Y la criatura se fue por el desagüe del WC
Cuando era pequeñajo mi padre me llevaba prácticamente todos los fines de semana a ver a mis abuelos y mi tía, su única hermana que hoy vive con nosotros. Mi abuela me solía contar las batallitas familiares de tiempos de la postguerra, que como se pueden imaginar ustedes no eran siempre agradables. Cuando el hambre dejó de acosarles, se hicieron con una gata que fue el mejor juguete que tuvieron mi padre y mi tía en su infancia. El animalillo vivió durante más de 20 años y cuando se murió la familia entera lo pasó realmente mal.
Sin embargo, lo que más me impresionó de la historia es lo que mi abuelo hizo en cierta ocasión. Cuando la gata se quedaba preñada, cosa que ocurría cuando lograba escaparse en época de celo, era obvio que no podían quedarse con la camada. Dado que por entonces no había sociedad protectora de animales donde entregar los cachorros, mi abuelo tuvo que deshacerse de ellos en la mayor parte de las ocasiones. La primera vez que lo hizo, tiró a los animalillos recién nacidos por la taza del water, pero se quedó tan impresionado, que se prometió a sí mismo no volver a hacer eso en su vida, de tal manera que el resto de las veces optó por dejar que la gata les alimentara hasta que se podían valer por sí mismos. Entonces cogía el tranvía y los llevaba lejos de casa para soltarles en la calle, en zonas cercanas a mercados, donde podrían buscarse la vida entre basuras y otros gatos.