(18) De demonios que se van y luego vuelven, o los peligros del makyo

En el contexto de la Nueva Evangelización, continuamos analizando los problemas que conlleva la intromisión de prácticas orientalistas de la Nueva Era en un contexto cristiano.En este caso, continuamos un post más profundizando en el zen.

Amigos, nada nos falta, y ningún don de la gracia nos habrá de faltar si permanecemos firmes en el don recibido, con el auxilio de Dios.

Como nos dice el Apóstol:

5 En efecto, habéis sido colmados en Él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento,

6 en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en vosotros.

7 Por eso, mientras esperáis la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no os falta ningún don de la gracia.

8 Él os mantendrá firmes hasta el fin, para que seáis irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. (1 Cor 1)

Toda plenitud reside en Cristo, y empresa vana es andar buscando en otra parte. Nada hemos ir a buscar fuera de nuestra fe. Porque si dejamos nuestra casa vacía, otros vendrán a ocuparla.

43 Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares áridos en busca de reposo, y al no encontrarlo,

44 piensa: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Y va y la encuentra vacía, barrida y ordenada.

45 Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; vienen y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio. (Mateo 12)

No nos imaginamos hasta qué punto el mundo antiguo estaba asolado por demonios. Y cuando digo mundo antiguo, me refiero no sólo al que había antes del cristianismo, sino al Mundo Caído alejado del poder sanador de Cristo. Porque  el Verbo Encarnado todo lo hace nuevo, y cuanto está alejado del Agua de la Vida, está árido, y los demonios vagan por ahí. Todo lo que no es vivificado y renovado por Cristo, es mundo antiguo, viejo y caído.

Recuerdo que Benedicto XVI menciona en el volumen I de “Jesús de Nazaret”, algo que no hemos de olvidar:

“”Pero el anuncio del Reino de Dios nunca es mera palabra, mera enseñanza. Es acontecimiento, del mismo modo que Jesús también es acontecimiento, Palabra de Dios en Persona. (…)

“Dado que el mundo está dominado por las fuerzas del mal, este anuncio es al mismo tiempo una lucha contra esas fuerzas. “Los mensajeros de Jesús, siguiendo sus pasos, tienden a exorcizar el mundo, a la fundación de una nueva forma de vida en el Espíritu Santo, que libere de la obsesión diabólica” (…) de hecho, el mundo antiguo –según ha mostrado, sobre todo, Henri de Lubac- ha vivido la aparición de la fe cristiana como una liberación del temor a los demonios, que, a pesar del escepticismo y el racionalismo ilustrado, lo invadía todo” (Jesús de Nazaret, La esfera de los libros,  Madrid, 2008, pág. 187)

Unido a esta fuerza liberadora de demonios, está el hecho de la exclusividad del amor que hemos de tener al Dios vivo, que, como vimos en un reciente post, es un Dios Celoso, nos quiere enteramente para Él, y aborrece que andemos coqueteando con ídolos y falsos dioses.

Benedicto XVI, a continuación de lo anterior, continúa citando la Escritura:

“sabemos que el ídolo no es nada en el mundo y no hay más que un único Dios.

5 Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y de señores,

6 para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros.” (1 Cor 8)

“En esta palabras hay una fuerza liberadora,  el gran exorcismo que purifica el mundo.  (…) El mundo es presentado ahora en su racionalidad: procede de la razón eterna, y sólo esa Razón creadora es el verdadero poder sobre el mundo y en el mundo. Sólo la fe en el Dios único libera y racionaliza realmente el mundo.”

“En su carta a los Efesios, san Pablo describe  este carácter exorcista del cristianismo desde otra perspectiva: “Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder.  Poneos las armas que Dios os da para poder resistir  las estratagemas del diablo, porque nuestra lucha  no es contra los hombres de carne y hueso, sino contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal,  que dominan este mundo de tinieblas” “El Señor nos vuelve a dar en la fe el aire limpio para respirar, el aliento del Creador, el aliento del Espíritu Santo, solamente en el cual el mundo puede ser sanado” (“Jesús de Nazaret, pág.s 188-189)

Para el que ha estudiado el zen, sabe que existe una etapa en el proceso hacia la iluminación, que indica que el alumno lo va haciendo bien, porque es un signo de que realmente está haciendo el vacío en su mente. La razón va quedando progresivamente deconstruida, y la conciencia se vuelve vulnerable.

Esta etapa se denomina makyo.

El Diccionario Zen, del profesor Wood, edit Paidós, pág. 98, Barcelona, 1980, define la entrada makyo así:

“Percepciones extrasensoriales que pueden ocurrir en algunos casos en los primeros estadios de la meditación. Siendo en el mejor de los casos de carácter fenoménico, los zenistas no fomentan esas percepciones”

Veamos cómo nos lo explica Mariana Caplan, recogiendo la enseñanza del maestro zen norteamericano Philip Kapleau, en “A mitad de camino, la falacia de la iluminación prematura”, edit. Kairós, Barcelona, 2004.

Ma significa diablo, y kyo significa el mundo objetivo. La traducción literal de makyo es la de “fenómenos diabólicos que surgen en el mundo objetivo” -(Philip Kapleau, así lo expone en “Los tres pilares del zen”, Gaia, Madrid, 1994.) “A los estudiantes (de zen) se les anima a trabajar con las tentaciones de tales fenómenos de tal manera que resulten más asequibles a la mente occidental. Si bien tales enseñanzas no evitan que los estudiante luchen con makyo, del mismo modo que decirles a los niños que la estufa quema generalmente no evita que la toquen una o dos veces, la educación sirve como contexto desde el que entender las experiencias que surgen en la práctica espiritual seria”

“El Roshi (maestro) Philipe Kapleau ha hablado y escrito abundantemente sobre la cuestión de makyo, traduciendo las escrituras budistas tradicionales de tal modo que resultan más asequibles a la mente occidental. (…)Así describe el surgir de makyo:

“En una etapa de la práctica del zen , el estudiante puede experimentar visiones ilusorias, fantasías y sensaciones extraordinarias. Todo ello se conoce como makyo. Constituyen un espectro que va desde las sensaciones visuales y auditivas simples, pero intensificadas, a los sentimientos de hundirse o flotar, desde la experiencia del propio cuerpo como una sustancia que se funde hasta comprensiones profundas, visiones de Dios o del Buda, o poderes clarividentes. Estos fenómenos no son intrínsecamente malos. Sólo se convierten en un obstáculo importante si se ignora su verdadera naturaleza y se queda fascinados por ellos.”

“Otras religiones y sectas conceden mucha importancia a las experiencias que implican visiones de Dios o de divinidades, al escuchar voces divinas, realizar milagros, recibir mensajes divinos (…) Ahora bien, desde el punto de vista del zen todos ellos son estados anormales carente de verdadero significado religioso y por lo tanto sólo son makyo” (págs.. 135)”

Mariana Caplan continua exponiendo cómo el Roshi Kapleau explica la naturaleza de estos fenómenos a los occidentales:

“¿Cuál es la naturaleza esencial de estos fenómenos perturbadores que denominamos makyo? Son estados mentales temporales, que surgen durante zazen (es decir, durante la meditación) cuando nuestra habilidad de concentración se ha desarrollado hasta cierto punto y nuestra práctica comienza a dar sus frutos” (pág. 135)

Por decirlo en cristiano: cuando los demonios ven la casa vacía, acuden allí con sus mil estrategias, para fascinar.

Dios, pendiente de sus criaturas, procura rescatar a esa persona, enviando mociones y avisos, pero el estudiante zen es enseñado a ignorar tanto las acciones de los demonios como las acciones de Dios.

Todo es makyo.

Pero hay más. El Roshi Kapleau sigue explicando:

“makyo es una mezcla de lo real y lo irreal. Como aquella que se da en los sueños ordinarios”.

Y dice la autora del libro:

“El Roshi Kapleau sugiere aquí que makyo ciertamente transmite un sentimiento de realidad ampliada, que no son sólo irreales, sino también reales. No obstante incluso las más reales de las experiencias se consideran makyo y se aconseja dejarlas de lado y no detenerse en ellas. “ (Pág. 135)

En primer lugar, porque el zen no reconoce la existencia del demonio.

Como dice el maestro Fenyang:

Cuando la conoces, la mente es Buda. Cuando la ignoras, se transforma en el diablo. El Buda es la realidad y el diablo, la locura. Pero tanto el Buda como el diablo son creaciones de tu mente” (“La esencia del zen”, antología de textos recopilada por Thomas Cleary, licenciado en lenguas orientales por Harvard, edit. Kairós, Madrid, 1991, pág. 34.)

Por eso hay que dejarlas de lado. Como sigue explicando Mariana Caplan

“porque makyo puede brotar de una parte muy profunda de la psique humana, no se le concede ninguna atención ni se le da importancia. Al contrario, al estudiante zen se le avisa para que no presuponga nada de su desarrollo espiritual basándose en tales fenómenos,”

 Y cita al roshi:

“no caigan nunca en la tentación de creer que las visiones poseen un significado en sí mismas. Tener una hermosa visión de un Buda no significa que estén más cerca de llegar a ser ustedes mismos (…) no hay razón para sentirse entusiasmado a causa de tal makyo. Y del mismo modo, por terribles que sean los monstruos  que se les aparezcan, no hay razón para alarmarse. Ante todo, no permitan ser distraídos por visiones del Buda o de dioses bendiciéndoles o comunicándoles un mensaje divino, ni porque makyo formule profecías que resulten ser ciertas.”(Pág. 136)

Y concluye: “En sentido amplio, todo lo que no sea iluminación es makyo

Es decir, según este punto de vista,  una conversión también es makyo.

La autora concluye:

“Para la mayoría de la gente, la visiones y las profecías difícilmente son incoherente. Dejan una honda huella y quizás un elevado respeto por el mundo de lo místico; ahora bien, para el estudiante espiritual dedicado incluso estas experiencias son limitadas en comparación con la realización del fundamento de la conciencia” (Pág. 137)

Y es que los maestros zen, según esta autora, no se preocupan de estas cosas, su única preocupación es:

“no quieren para sus discípulos nada menos que la realización de su propia naturaleza de Buda, el instalarse en la realidad última, y servir a esa realidad” (pág. 137)

Y finalmente:

“precisamente porque hay tantas trampas (…) la gente, incluso en elevados niveles de realización, se estanca allí”

Podemos pues definir makyo  como un estado de vulnerabilidad, en el que el sujeto puede ser  asaltado por todo tipo de percepciones demoníacas. Unas veces serán efusiones del inconsciente, otras serán demoníacas, pero otras serán mociones del mismo Dios, que intenta obrar en esa persona. Pero en el zen todo esto es desechado, y no presta atención a la influencia del demonio en su vida,

ni, lo que es peor, a lo que Dios puede querer decirle y operar en él.

”pero nada de esto le importa, sino que “uno puede realizar su propia naturaleza búdica” (pag. 137)

Aquí comprobamos, junto al antropocentrismo radical, un principio idolátrico: servir a esa Realidad Última. Nosotros sabemos que no podemos servir a dos señores.

El antropocentrismo de alguna manera es una idolatría.

Despreocuparse de la acción del demonio no es cosa prudente, desde luego, habida cuenta que estamos en guerra, como dice la Gaudium et Spes 37:

“A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.”

El padre jesuita Hugo Enomiya Lasalle S I , (1898-1990), que vivió en Japón y fue discípulo del maestro zen Yamada,  empezó a practicar zen a mediados del siglo XX, y en los años sesenta fue el principal introductor del zen en Europa. En su famoso libro sobre “El zen”, editorial Mensajero,  Bilbao, 1981, expone los peligros de makyo.

 “Los efectos del zazen son muy diversos e incluso varían de un individuo a otro. Los vamos a dividir en negativos y positivos”. Los negativos son “efectos no pretendidos, pero inevitables en parte”

En este trabajo vamos a tratar de uno solo de los efectos negativos: el fenómeno del makyo. Makyo significa mundo demoníaco. El fenómeno consiste en que ante los ojos del que medita aparecen imágenes y cosas que no se dan en la realidad. las imágenes pueden ser agradables o desagradables. Unas veces puede ser la imagen de un Buda, otras la de un animal salvaje. (…) “los maestros zen dan de ellos una explicación totalmente natural: al ir quedando vacía la conciencia, puede ocurrir que las imágenes que permanecen siempre en el subconsciente penetran en el campo de la conciencia, y lo hagan con tal fuerza que dejen la impresión de ser realidad. Por otra parte, la aparición de este fenómeno es un indicio de que se está practicando bien el zazen” (Págs. 61-62)

Lo que decimos. La casa se queda vacía, y entonces hay quien decide volver, pero bien acompañado.Sabemos quien son: demonios que intentan habitar de nuevo la casa.

Más adelante, el padre Enomiya Lasalle explica que hay dos maneras de entender el makyo.

En la pág. 155 encontramos un interesante apartado titulado “peligros del camino de ahondamiento”. Y a continuación, otro apartado titulado “Makyo y apariciones”, comenta cómo comportarse ante makyo desde la perspectiva cristiano y budista.

Veamos qué se dice:

“(…) unas normas de conducta parecidas a las de los maestros zen para el makyo: sean lo que sean, no hay que prestarles atención. La cosa no es tan fácil como parece a primera vista. Porque la situación es distinta en el cristianismo y en el zen. Todo lo que puede llegarnos en el estado de hondura o de zanmai, puede proceder de la esfera del yo o “de otra esfera”. Esa otra esfera para un cristiano sería Dios, cosa que no ocurre para un budista que no concibe a Dios como persona. Tampoco admite el yo. Por tanto desde el punto de vista budista hay que hablar de la esfera del subconsciente o del inconsciente. Para él queda excluido que pueda manifestarse Dios o algo procedente de otra esfera. Por tanto en el zen se procede de manera perfectamente consecuente al rechazar todo lo que pueda llegar en ese estado” “La situación es muy distinta cuando se cree en un Dios personal que puede intervenir directamente. Si se rechaza indiscriminadamente todo lo que se presente, se expone uno al peligro de rechazar en un caso concreto algo procedente de Dios” (págs. 155-156)

Habría que preguntarle al maestro zen jesuita que, dado que sabe que el cristiano no puede rechazar todo lo que viene de makyo, porque se expondría a rechazar voces de Dios, ¿por qué, entonces, enseña zen a los cristianos, si existe este peligro? La respuesta está implícita: porque bajo la perspectiva zen sí se puede hacer. Si uno piensa en zen, entonces sí se puede hacer. Y es que el zen es totalizante.

Es la conclusión lógica. Porque es correcto en el budismo, que a diferencia  del cristianismo, entiende de forma muy diversa qué es el mal y el bien.

La concepción, pues, del estado makyo, como algo a no tener en cuenta, como peligro real que se evita, simplemente, no prestándole atención, reduciéndolo todo a una cuestión de la mente, está ligado al concepto budista de bien, mal, Dios, diablo, pecado, gracia… etc.

Hagamos una digresión ética. ¿Qué opina el budismo zen sobre el bien y el mal?

De nuevo en su libro “El zen”, pág. 10, el padre Enomiya Lasalle  afirma explícitamente que:

““En el budismo, al no admitirse un Dios personal, tampoco puede hablarse de creación ni de revelación en el verdadero sentido de la palabra. Tampoco tiene cabida en él el concepto cristiano de pecado como transgresión de la ley de Dios.”

Por esto se afirma en el Diccionario Zen edit. Paidós, pág.26, respecto a Bien y Mal, que:

“no tendría un carácter zen afirmar que apreciamos lo bueno como una contraposición de lo malo”.

¿Qué es el bien, o lo bueno, entonces? Más adelante lo dice:

“sentimos, pensamos y queremos” (los tres bienes) pág. 26.

A desarrollar esta visión subjetivista del bien y del mal se dedica el filósofo de la Escuela de Kyoto Kitarô Nishida, en su obra “Indagación del bien” (Zen no kenyû), editorial Gedisa, Barcelona, 1995, (a partir de ahora I.B.), que enseña que:

“Como ya dije, el bien se refiere a aquello que satisface los sentimientos internos del yo. Como los máximos requerimientos del yo –es decir, las exigencias de la personalidad- constituyen la fundamental fuerza unificadora de la conciencia, para nosotros el bien absoluto está en satisfacer esos requerimientos y, por lo tanto, en realizar la personalidad. Las demandas de la personalidad son la fuerza unificadora de la conciencia” (I.B. Cap 25, pág. 181)

Más adelante dice:

“La personalidad es la base de todos los valores y en el universo solamente la personalidad tiene valor absoluto” (IB, pág. 181)

“la conducta absolutamente buena es aquella que tiene como meta la realización de la personalidad, es decir, una conducta que se desarrolle con miras a la unidad de la conciencia” (I.B. pág. 181)

La voluntad, en el pensamiento zen, tiene por tanto autonomía para determinar lo que es bueno. Así lo reconoce Kitarô Nishida en la pág. 182 de la citada obra:

“como nuestra voluntad determina su valor por sí misma, la personalidad tiene valor absoluto”

El padre Enomiya Lasalle matiza la diferencia de todo ello con el cristianismo:

“En el budismo, al no admitirse un Dios personal, tampoco puede hablarse de creación ni de revelación en el verdadero sentido de la palabra. Tampoco tiene cabida en él el concepto cristiano de pecado como transgresión de la ley de Dios. Lo mismo ocurre con conceptos tan usuales en el cristianismo como sobrenatural y gracia. Para nuestro tema tiene gran importancia el concepto de redención, íntimamente unido a los conceptos anteriores. Porque en el budismo zen el camino hacia la iluminación es el camino hacia la redención”  (Z pág.10)

Obsérvese esto. Aquí el padre Enomiya Lasalle está hablando de que en el budismo no hay lugar para temas como Dios, pecado, gracia, y sin embargo, del budismo es un camino de redención.Me pregunto cómo puede ser camino de redención, sin Dios, ni gracia, ni pecado, ni bien ni mal…sin Cristo

¿Qué ocurre? Que este hecho vacía de significado el fenómeno makyo.

Luego continua:

“Mientras que la redención en sentido cristiano se concibe como perdón del pecado y elevación  al orden sobrenatural, en el budismo zen resulta imposible esta concepción al no admitirse ni un Dios personal ni un orden sobrenatural. Redención en el sentido budista es liberación del sufrimiento y extinción de las apetencias, que son causa del sufrimiento” (pág.11)

En el budismo zen, dice el jesuita, no cabe elevación al orden sobrenatural, no cabe perdón del pecado. Lo que sí cabe es liberación del sufrimiento.La redención cristiana sin embargo es algo muy diferente

Sabemos del valor redentor del sufrimiento del cristiano, que es participación del sufrimiento de Cristo. El cristiano completa en su carne el sufrimiento de Cristo. No tiene que liberarse de él, sino participar de él, sufriendo lo que Cristo no ha sufrido aún, que es lo que ha de sufrir el cristiano:

Colosenses 1, 24 Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.

El sufrimiento no es dejado de lado, no es ignorado. Es sobrenaturalizado.

Tan importante es el sufrimiento en Cristo, que toda la Escritura, que habla enteramente de Cristo, a Cristo se remite y en Cristo tiene sentido, es, como dice s Juan Pablo II en Salvifici doloris”, 6:

“la Sagrada Escritura es un gran Libro sobre el sufrimiento” Y Cristo es el Varón de Dolores.

 En definitiva:

Para un cristiano, que tiene idea objetiva del bien y del mal, de Dios y del maligno, del pecado y de la gracia, el zen tiene graves peligros. Uno de ellos, es ese estado denominado makyo, propio de las primeras etapas de la meditación, en que se pueden producir, junto con fenémenos inconscientes y extrasensoriales, asaltos demoníacos, –y mociones benéficas de Dios, para rescatar y obrar en la persona.

El zen enseña a desestimar todo ello, poniéndolo todo en la misma balanza: simples creaciones mentales. Para un zenista japonés, o chino, esto tiene sus peligros y amenzas, habida cuenta que la mayoría de los practicantes se estancan aquí y la Iluminación es una conquista que sólo alcanzan los más esforzados. Pero para un cristiano, supone un mal mucho mayor.

Porque, como dice la Escritura:

43 Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares áridos en busca de reposo, y al no encontrarlo,

44 piensa: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Y va y la encuentra vacía, barrida y ordenada.

45 Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; vienen y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio. (Mateo 12)

En este post hemos querido mostrar los efectos negativos del zen, según los maestros zen, y cómo éstos de multiplican si el zen lo practica un cristiano.

Es uno de los problemas a los que tiene que enfrentarse la Iglesia: cómo responder a los desafíos que nos plantea la New Age, que nos traído el zen y lo ha introducido en medio del cristianismo, con los grandes problemas que conlleva la interferencia de una religión natural, -que tiene sus aspectos positivos propios, pero también los graves aspectos negativos de un sistema meramente humano de creencias-, en la Religión Revelada, que es el Evangelio de la Gracia, cuyo centro único y absoluto es Cristo.

4 comentarios

  
Longinos
Lo que no entiendo es cómo puede haber cristianos que no se den cuenta que esto es rematadamente contrario a la salvación gratuita de Cristo. Supongo que el pelagianismo generalizado que se ha predicado durante décadas en colegios y parroquias, dejó el campo arado y abonado para estas cosas.
__________
Sin duda, Longinos, el pelagianismo ha hecho estragos.
30/08/14 5:10 PM
  
Strauch
Excelente artículo. Gracias por alertarnos de los peligros del zen.
__________
A.G.- Gracias por leerlo.
31/08/14 9:41 AM
  
Jesus Javier
Si no hay inconveniente, quiero preguntar un tema colateral: si el mundo está dominado por las fuerzas del mal, y solamente en Cristo encontramos la liberación frente a esas fuerzas, podría concluirse que el islam es una forma pagana propia de ese mundo dominado por el mal?
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A.G.- Procuraré responderle cuando reflexione bien sobre ese tema. Un saludo cordial.
31/08/14 1:22 PM
  
Miguel Sanhueza
Estimados amigos,

Practico Zazen y soy Católico y la verdad es que no tiene ningún peligro, el Zen es meditar, meditar es contemplar, en este proceso se van abandonando nuestras ideas muchas de ellas equivocadas, favor poner atención en el concepto de "abandonar", nuestro señor Jesucristo nos enseño el abandono, abandonarlo todo por el reino de dios eso es Zen abandonar todo por la liberación del ego, del yo, del pecado, y pecado es error, es dolor inconsciente por acciones desequilibradas, zen es mas allá de la mente y nuestro señor esta mas allá de nuestro entendimiento, la fe misma esta mas allá del entendimiento, amigos, los caminos del señor son misteriosos, no categoricemos, el demonio quiere que categoricemos para provocar desunión. el demonio no tiene cachos, esta en nuestra mente.
Un saludo fraterno.
08/12/16 4:58 AM

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