce que no es el ideal moral:

«(298) Debe quedar claro que este no es el ideal»

Es decir, el estado de los divorciados vueltos a “casar” no es ni blanco ni negro; se reconoce que ciertamente no es el ideal, pero que no debe catalogarse como situación en una categoría “rígida”, sino polivalente o indefinida: transgresión de la ley, no transgresión de la ley, aproximada transgresión de la ley, etc. Es lo que hay que discernir, en lugar de juzgar aplicando la ley al caso. Por categoría rígida, evidentemente, se refiere a su relación específica y unívoca con la Ley Moral, como se puede notar en todo el Capítulo ocho.

No es justo, enseña A.L., juzgar la situación irregular respecto a la ley moral, pues esto daría lugar a un juicio rigorista, en que quedaría en exceso definida su bondad o mal respecto a la ley moral. Y no es justo, se pretende mostrar, porque la ley moral, según A.L., no basta para valorar la fidelidad de una persona a Cristo, que no puede “medirse” por su conformidad con la ley divina, sino respecto al discernimiento, que no juicio, de la propia conciencia:

«304. Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general.»

Es una de las tesis centrales que atraviesan A.L.: es mezquino hacer afirmaciones rígidas. Afirmaciones rígidas, pues, en este contexto anti-rigorista, parecen ser aquellas que refieren la acción a la ley moral. ¿Por qué? Por lo que llamo principio de incompletitud de la ley moral, característico de las éticas situacionistas derivadas del nominalismo moderno: la ley moral, supuestamente, no puede abarcar todos los casos y situaciones, y no basta para valorar si una persona es fiel a Cristo o no:

«Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano» (A.L. 304)

Esta acusación de rigorismo recuerda y es parecida a la teología del legalismo propia del situacionismo teológico, como venimos afirmando en este blog. Concretamente, esta idea ha sido ampliamente defendida por el teólogo redentorista Bernhard Häring.

 

I.- HÄRING, UN TEÓLOGO HETERODOXO ELEVADO A LOS ALTARES

Charles Curran presenta así la tesis central de la teología de Häring. 

«El cristiano está llamado al crecimiento y a la conversión continua de su vida moral en sus múltiples relaciones con Dios, con el prójimo, con el mundo y consigo mismo. Häring se opone firmemente a todo tipo de legalismo que hace de Dios un controlador en vez de un Salvador lleno de misericordia

Puede comprobarse la consonancia con la idea central de A.L. cap. 8.

En la página de la Academia Alfonsiana, en que no le escatiman elogios, definen la obra teológica de Häring como una lucha contra el legalismo y rigorismo -contra el Magisterio.

«La oposición del Padre Häring a toda clase de legalismo y rigorismo alcanzaría incluso a algunos pronunciamientos oficiales de la Iglesia, que él consideraba demasiado intransigentes. Particularmente crítica fue su actitud frente al rechazo de los métodos de control artificial de los nacimientos, tal como viene formulado en la encíclica Humanae Vitae. Esta actitud le costaría no pocos sufrimientos y amarguras, sobre todo, cuando -en la década de los ’70- la Congregación para la Doctrina de la Fe le sometió a un proceso investigativo.»

No dudan en poner a Häring en la cumbre de la teología moral:

«El Padre Bernhard Häring, uno de los más egregios fundadores de la Academia Alfonsiana, es considerado por muchos como el mayor teólogo moralista católico del siglo XX. La contribución del Padre Häring en el campo de la teología moral ha sido extraordinaria. Escribió 104 libros, de los que se han hecho trescientas traducciones. Publicó unos 1000 artículos en diversos idiomas. Le llovieron honores y premios de parte de las más prestigiosas asociaciones, como el “National Catholic Book Award” de la Catholic Press Association, el premio “Wlodzimierz Pieterzak” de Polonia. Su nombre fue incluido en el Who’s Who en América y en el resto del mundo. Es citado en el Diccionario de Bibliografía Internacional y por el Who’s Who Internacional de autores y escritores. Fue Profesor y dio conferencias en prestigiosas universidades y centros de estudio, como Fordham, Yale, Brown, Temple, San Francisco, el Kennedy Institute for Bio-ethics-de la Georgetown University etcétera.»

Respecto a Häring, hay que decir que en La ley de Cristo comienzan a asomar ciertos errores anómicos, cierta actitud antiley, pero todavía se puede decir que no se aparta en esencia de la moral católica. Lo peor vino después, con su lucha contra el magisterio eclesiástico, siempre a peor, deteriorándose su doctrina progresivamente.

Resulta dramático, por la desistencia de autoridad que supone, que un teólogo tan heterodoxo como Häring, profundísimamente nominalista y proluterano en su doctrina sobre la gracia y la ley, detractor acérrimo de la Humanae vitae, haya tenido tanta difusión. Ha sido incluso canonizado por la propia Academia Alfonsiana:

«A todos cuantos conocieron al Padre Häring y particularmente a cuantos recibieron de él la luz de su ciencia o la ayuda de sus consejos pedimos una plegaria ante el Señor. Que él desde el cielo nos ayude a continuar sin cansancio la obra a la que él consagró su vida.»

Tal es el prestigio de Häring entre los católicos, que el propio Papa Francisco, recientemente en Diálogo del Papa Francisco con los jesuitas reunidos en la Congregación General XXXVI,  , (aquí en italiano) afirma de Häring que:

«Creo que Bernard Häring fue el primero que empezó a buscar un nuevo camino para hacer reflorecer la teología moral. Obviamente en nuestros días la teología moral ha hecho muchos progresos en sus reflexiones y en su madurez; ya no es más una «casuística».

A continuación se afirma en retorsión que no hay que caer en el situacionismo:

«En el campo moral hay que avanzar sin caer en el situacionalismo; pero por otro lado hay que hacer surgir la gran riqueza contenida en la dimensión del discernimiento»

 

II.- HÄRING Y EL PRINCIPIO DE IMPLENITUD DE LA LEY MORAL

Es significativo, en este mismo diálogo del Papa con los jesuitas, cómo preguntan sobre moral en términos situacionistas, a la manera de Häring: sustituyendo el juicio de la conciencia (aplicar la ley al caso) por el discernimiento (valorar la situación sin referirla a la ley moral sino al ideal, mediante un ejercicio de conciencia creativa). Esto resulta muy llamativo:

«En su discurso nos ha propuesto claramente una moral que se funda en el discernimiento. Cómo nos sugiere avanzar en el campo moral en torno a esta dinámica de discernimiento de las situaciones morales? Me parece que no es posible detenerse en una interpretación de aplicación subsuntiva de la norma que se limita a ver las situaciones particulares como casos de la norma general.»

Observad cómo en la pregunta se afirma la tesis situacionista de la incompletitud de la ley Moral. Y la respuesta es: «El discernimiento es el elemento clave: la capacidad de discernimiento. Y estoy notando precisamente la carencia de discernimiento en la formación de los sacerdotes. Corremos el riesgo de habituarnos al “blanco o negro” y a lo que es legal. Estamos bastante cerrados, en general, al discernimiento. Una cosa es clara: hoy en una cierta cantidad de seminarios ha vuelto a reinstaurarse una rigidez que no es cercana a un discernimiento de las situaciones

La substitución del juicio de la conciencia por el discernimiento creativo, sin la “esclavitud” de la ley, como diría Häring, es uno de los elementos situacionistas preferidos por el teólogo redentorista.

El riesgo del blanco y el negro resuena parecido a la tesis de la creatividad de la conciencia, la negación de su limitación legalista a unos parámetros que el situacionismo considera rígidos, y que impiden el discernimiento. De forma que recuerda en exceso a la propuesta de Häring. No puede soslayarse el hecho de que en A.L. parece propugnarse un discernimiento alternativo a la aplicación de la ley moral al caso. Dice el redentorista:

«¿Existe una conciencia creativa? A mi parecer, la respuesta puede ser solamente un claro sí. Notando enseguida que la conciencia de aquél que está totalmente aferrado a preceptos rígidos y a normas prohibitivas no puede ser creativamente activa. Esta se aferrará literal y escrupulosamente, en la medida en que podrá, a las normas consideradas como algo inflexible» (Norma y conciencia creativa, 1989)

Esta supuesta inflexibilidad rigorista de la aplicación de la ley al caso, cuyo resultado es el blanco y negro detestado por legalista, es proscrita como criterio pastoral. Se pide a los sacerdotes no caer en juicios rígidos, en esa moral de escritorio que está al margen de las situaciones, y que consiste en aplicar mecánicamente la ley al caso (es lo que en AL se denomina casuística, sin serlo en propiedad).

Acerca de esto, Häring afirma:

«La conciencia, que está frente a conflictos normativos de preceptos que aquí y ahora se contradicen, que no parecen admitir ninguna flexibilidad y ninguna excepción, llegará a ser inevitablemente enferma con reflejos devastadores en la relación con el Dios legislador.» (Norma y conciencia creativa, 1989)

Y a continuación expresa que el rigorismo consiste, precisamente, en no ser capaz de cumplir el bien más allá de la ley:

«En mi actividad pastoral y en la terapia me he encontrado con moralistas, canonistas y sacerdotes intérpretes despiadados de la inflexibilidad de cualquier norma: estas pobres personas eran prisioneras de su rigorismo y vivían en un estado de continua angustia y sufrimiento. De ello derivaba que su conciencia era de ningún modo creativa. A esas personas se les escapaban todas las ocasiones de cumplir el bien más allá de la ley» (Norma y conciencia creativa, 1989)

Inconveniente es encontrar resonancias o parecidos de esta doctrina en el capítulo 8 de A.L. Porque los fieles pueden pensar que está validando este tipo de teologías, al expresarse de la misma manera.

Seguidamente, el teólogo anticonceptista expresa cómo una persona puede descubrir cómo agradar a Dios mediante un discernimiento creativo, que entiende la valoración moral de las acciones humanas más allá de la esclavitud de la ley. Aquí resuena de nuevo en A.L. cierto lenguaje que induce a pensar en términos en que el discernimiento eclipsa el juicio objetivo de la conciencia:

«La mirada decidida y determinante del cristiano sanamente formado se dirige hacia todos los signos de la benevolencia y de la gracia de Dios, y frente a las nuevas provocaciones del amor del prójimo, se pregunta no tanto: “¿lo debo hacer"?, sino: “¿qué puedo dar al Señor aquí y ahora por todo el bien que me ha hecho?”. Aquel que ha orientado su conciencia en el sentido de las bienaventuranzas y de los mandamientos del evangelio y que sobre todo ha ordenado su conciencia a la finalidad de esos mandamientos y bienaventuranzas y se esfuerza infatigablemente por traducirlos en la práctica del mejor modo posible, hará continuamente nuevos descubrimientos.» (Norma y conciencia creativa, 1989)

O como se dice en el punto 303 de A.L.:

«Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo. De todos modos, recordemos que este discernimiento es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena.»

El concepto central del situacionismo de Häring es consecuencia de la tesis del principio de la incompletitud de la ley natural, que parece ser expresada en uno de los puntos claves de AL:

«304. Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano.»

De este principio se desprende la tesis neotérica de la incorporación activa de la conciencia al discernimiento, en sacrificio de la objetividad del juicio moral de la razón práctica, por el cual la conciencia prevalece sobre la ley moral y no la sirve, sino la enfrenta,  tal y como es posible se muestre confusamente en este punto de A.L.:

«(303) A partir del reconocimiento del peso de los condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites»

Según esto, la ley moral no se puede aplicar a ciertos casos en que aplicarla sería rigorismo, y por tanto, para discernir el caso, (no para juzgar, nótese la distorsión lingüística), la conciencia debe ser creativamente incorporada para la autojustificación de excepciones. Esta idea insistente de Häring, que parece latente en A.L., es expuesta por el teólogo redentorista en el articulo citado Norma y conciencia creativa. En este texto, siempre bajo la perspectiva de su lucha contra el supuesto rigorismo del Magisterio y la pastoral de la Iglesia, afirma algo que suena de forma muy parecida a las paráfrasis de la exhortación.

Si leemos con lectura natural todo el capítulo 8 de la exhortación apostólica, nos embarga una duda. ¿Estará enseñando que hay pecados que, en ciertas situaciones, ni con el auxilio de la gracia se pueden evitar?:

«302. En el contexto de estas convicciones, considero muy adecuado lo que quisieron sostener muchos Padres sinodales: «En determinadas circunstancias, las personas encuentran grandes dificultades para actuar en modo diverso […] El discernimiento pastoral, aun teniendo en cuenta la conciencia rectamente formada de las personas, debe hacerse cargo de estas situaciones.»

 

III.- LA GRACIA VANA, QUE NO SE DA EXACTAMENTE PARA CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS

Nos preguntamos: ¿cómo puede pensarse que la gracia que se da para cumplir los mandamientos, no baste para cumplirlos y evitarlos en ciertas situaciones? ¿Cómo puede ser además que manteniéndose en pecado un sujeto pueda, por el contrario, crecer en gracia y virtudes teologales y realizar actos saludables? La respuesta a esta propuesta sorprendente de AL la proporciona el propio Häring: es que la gracia, dice, no se da exactamente para cumplir los mandamientos de la ley Natural, sino para seguir a Cristo. Es decir, para este teólogo, se puede seguir a Cristo y al mismo tiempo incumplir los mandamientos, porque la gracia no se dá exactamente para cumplir los mandamientos. La gracia, según la nueva moral, se da para seguir a Cristo, no para cumplir los mandamientos. Como dice Häring en “La nueva alianza vivida en los sacramentos”:

«La gracia del Espíritu Santo no es algo accesorio, que se añade de una manera postiza a la ley nueva. Tampoco es exactamente una ayuda o una fuerza que se nos concedió después para que pudiésemos cumplir los preceptos de una ley exigente y difícil.» (Pág.112)

Si, según este principio, la gracia no es exactamente una ayuda para cumplir los mandamientos, las ambiguedades mostradas en Amoris laetitia al respecto resaltan aún más en cuanto tales. Lo vemos por ejemplo aquí:

«(AL 302). En el contexto de estas convicciones, considero muy adecuado lo que quisieron sostener muchos Padres sinodales: “En determinadas circunstancias, las personas encuentran grandes dificultades para actuar en modo diverso” […] El discernimiento pastoral, aun teniendo en cuenta la conciencia rectamente formada de las personas, debe hacerse cargo de estas situaciones. »

Las consecuencias de la tesis están recogida, como vimos, en el punto 303.

Recuerda a una idea clarísimamente enseñada por Häring: la ley natural no es ley de esclavos, y por tanto, el Señor no exige un rigorista cumplimiento; se puede estar en gracia y recibir gracias incluso si se incumple, porque pretendidamente la gracia no se da exactamente para cumplir los mandamientos de la ley moral. El cristiano, según esta perspectiva, no está ni bajo la ley ni en la ley. Está al margen, por gracia. ¡!

Así lo explica Häring:

«Y sin embargo esta vida en el Espíritu no puede ser descrita ni presentada como «vida bajo una ley». El hombre que camina en el Espíritu no está ante la ley de Cristo como frente a una ley exterior y esclavizante. Haciendo de nuestra vida en Cristo la norma fiel de nuestros pensamientos, deseos y acciones, ni estamos sin ley ni estamos bajo una ley.» (La nueva alianza vivida en los sacramentos, Pág.116)

Se entiende así, lógicamente, que si según el situacionismo de Häring la vida en el Espíritu Santo no es una vida bajo la ley, entonces, como se deduce confusamente de AL, se pueda incumplir los mandamientos y a la vez vivir en gracia y creciendo en caridad y virtudes teologales..

Eso sí, Häring advierte que la ley natural sí que nos sirve de indicación para el camino-.

«Con todo, seguimos necesitando siempre las indicaciones de la ley exterior con sus preceptos y prohibiciones. Dicha ley es la clave para «distinguir los espíritus» (pág.116)

Lo mismo parece enseñar A.L.: la ley moral no como un principio inmutable que aplicar a todos los casos, sino una guía, una indicación de discernimiento.

«305. Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales» (…) En esta misma línea se expresó la Comisión Teológica Internacional: “La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión". El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios»

Es la tesis principal del situacionismo, que pareciera expresarse aquí:

«304.- Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma.»

He escrito este análisis comparativo del situacionismo de Häring y el lenguaje de A.L. con sentido de la responsabilidad, y amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, en bien de mi prójimo. No pretendo sino contribuir a un mejor esclarecimiento de los puntos oscuros de la exhortación. Entiéndase así este post.
 
Laus Deo Virginique Matri
 
 

21.11.16

(155) Elogio del reaccionario

«Ahora bien: sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que según sus designios son llamados.» (Romanos 8, 28)

 

I.- EL RÍO REVUELTO Y EL MAELSTROM

Visto de cerca, sin la debida perspectiva, el remolino del Maelstrom no parece más que un río revuelto. Pero es ambas cosas: el remolino final, la gran batalla, y al mismo tiempo el torrente en que podemos ahogarnos, pero también la turbación temporal en que pescar con provecho y afianzarnos cual roca, erguidos por gracia contra la corriente. 

—Y es que en río revuelto se puede pescar bien, si socorridos por el Pescador divino se resiste la corriente que progresa hacia el abismo. Hay que tener alma de roca y corazón de pescador de hombres. Y hacer muy nuestro el lema de Don Juan de Borja en sus Empresas Morales: Ferendo Vincam: sufriendo venceré.

 
Y es que paréceme que tanta confusión en el seno de la Iglesia es como río revuelto: muchos se ahogarán en él, si el diablo les empuja y ellos se dejan, pero otros muchos obtendrán buena pesca, si saben por gracia resistir las olas y no hundirse, y Cristo les capitanea.
 
No dudemos, hermanos, a la hora de dilucidar cuál es la roca: la roca es la Iglesia católica, la roca es la Ley Natural, la roca es la sana doctrina que libera, la roca es la gracia.

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