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23.02.18

(250) Ánomos y Anfíbolos, III: subjetivismo y desorden, contra el orden clásico

 Es un monstruo de dos caras, un Leviatán bifronte: Ánomos es anomia, y Anfíbolos es anfibología e indefinición. Son los padres fundadores del posmodernismo. Y su lucha es contra el orden clásico.

 

1.- Malos precursores.— Kant, Fichte, Hegel, Heidegger, introducen a Anfíbolos en el conocimiento de la realidad, dejando la razón en suspenso ante el ser, incapaz de un sí o un no, manteniéndola siempre en la indefinición, siempre pendiente y enajenada en su propia actividad inmanente. Como precursores del posmodernismo, son buenos fundadores pero malos consejeros.

a.- Otro tanto ocurre con el descripcionismo fenomenológico. Aporta poco y daña mucho. No sólo por ser, en definitiva, otra forma de poner las esencias a merced de un ego artificial. Sino también, y sobre todo, por constituir una reducción de lo real al mundo de la conciencia subjetiva. Thomas Molnar, entre otros, han denunciado lúcidamente el poder des-naturalizador de este poner entre paréntesis lo real. 

 

2.- El orden natural y sobrenatural en suspensión.— La reducción fenomenológica que provoca Anfíbolos se traduce en la desjuridización general que introduce Ánomos: bajo su perspectiva, la realidad, al no ser cognoscible en su esencia, queda desdibujada en lo que tiene de orden, de normatividad jurídico-política, de ley natural, de principio católico.

b.- Por extensión, ya no cuenta tanto la palabra divina como la respuesta que puede dar el hombre. Ya no es tan importante el Legislador divino como el legislado humano. Ya no importa tanto la unidad católica y su ordenamiento clásico, como un testimonio cristiano subterráneo al orden de la sociedad, a la que ya no se exige sometimiento a la ley natural ni al Dios Encarnado.

 

3.- Otra vez la libertad negativa.— La tesis de inspiración heideggeriana de Bultmann —que no importa tanto la cruz en sí misma como su significado—, es un resumen del proceso de subjetivización y desorden que venimos describiendo. Molnar lo asemeja, certeramente, al libre examen luterano. En el fondo, es la misma idea: lo que la realidad (divina) es para mí, eso es lo que verdaderamente importa. Es la misma idea del principio de autodeterminación, en que Pico de la Mirándola funda la dignidad humana: el hombre sin esencia definida, que alcanza a ser lo que quiera. —Responsablemente, eso sí, pero al fin y al cabo lo que  quiera.

c.- Con veracidad Cornelio Fabro critica a Heidegger su inversión existencialista: que el hombre pretenda determinar el ser, y no viceversa. ¿No es, acaso, la pretensión fundante de la modernidad?

 

4.- Crisis del derecho.— Ánomos desdibuja el sentido de lo justo. La pérdida del sentido del derecho trae consigo la impunidad, los abusos, los cambios de paradigma y los mil y un vientos de doctrina. Cuando se minusvalora lo que es justo, se justifica lo que es injusto. La desjuridización de la Iglesia es un síntoma de descomposición, sin duda paradigmático. La pérdida del sentido del derecho, fomentada por un concepto desenfocado de la misericordia, conlleva la subordinación de la prudencia jurídica a la conveniencia pastoral.

d.- Que en lo natural conduce al convencionalismo ético de la moral de la situación, pues desvincula el derecho de los casos particulares; y en lo sobrenatural a la tergiversación de la doctrina de la justificación, pues desliga la salvación de la obediencia meritoria (en estado de gracia) a la ley.

 

5.- La mente gnóstica.— El proceso coordinado por Ánomos y Anfíbolos conduce siempre al mismo resultado: el yo erigido en juez. No el yo natural, sino el yo autodeterminado, el ego transcendental. El yo gnóstico que curva la realidad hacia sí mismo, convertido en valor absoluto e infinito —eso sí, con la ayuda de Dios, para no ser pelagiano.

e.- El comunitarismo posmodernista parece, bajo esta luz, un recurso para salvar las apariencias de individualismo. Poner en conexión los egos autodeterminados, por muy piadosos que sean, y hacerlos depender unos de otros, no es propiamente poner en comunión.

 

y 6.- ¿El nihilismo educador?.— A la luz de estas consideraciones, entendemos el proyecto nietzscheniano como proyecto esencialmente moderno: es la voluntad de poder dejar en suspenso el orden del ser. El nihilismo, así, no parece más que la realización de esta suspensión, entendida como un derecho humano fundamental. Este proceso, en cuanto movimiento sin meta, en cuanto itinerario ciego, en cuanto praxis desvinculada de la tradición, será el numen bifronte que el constructivismo contemporáneo convierta en modelo educativo.

 

y f.- Conclusión.- Todo el empeño de Ánomos y Anfíbolos, por tanto, será contra el orden clásico. Urge recuperarlo de sus garras y rehabilitarlo. Urge un nuevo clasicismo católico.

 

 

David Glez. Alonso Gracián