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19.08.20

(436) Subjetivismo en la doctrina de la gracia

«Es Dios quien obra en vosotros el querer y el obrar, según su beneplácito» (Fil 2, 13)

 

Sin subjetivismo no hay pelagianismo ni semipelagianismo.

 

La introducción del subjetivismo moderno en la doctrina de la gracia conduce a un ecumenismo espurio, al pluralismo doctrinal (sea moderado, como el de los conservadores; sea radical, como el de los progresistas); al experiencialismo religioso, al pseudomisticismo existencialista del personalismo, a la afirmación de la libertad religiosa moderna y al mutacionismo litúrgico.

 

Los principios de la eficacia de la gracia, aun siendo misteriosos, son universales. Se pueden conocer y explicar parcialmente, en la medida en que Dios mismo lo concede. Pero el subjetivismo pretende que son distintos en cada persona concreta, que no se pueden explicar con validez universal porque difieren sustancialmente de un individuo a otro y es imposible formularlos doctrinalmente. Sólo se podrían transmitir por testimonio particular, por la estética (teológica) del arte, o por el diálogo interpersonal. De forma que lo que vale para uno no valdría para nadie más.

 

El subjetivismo niega la universalidad, se refiere siempre y sólo al hombre concreto, único e irrepetible, para el que no sirven postulados universales. En la doctrina de la gracia, aplicando este principio, el subjetivismo entiende la voluntad concreta e individual como autodeterminación, que es lo que conferiría eficacia a la gracia.

 

Sólo sumergiéndonos en la doctrina aristotélico tomista encontramos los argumentos que refutan los innumerables errores sobre gracia y libertad.

 

La gran impostura moderna es el rechazo de la gracia con la excusa de la libertad. Y a nivel político, el abandono de la ley divina con el pretexto de la autonomía de las realidades temporales.

 

Personalismo y Nueva Teología, combatiendo un supuesto “extrinsecismo” de la doctrina tradicional de la gracia, hacen desaparecer la gracia y se quedan con una naturaleza sobrenaturalizada que no existe. El resultado es el secularismo.

 

La voluntad humana por sí sola no puede hacer eficaz la recepción de la gracia, porque para el acto mismo de aceptar la gracia se necesita de la gracia.

 

La gracia eficaz es deponente, como los verbos latinos: es decir, su forma es pasiva pero su significación es activa. O lo que es lo mismo: implica pasividad, porque se recibe, pero produce actividad, porque se traduce en obra. Por eso la colaboración sobrenatural del hombre es el significado de la gracia.