InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Archivos para: Agosto 2017

31.08.17

(207) Inconveniencias eclesiales XV: equiparación de valores y mandamientos. Difundiendo el convencionalismo

El mundo aceptará la moral cristiana solamente en la medida en que ésta deje de serlo. La apostasía, en este sentido, es una asimilación al mundo, una disolución del principio católico en el espíritu del siglo.

Y es que el mundo deja de tener problemas con la moral que defiende la Iglesia si esta moral se despoja de su identidad, y se vuelve otra cosa. Y como la identidad de la moral cristiana se llama ley eterna, en la medida en que la Iglesia la minusvalore, desprecie, relativice y transmute en otra cosa, la moral cristiana será aceptada por el mundo, y el martirio evitado.

Por tanto, la difusión de una moral cristiana falsificada equivale a la difusión de una conversión al mundo, implícita y soterrada. Falsificada, es decir, sin ley. Haciendo proselitismo de la anomia, la ley moral queda silenciada, y el principio católico disuelto en el mundo y desaparecido. Se vuelve convencional, es decir, pactado con la mente secular: subjetivizado, inmanentizado, des-objetivizado.

Una manera de falsificar la moral cristiana, que es moral de vida y no de muerte, es confundirla con las ideas que acerca de ella tiene el mundo. Equiparando valores y mandamientos, por ejemplo. Transformando lo transcendente en inmanente, lo eterno en efímero, lo dado a priori en elaborado (o discernido) a posteriori. Considerando la ley natural un mero constructo mental, como son los valores, se desfigura la moral cristiana y se la transmuta en otra cosa: algo muerto y sin vida.

 

En el artículo de D. Rodrigo Guerra López, publicado en la Revista Medellín de la CELAM (el Consejo Episcopal Latinoamericano) dedicado a la exhortación postsinodal Amoris Laetitia, encontramos afirmaciones en este sentido. En Infocatólica, Bruno M., en un excelente artículo, ha demostrado el subjetivismo con que el autor pretende fundamentar el capítulo 8 del documento pontificio. Asimismo, el P. Francisco José Delgado, en un interesantísimo post, ha desvelado su probabilismo.

Yo quisiera detenerme a analizar, en esta ocasión, una afirmación relevante del artículo de Rodrigo Guerra. Tras afirmar que el cristianismo no es un moralismo, y que Jesucristo no puede reducirse a valores, sugiere una equiparación en clave convencionalista entre valores morales y preceptos de la ley moral. Cito en negrita las palabras de Rodrigo Guerra y las comento a continuación.

23.08.17

(206) No perdamos el camino. Cómo conducirse en la crisis

Conducirse en medio de una crisis no es tarea fácil. Pero es posible por la gracia. Lo principal es no perder el camino heredado, y atenerse a él. Teniendo en cuenta la advertencia del Señor: «Sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).

No desconfiemos de la Iglesia. Es Madre y Maestra, como la Inmaculada Concepción, su figura y signo de predestinación. A ella, que es nuestro faro, confiamos las naves en la tormenta.

 

Toda crisis es un extravío, un oscurecimiento del camino. Pero la sana doctrina católica es brújula, conforme nos enseñaron:

«¿Qué es la doctrina cristiana?

Doctrina Cristiana es la doctrina que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo para mostrarnos el camino de la salvación.» (Catecismo de San Pío X, 3)

 

De nuestro entendimiento de la crisis depende, en gran parte, que no perdamos el camino.

1.- Si por crisis entendemos un cambio profundo, de consecuencias importantes, entonces hay que permanecer inmóvil, para que lo inmutable prevalezca sobre la mutación.  Para ello, es necesario aferrarse a la Tradición y a las tradiciones. Cultivar nuestra mente bíblico-tradicional. Pisar fuerte, donde el Magisterio pisó fuerte.

 

2.- Si por crisis entendemos la intensificación de los síntomas de una dolencia, entonces hay que mantenerse sano a toda costa. Para ello, es necesario aferrarse a los sacramentos y a los sacramentales. Sea la santa Eucaristía cumbre y fundamento de nuestra vida cristiana, y la confesión, bautismo trabajoso por el que recuperamos el estado de gracia. Una buena provisión de agua bendita es importante, para limpiar el sendero de demonios y que florezcan botánicas, frescor y verdor. Y fomentar el culto de dulía, bandera de catolicidad: que buenas luces proceden de la Comunión de los Santos.

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16.08.17

(205) Inconveniencias eclesiales, XIV: sobre el principio de conciencia creativa y la crisis de Amoris laetitia

I.- ADVERTENCIA DE VERITATIS SPLENDOR, 55

El parágrafo 55 de Veritatis splendor, carta encíclica sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia, dada por San Juan Pablo II en 1993advierte contra uno de los errores más graves en teología moral: la tesis de la creatividad de la conciencia.

Este error, típico y tópico de la moral de situación, es descrito con claridad por el Pontífice:

«Algunos autores, queriendo poner de relieve el carácter creativo de la conciencia, ya no llaman a sus actos con el nombre de juicios, sino con el de decisionesSólo tomando autónomamente estas decisiones el hombre podría alcanzar su madurez moral. No falta quien piensa que este proceso de maduración sería obstaculizado por la postura demasiado categórica que, en muchas cuestiones morales, asume el Magisterio de la Iglesia, cuyas intervenciones originarían, entre los fieles, la aparición de inútiles conflictos de conciencia

La sustitución del juicio moral objetivo por la decisión subjetiva (en base a la propia situación existencial), amplía indebidamente el papel de la conciencia, que se autoconcede, autónomamente, el poder de crear valores y tomar decisiones en contra del precepto moral dado por Dios. El sujeto se cree con potestad para incumplir la ley moral inculpablemente: su conciencia, amparada en un estado de fragilidad supuestamente insalvable, pretende apoyarse en valores propios más allá de los límites marcados por la ley moral.

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13.08.17

(204) Retratos con palabras, II: la Catedral encendida

Desde el Campo del Sur, la Catedral, de noche, parece encendida. 

¿Nunca la apagan? Pregunto a mi abuelo.
No  me responde Porque ahí viven Falla y Pemán. Y un montón de fenicios dice de guasa.
Mírala, parece que hay alguien por dentro, haciendo la cena, friendo pescao.
Chiquillo, no seas irreverente —le riñe mi abuela.
Pero yo imagino por dentro al Señor, que de tan glorioso, apenas se le reconoce; bendiciendo la mesa, comiendo con los apóstoles, con Falla y con Pemán, y con la abuela Juana, que todo lo supervisa, diciendo:
Pero ¿de verdad esto está pasando en Cadi?

 

El Campo del Sur parece una cazuela de piedra ostionera. El suelo refleja el sol, como si cocinara la tarde. Mi madre gustaba de ir andando la baranda de la bahía, hasta el Parque. Allí nos esperaba una cerveza, y un cartoncito de camarones. 

Ay qué caló, David. Ya no cojo más por aquí, me quedo en casa que estoy rendía.

La balaustrada es ancha, durísima, de roca de lapas y columelas. Si la pintara, lo haría con siena tostado y blanco de Nápoles, que en realidad es amarillo, pero que no amarillea. Tiene incrustadas conchas y lascas de murícidos; y si se mira en perspectiva, parece un camino infinito.

 

El hombre que tira pan a las gaviotas, en la balaustrada del Campo del Sur, sobre la Catedral, ¿de dónde procede? ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años lleva haciéndolo? Las gaviotas le conocen mejor que yo. Me acerco y le pregunto:
Oiga usté, ¿el pan se lo da mojao con agua o mojao con leche?
Lo mojo en agua, que la leche es cara y no me llega.

 

Las calles dan sombra de toldos de Corpus, como vestidas de gloria. El abuelo Juan me aúpa sobre la gente, y me dice:

—Mira, ahí viene la custodia de la Catedral de Cadi, qué maravilla. Y dentro va el Señó.

Luego, los niños dibujan en la alfombra de piedad, deshaciendo la arena con los dedos, atesorando grava de colores. Todas las calles del Corpus dan al mar, donde las campanas predican la Transubstanciación, con bronce ostionero y glorioso.

 

9.08.17

(203) Por qué es importante para un cristiano ser tradicional. Más signos de identidad

1.- El tradicional no gusta de substituir virtudes por valores, ni religión del Dios Uno y Trino por religión del hombre; ni afirma que Dios no castiga, ni que Dios no condena, ni que Dios perdona incondicionalmente a todos,  hagan lo que hagan, sin arrepentirse. Se centra en el culto de dulía como esencia de su identidad católica. Incluye en su apostolado la ciencia de los santos, su manera, y el orden de las mediaciones como esencial para la conversión; orden sacramental, orden de mediación, orden de la justificación mediada y de la necesidad de la virtud —posible por gracia.

 

2.- El tradicional gusta de Liturgia, gusta de doxología, gusta de alabanza, gusta de adoración, gusta de hacerlo todo en Nombre de Cristo; gusta de una sola identidad para dar gloria —alter Christus, ipse Christus— y odia la supuestamente piadosa doble membresía —media persona para Dios, media persona para la democracia moderna.

 

3.- El tradicional no cree que lo ñoño es piadoso, ni cree que ser cristiano es estar siempre alegre; no confunde la sal con el azúcar; no gusta de cursilerías antropocéntricas, ni sentimentaladas propias de la devotio moderna. Afirma que ser cristiano, además de creer en el Redentor, es retener su doctrina y profesar catecismos—su fe es dogmática ante todo. Y por eso cree que las religiones adámicas están en tinieblas, y sus fieles en grave peligro de condenación. ¡Hay que misionarles!

 

4.- El tradicional gusta de la Veterum Sapientia, de la sabiduría antigua, su lenguaje, su logos, su épica, sus preámbulos de la fe. No considera que la mente grecolatina sea admirable por sí misma, sino que el cristianismo la redimió y la convirtió en preparación de la fe. No tiene horror a la Escolástica ni mira por encima del hombro la Cristiandad medieval; no quiere dar saltos de quince siglos, ni grita libertad, igualdad y fraternidad con falsa garganta humanista.

 

6.- El tradicional da su vida por conservar el Depósito. Es el único sentido en que es conservador.

 

7.- El tradicional huye de psicologismos posmodernos, piensa filialmente, con la mirada puesta en Padres y Doctores, y no en los intelectuales de la Modernidad. La Iglesia es su Madre, figurada por María.

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