InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Archivos para: 2020

7.01.20

(403) En que se expone el doble juego neomodernista y su moderada rendición al Leviatán

No entenderemos la esencia del neomodernismo, ni la razón de su peligrosidad, hasta que no tengamos claro cuánto desea revestirse de ortodoxia católica. Y en muchos casos, sinceramente. Los neomodernistas no piensan como los heterodoxos, no desean rechazar la doctrina católica sino adaptar el modernismo a ella. No desean abandonar el catolicismo sino actualizarlo según sus preferencias, añadiéndole conceptos y principios entresacados del pensamiento moderno. 

Sobre todo, y ante todo, el concepto hodierno de persona, para lo cual acuden, por ejemplo, a los materiales intelectuales de la antropología existencialista, al hegelianismo moderado por el individualismo kiekegaardiano, al normativismo de Kant, o a la nueva deconstrucción metafísica heideggeriana.

 

Hay que tener claro que las especificaciones intelectuales del neomodernismo, es decir, el personalismo y la Nueva Teología, se revisten a menudo de piedad, no pocas veces sincera; y que su objeto es permanecer católico al mismo tiempo que moderno, y viceversa.

El humanismo que surge de la mentalidad personalista y neoteológica quiere ser católico, y cree poder serlo oponiéndose al humanismo ateo, como hace por ejemplo de Lubac; al relativismo doctrinal, como hace por ejemplo Hans Urs von Balthasar; o al liberalismo de primer y segundo grado, como hace por ejemplo Maritain; o incluso al capitalismo nihilista, como hace Mounier; el humanismo que postulan huye, para permanecer católico, de los extremos, por eso niegan que Sartre sea en verdad un existencialista; pretenden una vía media de conciliación según la cual se podría ser católico y al mismo tiempo se podría ser moderno.

Los neomodernistas en general exaltan la moderación y las delicias del perfil bajo. Por eso caen en manierismos y hechuras de sofisticada pose, en bondadosistas condescendencias y actitudes poco firmes, tímidas y acomplejadas. Decir sin decir, proponer insinuando, no condenar, no reñir, no anatemizar, no levantar la voz, andar con pasos de paloma y sugerir, para que el Leviatán no les ruja, que el cristianismo es pura sonrisa y desbordada satisfacción.

Quédate con el poder político y la vida social, dice el neomodernista al Estado moderno, que nosotros bendecimos tu potencia; nuestro es deseo es, tan sólo, ayudar, y para eso nos mantendremos católicos de puertas para dentro, donde no molestemos, reconocemos tu independencia y bendecimos tu autonomía. Déjanos, entretanto, rezar y seguir con lo nuestro, en todo caso, actuaremos, a lo sumo, a modo de semilla, para que todo lo bueno de la Modernidad vaya creciendo solo y disponiéndose a Cristo por su propia potencialidad.

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4.01.20

(402) En que se sigue exponiendo cómo los neomodernistas entienden la gracia

El neomodernismo entiende que el papel de la gracia santificante no es tanto elevar al hombre otorgándole un organismo sobrenatural, haciéndole partícipe de la naturaleza divina, como restaurar al hombre reparando su naturaleza, supuestamente capaz por sí misma de lo sobrenatural.

 

Los neomodernistas creen que lo sobrenatural está constitutivamente presente en la naturaleza humana. Sólo hay que saber que se tiene, pues se olvidó que se tenía; y convertirlo en el sentido de la vida mediante el compromiso cristiano, al amparo de una comunidad que acompañe y tutele el desarrollo de la propia potencialidad sobrenatural.

 

El neomodernismo entiende la conversión, por tanto, como un (auto) descubrimiento de la propia capacidad sobrenatural.

 

Los neomodernistas no conciben que la gracia no proceda de la naturaleza humana. Pretenden que convertirse es encontrarse con la vida sobrenatural que todo hombre posee en su interior por el mero hecho de ser humano, por haber sido creado a imagen y semejanza. De ésta deducen la vida sobrenatural como exigencia necesaria.

 

Los neomodernistas opinan que, tras la Encarnación, distinguir la gracia de la naturaleza es extrinsecismo tomista. Postulan que están de tal manera intrincadas una y otra que separarlas es antinatural. Y que la mejor forma de hacer atractiva la vida cristiana al mundo moderno, es haciendo atractiva la misma vida humana y sus realidades naturales, que en realidad serían sacramentales por sí mismas.

 

Así, propugnan que exponiendo cómo lo sobrenatural es lo auténticamente humano, se hace atrayente al hombre la vida cristiana. La gratuidad residiría, pues, no tanto en la gracia, como en la naturaleza.

 
 

1.01.20

(401) La reinterpretación neomodernista de la gracia

Pío XII sintetiza muy claramente la concepción neomodernista de la gracia: «Otros desvirtúan el concepto del carácter gratuito del orden sobrenatural, pues defienden que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llevarlos a la visión beatífica.» (Humani generis, n. 20).

En la mentalidad neomodernista no entra que el estado de gracia sea algo que pueda perderse, que no se deduzca del dinamismo de la propia voluntad, como pretenden Blondel/de Lubac. Lo suponen una exigencia inmanente, lo imaginan en la naturaleza de todo hombre por el hecho de ser hombre, como si fuera el único sentido posible de su vida, o su más existencial aspiración.

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