InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Cristo

15.04.17

El que quiere... ¿puede?

De pequeño mi madre me solía decir “el que quiere, puede". Y es común ver a muchos cristianos empeñados en “entrenar” su fuerza de voluntad para obrar bien, como si tal cosa dependiera sobre todo de sus capacidades personales. Sus intenciones son buenas, ciertamente. Pero no, no funciona así la cosa. Esto es lo que puede nuestra fuerza de voluntad. Lo explica San Pablo en Romanos 7:

Pues sé que lo bueno no habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer está a mi alcance, pero hacer lo bueno, no.
Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo. Así, pues, descubro la siguiente ley: yo quiero hacer lo bueno, pero lo que está a mi alcance es hacer el mal.
¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!

Jesucristo es la clave. Sin Él no podemos hacer literalmente NADA (Jn 15,5). Y NADA es NADA. Nada bueno, se sobreentiende. O mejor dicho, nada bueno en relación a nuestra salvación. Sin embargo, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4,13). Sin Él nada, con Él y en Él, todo.

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14.04.17

El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre él

Primera lectura del Viernes Santo de la Pasión del Señor:

Mirad, mi siervo triunfará, será ensalzado, enaltecido y encumbrado. Como muchos se horrorizaron de él -tan desfigurado estaba, que no tenía aspecto de hombre ni apariencia de ser humano-, así él asombrará a muchas naciones. Por su causa los reyes cerrarán la boca, al ver lo que nunca les habían narrado, y contemplar lo que jamás habían oído.
«¿Quién dio crédito a nuestro anuncio? El brazo del Señor, ¿a quién fue revelado? Creció en su presencia como un renuevo, como raíz de tierra árida. No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga nuestra mirada, ni belleza que nos agrade en él. 
Despreciado y rechazado de los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento; como de quien se oculta el rostro, despreciado, ni le tuvimos en cuenta.  Pero él tomó sobre sí nuestras enfermedades, cargó con nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado. Pero él fue traspasado por nuestras iniquidades, molido por nuestros pecados. El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre él, y por sus llagas hemos sido curados. 
Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, cada uno seguía su propio camino, mientras el Señor cargaba sobre él la culpa de todos nosotros». 
Fue maltratado, y él se dejó humillar, y no abrió su boca; como cordero llevado al matadero, y, como oveja muda ante sus esquiladores, no abrió su boca. 
Por arresto y juicio fue arrebatado. De su linaje ¿quién se ocupará? Pues fue arrancado de la tierra de los vivientes, fue herido de muerte por el pecado de mi pueblo. Su sepulcro fue puesto entre los impíos, y su tumba entre los malvados, aunque él no cometió violencia ni hubo mentira en su boca. 
Dispuso el Señor quebrantarlo con dolencias. Puesto que dio su vida en expiación, verá descendencia, alargará los días, y, por su mano, el designio del Señor prosperará. Por el esfuerzo de su alma verá la luz, se saciará de su conocimiento. El justo, mi siervo, justificará a muchos y cargará con sus culpas.Por eso, le daré muchedumbres como heredad, y repartirá el botín con los fuertes; porque ofreció su vida a la muerte, y fue contado entre los pecadores, llevó los pecados de las muchedumbres e intercede por los pecadores.
Is 52,13-5. 54, 1-2

¿Qué decir? ¿que hablar? ¿qué comentar? La cruz, el castigo y la muerte es lo que nos merecíamos por nuestos pecados. Pero Cristo toma nuestro lugar y se deja torturar, azotar, crucificar y matar como pago por nuestro rescate. Cumplió así las exigencias de la justicia y la misericordia de Dios. Justicia, porque el pecado no podía quedar sin castigo. Misericordia, porque la justicia no podía tener la última palabra y Dios quiere salvarnos.

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13.04.17

Si no te lavo, no tienes parte conmigo

Evangelio del Jueves Santo:

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».
Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás».
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
Jn 13,1-15

El Salvador vino a servir para mostrarnos como ser siervos. El Hijo de Dios se abajó hasta nosotros para que pudiéramos subir con Él hacia el Padre. Aquel cuyos pies fueron ungidos con las lágrimas de una mujer pecadora arrepentida (Luc 7,37-50) y por María, hermana de Lázaro (Jn 12,3), quiso dar ejemplo de servicio.

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12.04.17

Más le valdría a ese hombre no haber nacido

Evangelio del Miércoles Santo:

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».
Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?».
Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».
Mat 26,14-25

Un solo hombre, Judas Iscariote, fue el que vendió a Cristo por treinta monedas de plata. Y el Señor no tuvo el menor reparo en pronuciar una dura sentencia sobre él: “¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!".

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10.04.17

A los pobres los tenéis siempre con vosotros

Evangelio del Lunes Santo:

Jesús, seis días antes de la Pascua, marchó a Betania, donde estaba Lázaro, al que Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí le prepararon una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume.
Dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que le iba a entregar:  -¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?
Pero esto lo dijo no porque él se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: -Dejadle que lo emplee para el día de mi sepultura, porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.
Una gran multitud de judíos se enteró de que estaba allí, y fueron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Y los príncipes de los sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque muchos, por su causa, se apartaban de los judíos y creían en Jesús.
Jn 12,1-11

Judas fue ladrón antes que traidor. El pecado, si no se deja atrás, siempre acaba engendrando pecado, a veces de peor naturaleza que el “original". Esa es una de las razones por las que no debemos dejar pasar mucho tiempo sin confesarnos. Hasta los pecados veniales, si no nos arrepentimos y pedimos perdón, pueden ser la antesala para pecados mortales.

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