12.01.15

(54) Que nunca es bastante

1.- No imagino tormento mayor que estar sin Cristo. Por eso, ora, para estar con Él. Que nunca es bastante.

2.- Los discípulos pidieron al Señor que les enseñara a orar. Cuánto asombro les inundaría, contemplándole.

3.- Del Padre Nuestro en tu mente y en tu corazón todo el día, brotan tremendos surtidores de gracia en tu vida.

4.- Calla y escucha la Voz del Hijo del Hombre, orando en ti cuando oras.

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10.01.15

(53) Contra tibiezas y quietismos y otras mediocridades

En el amor a Dios por encima de todo, y al prójimo como a uno mismo, ha de consistir nuestro día a día. En el ejercicio orante del bien no cabe quietismo, ni mediocridad alguna, ni falta de celo.

Antes bien, la caridad de Cristo nos empuja a la propia abnegación en la caridad, vínculo de perfección, y a dar testimonio de la verdad que libera.

En este post trataremos de ello.

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1.- La mala manera con que se hacen las cosas en la sociedad del hastío, es una forma de aniquilación lenta de la voluntad y de rechazo de las gracias actuales por las que Dios mismo intenta rehabilitarla. Quien es infiel en lo pequeño no puede ser fiel en lo grande.

2.- Se puebla la sociedad de monstruosidades, y tú te limitas a hablar de valores humanos. Con miel de abejas de Pelagio quieres endulzarle la boca al diablo.

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4.01.15

(52) Del deseo de santidad, o que todo has de considerarlo basura con tal de ganar a Cristo.

1.- Siendo la santidad el bien supremo, el deseo de alcanzarla es el deseo supremo.

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2.- ¡Desea la santidad! Bien no comparable a nada en esta tierra. Bien infinitamente deseable, infinitamente apetecible, infinitamente valioso para ti, frente al cual todo habrá de parecerte vacío, corteza de la nada y podredumbre:

8 Más aún, todo me parece una pérdida comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que considero como basura, con tal de ganar a Cristo (Filipenses, 3)

3.- Tu sola voluntad no puede. Date cuenta: el Espíritu Santo te mantiene firme en la libertad que Cristo alcanzó para ti.

4.- Querer firmemente la santidad supone, ya, comenzar a caminar en ella.

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5.- Tremendo el peligro que se corre, si uno, movido por Dios, no se propone en serio ser santo con total e inaplazable determinación.

6.- No te sorprenda la presunción y vanagloria que mancharán tu deseo de perfección. Dios las permitirá, y las castigará en tu carne, para que compruebes en ti mismo, y te des cuenta de verdad, de tu radical incapacidad para ser santo por tu cuenta.

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7.- Sin el auxilio del Señor eres ABSOLUTAMENTE incapaz. Hasta que no te des cuenta, darás coces contra el aguijón. Que no es tu sí el que da vida a la obra del Señor en ti, sino la obra del Señor,  que insufla vida a tu cooperación y la habilita, como a un fruto extraordinario.

8.- El Señor hace maravillas en sus hijos. Que éstos no se atribuyan a sí mismos lo que corresponde principalmente al Señor. ¿Qué tenemos, que no hayamos recibido? Lo tenemos, es nuestro, y nos fue dado.

9.- Cuando el pecado mata la sed de gracia se detiene el caminante, y sólo en la confesión de los pecados se reaviva la sed y se recomienza el camino.

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10.- Toda la Sagrada Escritura te da aliento de perfección.

11.- Considera la sobrenaturalidad del deseo de perfección, y humilla tu voluntad a los pies del Hijo del Hombre para pedírselo sin demora, que nada podrás hacer para obtenerlo a fuerza de brazos, propósitos autosuficientes de año nuevo, planes de autoabastecimiento y presuntuosos proyectos de mejora.

12.- Ya que un ardiente anhelo de perfección sólo puede venirnos de lo alto, al Señor hemos de pedirlo insistentemente.

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13.- Tu deseo de perfección coincide con tu deseo de oración

14.- Grados de oración = grados de santidad

15.- No hay voluntad de santificación que sea extraeucarística.

¡Santidad o muerte!

Virgen con el Niño, sobre las ruinas de Europa

29.12.14

(51) Gemir por nuestras miserias

1.- De las profundidades de la vida de oración, donde las llagas de Cristo fructifican, procede la voz que clama contra los males que nos aquejan. Da aliento el Espíritu Santo a una santa indignación, que hace rogar, como Santa Catalina de Ricci en sus éxtasis místicos:- “¡Oh Señor, cuántos Judas hay en vuestra Iglesia! ¡Renovad, renovad, renovad vuestra Iglesia!”

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26.12.14

(50) De la oración como esperanza en acto, y los horrores de la desesperación.

Hermanos, hemos de orar sin descanso. 

No nos conformemos con las presuntuosas vanidades y falsas promesas de este mundo, planas, feas, sin Dios. En una sociedad desesperada no se reza. Porque se confía en el hombre, y de la vana confianza procede la vana autoglorificación. No te conformes con nada de este mundo, y mucho menos contigo mismo y con tus solas fuerzas.

En este post queremos dejar clara la esperanza, la oración y la eficacia de la gracia, contra la vana presunción, la autoconfianza temeraria y la desesperación radical de la Cultura de la Muerte.

Protejámonos del frío de estos tiempos al calor de la Iglesia. Al amparo de su Santa Eucaristía, y en el calor de los hogares cristianos, en que el Señor ocupa el primer lugar.

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Antes de comenzar los aforismos, vamos recordar qué cosa es la esperanza, citando el Catecismo:

1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.

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1.- Date cuenta: orar o no orar es cuestión de vida o muerte para el cristiano.

2.- La sociedad desesperada de hoy es ante todo una sociedad que ha dejado de orar.

3.- A veces se contradice al Espíritu Santo y se reza para no tener que orar

4.- Sin oración, la vida intramundana se asemeja a un infierno terrestre.

5.- La falta de oración es desesperación en acto.

Maldito el hombre que confía en el hombre (Jer 17,5).

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6.- La falta de esperanza se nos desploma encima, como un mamut derribado sobre nuestra vida cotidiana. Por más que se cubra con kilómetros de mantas de optimismo ciego, el gigante muerto permanece ahí, aplastando toda iniciativa de Dios y cerrando los ojos a la realidad. No se puede respirar. Los huesos del alma ceden al aplastamiento y la vida se convierte en puro gemido.

7.- La falta de esperanza teologal es un tormento capaz de roer acero puro y masticar cobalto. Sin Cristo la vida es puro hastío.

8.- Con sus manos de hierro, la desesperanza excava dos caminos: por el primero se alcanza la vana presunción. Por el segundo, el puro desesperar, advertido y voluntario.

9.- La falta de oración produce desesperación. Y es que la oración es esperanza en acto, como enseña el Doctor Angélico. La oración es el intérprete de la esperanza (II, IIae, q17, a2)

10.- A menudo la desesperanza va hibridada con un falso optimismo, que es ciego a toda realidad, y malcriado en el pelagianismo autorredentivo.

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 11.- Quien no ora en espíritu y en verdad desesperará del Espíritu y de la verdad.

12.- Afirma San Agustín que “dos cosas producen la muerte en el alma: la desesperación y la esperanza pervertida” (Sermones, 87,8). El falso optimismo inducido por el Espíritu de la Época, que es ante todo un vano optimismo tecnocéntrico que pervierte la esperanza cristiana, y convierte la técnica en un ídolo.

13.- Desesperar es descender en vida al infierno, enseña San Isidoro, (De summo bono, 2, 14). Por ello el liberalismo global del mundo produce una cultura obsesionada con la idea del infierno terrenal: la tierra como un planeta inhabitable, del que hay que huir.

14.- Una mirada al cine actual nos ilustra bien sobre el estado global del mundo. Constatamos cómo la posmodernidad vive inmersa en el miedo a cataclismos globales, volcanes de actividad definitiva, fines del mundo terrenal, diluvios y grandes destrucciones, con el ansioso deseo de una huida del infierno, una evasión a otros planetas, a otros mundos. Es el anhelo de escapar a la propia conciencia, la desesperación del pensamiento irreligioso, obsesionado con el infierno terrenal, imagen laicista del castigo divino.

15.- Voluntaria desesperación, blasfemias con apariencia amable y vana presunción, son las tres puertas del calabozo donde se ahoga todo quejido, todo lamento, todo gemido del alma buscando el aire fresco y la libertad de los hijos de Dios. Pero todo esfuerzo por ocultar el dolor de la conciencia parece poco. Es el espíritu represor del optimismo plastificado y brutal de esta época.

16.- En la Cultura de la Muerte la desesperanza tiene patazas pleistocenas. Todo lo aplasta a su paso, menos al Viviente. Nada pesa tanto como la nada, afirma León Bloy. Sólo como miembros vivos del Cuerpo del Viviente alcanzamos la libertad, la luz de todo consuelo, el aire fresco y la soltura sobrenatural de los hijos de Dios, con paso libre y luminoso hacia la Jerusalén Celestial.

17.- La irrealidad del mal se hace patente en el efecto que producen presunción y desesperación: la desrealización, la pérdida efectiva del sentido de la realidad.

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18.- Alejarse del Río de la Vida, que es la Santa Eucaristía, es adentrarse en la desesperanza. Lejos de su Cuerpo y de su Sangre, paso a paso se traga desierto, se vuelve el ser humano un avalista temerario de sí mismo, se endeuda con el diablo, que siempre pide más y no perdona ni un solo plazo.

19.- La desesperación contiene primariamente una decisión abismática, cruel, autodestructiva: -¡No oraré!

20.- La tristeza de este mundo, la perniciosa acidia, toxina del alma que desespera,  no es más que un venenoso estar acostumbrado a no orar.

21.- Evita la presunción: date cuenta que sin Cristo no puedes hacer nada (Jn 15, 5) Evita la desesperación: date cuenta que el furor del mal no puede nada contra el auxilio sobrenatural de Cristo; que su gracia es eficaz, y su brazo poderoso. Y que con la gracia de Dios todo lo puedes (Fil 4, 13)

22.- Levanta la mirada, busca las cosas de lo alto a hechura del Hombre Celestial, como ciudadano adoptivo de la Ciudad Celeste, que es tu verdadera patria :

48 Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial. 49 De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del Hombre Celestial.(1 Cor 15, 48:49)

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23.- Todo lo terreno pasa, pero la belleza del Cristo no caduca, ni tiene límite ni medida. No idolatres el feísmo irreal del mundo inconverso. Busca la Hermosura de tu Salvador, cuya Forma no pasa.

24.- La oración, como una red, alcanza todo sufrimiento, todo dolor, toda tribulación, y los sobrenaturaliza con la memoria de la gloria que habrá de manifestarse en los hijos de Dios.

16 Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. 17 Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida. 18 Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno. (2 Cor 4)

25.- El Espíritu Santo te mueve a confiar en la eficacia de la gracia, remedio de toda desesperación. Tu Defensor te sumerge en pura Providencia, te libera de la preocupación de cuanto te habrá de sobrevenir el día de mañana, pone tus ojos en el plan de Dios.

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26.- Simplifica tu oración, no hables mucho, como si poco confiaras. Ora, y recibe los dones que te harán más fuerte. Con la oración continua calarás muy hondo en cada acontecer.

27.- Los dones del Espíritu Santo, en especial el don de temor, dan crecimiento a la esperanza, suscitan ramas de su tronco teologal: la paz inconmovible de los santos, y su serenidad de oro; la diamantina confianza en el Señor, ante cualquier abismo y enemigo; la vigilancia marcial, atenta y afinada, como la mirada temperada a fuego; su gozo de la patria anticipada ya en la tierra, y el recio anhelo de permanecer en el Señor.

28.- Los dones del Espíritu Santo elevan tanto la esperanza, la afirman de tal manera en el Dios vivo, que el alma humana adquiere como una consistencia de paraíso.

29.- La esperanza como una flecha cierta hacia su objeto. No podemos estar completamente ciertos de formar parte de los predestinados, como enseña Trento. Pero sí confiamos en la omnipotencia auxiliadora del Señor.

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30.- Recuerda a menudo los horrores de la desesperanza voluntaria y la tristeza de este mundo. Ten en la mente la contundente aseveración de San Ambrosio, escrita como en bronce:

“ No parece ser hombre en absoluto quien no espera en Dios” (De Isaac et anima, 1, 1)

Como certeramente afirma Pieper, en su obra sobre las Virtudes Fundamentales:

Un hombre desesperado en su fondo más último puede mostrarse completamente optimista –para otros y para sí mismo- en los penúltimos dominios el ser; por ejemplo, en el campo de la naturaleza y de la cultura, si sabe cerrar herméticamente la cámara más íntima de la desesperación de modo que no puede salir ningún quejido. (Y es sintomático el hecho de que el hombre mundano de nuestra época haya logrado en esto un verdadero virtuosismo”)  

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Hermanos, no dejemos de orar,  nos jugamos la esperanza que el Señor ha infundido en nuestros corazones. Pues de la falta de oración procede la vana confianza en uno mismo. Y de la presunción, la desesperación.

¡Oremos sin descanso!

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI