Ni «eppur si muove» es de Galileo; ni «in dubiis libertas» de San Agustín
Otro mythbuster, esta vez por partida doble, dos falsas atribuciones cargadas de intencionalidad en la asignación.
Ni «eppur si muove» es de Galileo…
Sigue costando. Todavía pulula en medios y autores «progres», poco ilustrados pero abundantes, la leyenda de que Galileo fue condenado a la hoguera por mantener la teoría heliocéntrica. La Iglesia había cercenado el progreso de la Ciencia. Merece la pena tratar el asunto con más profundidad en otra ocasión.
Arrancadas de la imaginación las llamas, la cárcel —donde nunca estuvo—y los supuestos tormentos en el potro, todavía permanece arraigado, como postrer acto de rebeldía el «eppur si muove» —sin embargo se mueve—, que supuestamente pronunció Galileo inmediatamente después de su abjuración.
Esta frase no aparece en ningún escrito del gran físico, ni tampoco en relato alguno de los presentes. Y es extraño, con el odio sarraceno que le profesaba más de uno de sus acusadores, habría sido la excusa perfecta para convencer a su amigo el Papa para que hubiese rubricado la sentencia, algo que nunca hizo.
La primera mención a la leyenda la encontramos en la obra del viajero y escritor italiano Giuseppe Marc’Antonio Baretti, más de 120 años después y unos pocos antes de que los fanáticos de la Razón entronizada asesinasen, mediante guillotina, al padre de la química moderna: el católico Lavoisier, la República no necesitaba sabios, y así es hasta el presente.
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