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30.09.15

(103) De las aguas de la muerte y de la vida

1.- El hombre exterior ha de ser crucificado, para que el hombre interior sea imagen perfecta de Cristo.

Así queda el cristiano sumergido entre las olas del Sacrificio:

CATECISMO 1214: la “inmersión” en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como “nueva criatura” (2 Co 5,17; Ga 6,15).

2.- Es liberado quien muere a su hombre viejo:

“porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado.” (Romanos 6, 7)

Sepultado con Cristo en las aguas de su muerte, para renacer a la vida de la gracia:

“Por tanto, hemos sido sepultados con El por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.” (Romanos 6,4)

 

3.- Las aguas oscuras han entrado por dentro, calando hasta el alma. Pero tú, cristiano, espera en Jesús tu Señor, aunque te arrastre la corriente y no hagas pie en tu pequeñez.

 

4.- Te consuela saber que el Padre quiere reducir tu yo caído a escombros, y que desaparezca tu condición adámica bajo las aguas primigenias, para reconstruirte a hechura del Primogénito de toda creación. Y eso duele.

“sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con El , para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado” (Romanos 6, 6)

“No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos” (Colosenses 3,9)

5.- La nada del hombre, y el todo de Dios. Es triunfo de humildad, por gracia.

Santa Ángela de la Cruz, en sus ejercicios espirituales de 1887:

“Dios mío, dame la gracia para cumplir el propósito de reducirme a la nada.

La nada calla; la nada no se disgusta; la nada no se disculpa;

la nada no se justifica; la nada todo lo sufre; la nada del pecado es la vergüenza, la confusión; nada merece, más que el infierno;

nada se le debe, sólo el infierno.

La nada no se impone; la nada no manda con autoridad; la nada, en fin, en la criatura, es la humildad práctica".

 
6.- Las aguas de la Nada son otras aguas, son las aguas del mundo. De su gran remolino destructor sólo el Vencedor puede salvarte.
 

7.- Estás tranquilo, porque el Crucificado, en su Sacrificio, es el centro de todo. En él golpea todo mal, de Él procede todo bien.

 

8.- Tu Defensor te mueve a contracorriente. Y a contramuerte.

 

9.- Los Hijos de Adán han de nacer de nuevo. No tienen otra alternativa. La encrucijada está abierta en dos: o ser creados de nuevo por la gracia, o sucumbir en las ciénagas, en la sombra líquida, densa hasta la muerte.

 

10.- El sacramento eficaz se abre como una florescencia, y de su cápsula de gracia emerge un orden nuevo, inasequible a la nada del mal, aunque en primicia todavía.

Por eso el Hijo del Hombre nos llama atravesando milenios, y le escuchamos, y ya no hay otra opción que comulgarle, para escucharle por dentro. Y VIVIR.

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