(328) Autonomía de lo temporal y descristianización de la política

«La insensatez más caracterizada de nuestra época consiste en el intento de establecer un orden temporal sólido y provechoso sin apoyarlo en su fundamento indispensable, o, lo que es lo mismo, prescindiendo de Dios» (S. Juan XXIII, Mater et Magistra, 1961, 217)

 

El impacto del concepto equívoco de autonomía de lo temporal, entendido sobre todo en clave hegeliana (como libertad negativa o principio de autodeteminación), ha causado un mal considerable a la política cristiana.

De hecho, la ha descristianizado.

 
 1.- Pacifismo “piadoso” + democracia liberal de tercer grado + protestantismo= personalismo católico.
 

2.- El democratismo en el catolicismo actual: de la transitoriedad del gobernante se deduce la transitoriedad de la doctrina.

 

3.- La autonomía de lo temporal deviene autonomía de la política, y por tanto negación de la realeza social de Cristo.

 

4.- La autonomía de lo político conduce a la autonomía de la ética privada (contra la ley moral, a la que debería estar subordinada la política).

 

5.- No ha sido, aun siendo mala, la política del mal menor lo que ha arruinado la política cristiana; sino la idea moderna de autonomía de lo temporal, que ha independizado la política de la ley moral.

 

*   *   *

6.- La idea de una autonomía de lo temporal es efecto del método de inmanencia de los modernistas (Blondel, de Lubac, Maritain, los fenomenólogos, los horizontalistas y antropologizantes rahnerianos, los existencialistas heideggerianos y los axiólogos, constructivistas y estructuralistas de caterva diversa).

 

7.- La autonomía de lo temporal es un imposible para la causa segunda, privadamente o en comunidad. Pretender un orden temporal autónomo en las instituciones es liberalismo de tercer grado. Un orden imposible para toda comunidad (de causas segundas) que sólo se realiza en las ideas, es decir, en el orden de la imaginación caída, es simple y llanamente un orden utópico (en sentido nominalista, desligado de la naturaleza de las cosas).

Más bien, para evitar equívocos, habría que hablar de autenticidad de lo temporal. Porque la causa segunda es auténtica causa, aunque subordinada, también en cuanto comunidad.

 

8.- Con el establecimiento forzado de un utópico orden autónomo temporal, el papel de Causa y Potestad Primera, (reservado para Dios y su Hijo como único Soberano real) es ejercido en la sombra por una falsa causa y por una falsa soberanía criptocrática, por una plutocracia oscura que suplanta el papel de Dios.

 
9.- No es cuestión de nostalgia, sino de veneración, de supervivencia, de reconocer como verdad renovadora que no hay potestad política que no sea delegada de la única Potestad de Cristo, ni hay sociedad universal santificable que no sea su Iglesia.
 

y 10.- 

Es necesario afirmar, hoy más que nunca, esta verdad católica:

las leyes divinas, con el socorro eficaz de la gracia, deben regular la vida y la conducta de los particulares, PERO TAMBIÉN la vida y la conducta del Estado; porque NO es lícito en la vida política y social apartarse de los preceptos de Dios y del orden de la gracia y legislar sin tenerlos en cuenta para nada.

 

David Glez. Alonso Gracián

 

3 comentarios

  
Ricardo de Argentina
El punto 10 nos lleva a concluir que urge cambiar la Constitución por la Biblia.
Tal como se estilaba antes de 1.789.
La Ley Fundamental de los Estados debe ser la Ley de Dios.
Para defender lo cual la "Opción Benedicto" no sirve, hay que apelar a la "Opción Pelayo".
No hay otra.

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A.G.:
Por la Biblia y por la Tradición, por el derecho natural y cristiano, por la cultura hispánica... por el pensamiento clásico.

26/01/19 5:07 PM
  
jr
Ante tan respetable criterio, es menester hacer algunos contrastes.
La "cristianización de la política" lleva a la politización del crisitianismo, y, por ende, a la infección de la religión con todos los antivalores o vicios que precisamente está llamada a erradicar...
Es de simple lógica, racionalidad y hasta del sentido común, considerar que si se cambia de lanzar palabras por piedras... el otro no va a responder con palabras...
Es decir, la gran virtud de la Iglesia católica ha de ser precisamente que ante las piedras lanza palabras, cargadas de tal fuerza moral, que hieren más que las piedras, porque llegan a las conciencias::: Esa fue la grandeza de Jesus, el de Nazaret.

Ahora, el asunto es que esa fuerza moral nace del acto, de la prédica en el ejemplo.... QUe no implica solamente ponerse, como en vitrina de tienda, al lado de la virtud para que compre quien quiera y pueda; sino revelar al otro en sus defectos, como estado de conciencia.

Ello plantea que el problema de la IC ha sido de la correcta ubicación hacia su eficacia existencial: No puede el portero hacer de delantero sin faltar a su responsabilidad funcional. Tampoco puede la monja , bajo la intención de convertir a las meretrices, fumar, injerir licor y danzar al tubo, sin que la llamen puta.
Asimismo, la politización de la religión cristiana, la "confunde" con los vicios llamada a atacar,, pervirtiendo, como al arquero, su funcionalidad, y, desdiciendo, como aquella monja, su autoridad moral.

Hoy el desarrollo tecnológico exponencial ha puesto a las sociedades en una gran encrucijada existencial, a la cual de diversas maneras le ha venido buscando respuestas desde mediados del siglo pasado; siendo esa búsqueda la que también convulsiona a la IC.

Una cosa es moralizar la política, la sociedad y los sistemas jurídicos, con toda la autoridad moral del caso; y otra muy distinta es, como aquella monja, prostituirse en la política, que es lo que termina la antinatural yunta política-religión.

¿Permanecerá la IC en la tarea de Sísifo de lograr la uniformidad absoluta; o aceptará la diversidad sobre un sustrato moral único, para así, desde su pertinente ubicación existencial, como aquel arquero, asumir la responsabilidad y ser la lumbre del faro que oriente el andar existencial del ser humano?

La conseja ante la politización de la religión cristiana sería la misma que para la monja del ejemplo: Juntos pero no revueltos.




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A.G.:
No me agrada el tono de su comentario. Hacer política cristiana no es prostituirse. No se trata de politizar la religión, sino de velar por el bien común, procurando que la ley moral no este ausente de la comunidad política, tal y como enseña la doctrina de Cristo. A su comentario le falta el logos cristiano.

26/01/19 8:21 PM
  
Alberto GT
A mi parecer, la autonomia de lo temporal no aignifica necesariamente un liberalismo. Aino qje significa que hay dos potestades, una religiosa y otra política. Y hay cosas que pertenecen a una, oteoa a otra, y otras a las dos.
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A.G.:
Liberalismo de tercer grado es separar la religión de la comunidad política. Pero sí cabe distinguir. Distinción sí, separación no.
27/01/19 11:36 AM

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