InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Secularización interna de la Iglesia

5.06.17

La Iglesia no ha de ser abandonada a sí misma, sino gobernada

Del oficio de Lecturas del lunes de la novena semana del Tiempo Ordinario

La Iglesia, que como una gran nave surca los mares de este mundo, y que es azotada por las olas de las diversas pruebas de esta vida, no ha de ser abandonada a sí misma, sino gobernada.

De ello nos dan ejemplo nuestros primeros padres Clemente y Cornelio y muchos otros en la ciudad de Roma, Cipriano en Cartago, Atanasio en Alejandría, los cuales, bajo el reinado de los emperadores paganos, gobernaban la nave de Cristo, su amada esposa, que es la Iglesia, con sus enseñanzas, con su protección, con sus trabajos y sufrimientos hasta derramar su sangre.

Al pensar en éstos y otros semejantes, me estremezco y me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto por mis pecados, y de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me ha sido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la sagrada Escritura.

Mas, puesto que las cosas son así y la verdad puede ser impugnada, pero no vencida ni engañada, nuestra mente fatigada se refugia en aquellas palabras de Salomón: Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos piensa en él, y él allanará tus sendas. Y en otro lugar: Torre fortísima es el nombre del Señor, en él espera el justo y es socorrido. Mantengámonos en la justicia y preparemos nuestras almas para la prueba; sepamos aguantar hasta el tiempo que Dios quiera y digámosle: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tengamos confianza en él, que es quien nos ha impuesto esta carga. Lo que no podamos llevar por nosotros mismos, llevémoslo con la fuerza de aquel que es todopoderoso y que ha dicho: Mi yugo es suave y mi carga ligera. Mantengámonos firmes en la lucha en el día del Señor, ya que han venido sobre nosotros días de angustia y aflicción. Muramos, si así lo quiere Dios, por las santas leyes de nuestros padres, para que merezcamos como ellos conseguir la herencia eterna.

No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo, tal como lo escribió san Gregorio en su libro a los pastores de la Iglesia.

De las Cartas de san Bonifacio, obispo y mártir
(Carta 78; MGH, Epistolae 3, 352. 354)

¿Y qué habría yo de añadir a lo escrito por san Bonifacio? Nada. Si acaso, una oración.

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8.02.17

El cardenal Sistach interpreta Amoris Laetitia contra la doctrina de la Iglesia

El 14 de septiembre de 1994, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el cardenal Ratzinger, publicó una carta a los obispos de todo el mundo sobre el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar. La carta acababa de esta manera:

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, durante la audiencia concedida al Cardenal Prefecto ha aprobado la presente Carta, acordada en la reunión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado que se publique.

Estamos por tanto, ante un texto magisterial pontifico. En el mismo se aborda la relación entre la conciencia del cristiano divorciado vuelto a casar (adúltero le llama Cristo) y la posibilidad de comulgar, La cuestión se plantea así:

Conscientes sin embargo de que la auténtica comprensión y la genuina misericordia no se encuentran separadas de la verdad, los pastores tienen el deber de recordar a estos fieles la doctrina de la Iglesia acerca de la celebración de los sacramentos y especialmente de la recepción de la Eucaristía. Sobre este punto, durante los últimos años, en varias regiones se han propuesto diversas soluciones pastorales según las cuales ciertamente no sería posible una admisión general de los divorciados vueltos a casar a la Comunión eucarística, pero podrían acceder a ella en determinados casos, cuando según su conciencia se consideraran autorizados a hacerlo. Así, por ejemplo, cuando hubieran sido abandonados del todo injustamente, a pesar de haberse esforzado sinceramente por salvar el anterior matrimonio, o bien cuando estuvieran convencidos de la nulidad del anterior matrimonio, sin poder demostrarla en el foro externo, o cuando ya hubieran recorrido un largo camino de reflexión y de penitencia, o incluso cuando por motivos moralmente válidos no pudieran satisfacer la obligación de separarse.

En algunas partes se ha propuesto también que, para examinar objetivamente su situación efectiva, los divorciados vueltos a casar deberíanentrevistarse con un sacerdote prudente y experto. Su eventual decisión de conciencia de acceder a la Eucaristía, sin embargo, debería ser respetada por ese sacerdote, sin que ello implicase una autorización oficial.

¿Cómo responde la Congregación para la Doctrina de la Fe a esas propuestas?

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28.01.17

Eucaristía y pecado mortal. No oigamos a los que nos engañan (I)

Todos aquellos que sientan la tentación de comulgar estando claramente en pecado mortal -por ejemplo, adulterio-, deberían alejarse de los inicuos que con palabras de falsa misericordia les llevan a la segura condenación y, en cambio, leer las enseñanzas de los padres de la Iglesia.

Por ejemplo, San Basilio, en su obra Sobre el bautismo, aborda la pregunta de “si carece de peligro el que uno que no está limpio de toda mancha de cuerpo y espíritu, coma el cuerpo y beba la sangre del Señor": Tras mostrar lo que indicaba la ley mosaica acerca de los que se acercaba a las cosas sagradas en estado de impureza, dice:

Porque si aquel que se encuentra en sola impureza (y por ley sabemos típicamente la propiedad de la impureza), está sujeto a un juicio tan terrible, ¿cuánto más grave juicio se atraerá sobre sí el que estando en pecado se atreve a comer el cuerpo de Cristo? Limpiémonos pues de toda mancha (la diferencia entre mancha e impureza es cosa manifiesta para los prudentes y sabios), y así acerquémonos a las cosas sagradas, para que escapemos del juicio de aquellos que mataron al Señor, pues cualquiera que comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1ª Cor 11,27); y poseamos la vida eterna.
(San Basilio, Sobre el bautismo L2. cuestión 3)

San Efrén el sirio.

… En las aguas del bautismo, hermanos, os vestisteis las vestiduras blancas; no manchéis vuestras vestiduras con obras deshonestas. He aquí que os sentáis a un banquete que es la Iglesia santa, en la cual coméis el cuerpo vivo y bebéis la sangre propiciatoria. El que se sienta a este banquete y se deleita con estas delicias y a la vez obra la iniquidad y el pecado, ¡ay de él en el día de la resurrección; en aquel día en que el Rey vendrá con su pompa y establecerá su trono para el juicio y se sentará en él para tomar venganza y juzgar a las gentes y las tribus!
(San Efrén, Sermón del fin y de la amonestación, 7,13)

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21.01.17

Tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto

Esta semana fui a Misa con unos amigos y nos encontramos con que se estaba celebrando un funeral. El funeral fue católico en los textos litúrgicos. Pero solo en eso. Lo demás era un funeral protestante con tufo herético universalista-origenista. O sea, se dio por hecho no solo la salvación del finado por el mero hecho de ser cristiano -tesis calvinista- sino que todos se salvan. Y el concepto de presencia de Cristo en medio del “culto” era también protestante.

Ahora bien, esa forma de celebrar el funeral la he visto en la práctica totalidad de funerales a los que he asistido desde mi regreso a la Iglesia Católica. O he tenido muy mala suerte o es la pura realidad a la que se enfrentan los fieles, al menos en España.

No tiene el menor sentido rezar por los muertos si se da por hecho que los muertos están en el cielo. No tiene el menor sentido predicar el evangelio -de hecho, no se hace- si se da por hecho que todo el mundo se salva. Del purgatorio, mejor ni hablamos. No existe. Tampoco el juicio por nuestras obras.

De hecho, es mucho más probable encontrarse algo de catolicismo en un funeral celebrado por protestantes evangélicos -no liberales-, que en uno católico. Es casi seguro que se oirá la idea de que debemos tener que rendir cuentas a Dios después de la muerte y que la posibilidad de la condenación es real.

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20.01.17

La gran batalla por el alma de la Iglesia de Cristo

En el proceso de mi regreso a la Iglesia Católica, uno de los primeros pasos, esencial, fue entender la inviabilidad del protestantismo. Inviabilidad que venía dada por el lema Sola Scriptura -ausente en la propia Biblia- acompañado del axioma del «libre examen», según el cual, todos y cada uno de los cristianos pueden interpretar la Biblia según le dicte su conciencia. Eso es fuente de todo tipo de heterodoxias habidas y por haber.

El estudio de la historia de la Iglesia me abrió completamente los ojos a otra gran verdad: no hay nada en los primeros siglos de la historia de la Iglesia que se parezca al protestantismo… salvo la proliferación de herejías de todo tipo.

Quedaban, por tanto, dos opciones: iglesias ortodoxas, Iglesia Católica. No había más. Y entonces, no sin cierta dificultad, entendí que el ministerio petrino, instituido por Cristo, solo se encontraba en el seno del catolicismo. Podía dudar de si se había desarrollado excesivamente, pero estar, estaba. Entre los ortodoxos no. El beato Newman me ayudó a entender que ese desarrollo entraba dentro de los parámetros del resto de desarrollo doctrinal en el seno de la Iglesia fundada por Cristo.

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