InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categorías: Biblia, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento

22.06.17

Si se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente, lo toleráis

Primera lectura del jueves de la undécima semana del Tiempo Ordinario:

¡Ojalá me toleraseis algo de locura!; aunque ya sé que me la toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios, pues os he desposado con un solo marido, para presentaros a Cristo como una virgen casta.
Pero me temo que, lo mismo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes, apartándose de la sinceridad y de la pureza debida a Cristo. Pues, si se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que os he predicado, u os propone recibir un espíritu diferente del que recibisteis, o aceptar un Evangelio diferente del que aceptasteis, lo toleráis tan tranquilos.
No me creo en nada inferior a esos superapóstoles. En efecto, aunque en el hablar soy inculto, no lo soy en el saber; que en todo y en presencia de todos os lo hemos demostrado. ¿O hice mal en abajarme para elevaros a vosotros, anunciando de balde el Evangelio de Dios?
Para estar a vuestro servicio tuve que despojar a otras comunidades, recibiendo de ellas un subsidio. Mientras estuve con vosotros, no me aproveché de nadie, aunque estuviera necesitado; los hermanos que llegaron de Macedonia atendieron a mi necesidad. Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada. Por la verdad de Cristo que hay en mí: nadie en toda Grecia me quitará esta satisfacción.¿Por qué? ¿Porque no os quiero? Bien sabe Dios que no es así.
2ª Cor 11,1-11

Ciertamente son muchas las iglesias locales y los católicos repartidos por el mundo que no solo toleran a quienes les predican un Cristo y una fe diferentes, sino que les encumbran. De hecho, durante décadas hemos visto cómo la falsedad, la herejía y la apostasía han encontrado fácil acomodo en púlpitos, seminarios, cátedras, órdenes y congregaciones religiosas.

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19.06.17

Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios

Primera lectura del lunes de la undécima semana del Tiempo Ordinario:

Como colaboradores suyos os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: “En el tiempo favorable te escuché. Y en el día de la salvación te ayudé".
Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. A nadie damos motivo alguno de escándalo, para que no sea desacreditado nuestro ministerio, sino que en todo nos acreditamos como ministros de Dios: con mucha paciencia, en tribulaciones, necesidades y angustias; en azotes, prisiones y tumultos; en fatigas, desvelos y ayunos; con pureza, con ciencia, con longanimidad, con bondad, en el Espíritu Santo, con caridad sincera, con la palabra de la verdad, con el poder de Dios; mediante las armas de la justicia, en la derecha y en la izquierda; en honra y deshonra, en calumnia y en buena fama; como impostores, siendo veraces; como desconocidos, siendo bien conocidos; como moribundos, y ya veis que vivimos; como castigados, pero no muertos; como tristes, pero siempre alegres; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, aunque poseyéndolo todo.
2ª Cor 6,1-10

El apóstol San Pablo cuida de la iglesia en Corinto como un padre cuida de sus hijos. Les exhorta a no recibir en vano la gracia de Dios y les recuerda cuál ha sido su comportamiento como ministro del Señor.

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3.06.17

El Señor examina al justo y al impío

Salmo del sábado de la séptima semana de Pascua

Pero el Señor está en su Templo santo, el Señor tiene su trono en los cielos, sus ojos están observando, sus pupilas otean a los hijos de los hombres.
El Señor examina al justo y al impío, y aborrece al que ama la violencia.
El Señor es justo y ama la justicia; los rectos verán su rostro.
Sal 11,4-5.7

Ni un pájaro del cielo cae sin que lo vea Dios. Tanto más las acciones de los hombres. Y un día seremos juzgados conforme a nuestras obras. Lo dijo Cristo:

No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz:
los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Jn 5,28-29

Y lo advirtió el apóstol San Pablo:

No os engañéis: de Dios nadie se burla. Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembra para la carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre para el espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
Gal 6,7-8

Concédenos, Padre, ser justos en el Justo, y obrar conforme a lo que has dispuesto para tus santos.

Luis Fernando

2.06.17

Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas

Evangelio del viernes de la séptima semana de Pascua:

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
Jn 21,15-10

Jesús, el Buen Pastor, nos deja por pastor a Pedro, príncipe de los apóstoles. El mismo que le negó tres veces la noche anterior a su crucifixión. El mismo al que llamó Satanás cuando se opuso precisamente a que se dejara entregar como Cordero de Dios. Pero también el mismo a quien el Padre reveló quién es en verdad Jesucristo. El mismo que saltó de la barca para andar por las aguas camino del Señor, que le rescató cuando empezó a hundirse. El mismo con un corazón lleno de amor al Salvador. El mismo al que Cristo encargó el ministerio de confirmar en la fe a los hermanos, una vez se hubiera convertido. El mismo sobre cuya persona y sobre cuya confesión de fe el Señor edificaría su Iglesia. Por eso la Iglesia no es sin Pedro, de la misma manera que Pedro no sería Pedro sin Cristo.

Bien haremos, pues, en atender a las palabras de Pedro:

Como hijos obedientes, no conforméis vuestra vida a las antiguas concupiscencias del tiempo de vuestra ignorancia, sino que así como es santo el que os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta, conforme a lo que dice la Escritura: “Sed santos, porque yo soy santo".
Y si llamáis Padre al que sin hacer acepción de personas juzga a cada uno según sus obras, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra conducta vana, heredada de vuestros mayores, no con bienes corruptibles, plata u oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha, predestinado ya antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos para vuestro bien; para quienes por medio de él creéis en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le glorificó, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza se dirijan a Dios. Ya que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, para un amor fraterno no fingido, amaos de corazón intensamente unos a otros, como quienes han sido engendrados de nuevo no de un germen corruptible, sino incorruptible, por medio de la palabra de Dios, viva y permanente.
1ª Ped 1,14,23

Y bien haremos si escuchamos su advertencia:

Así como surgieron falsos profetas en el pueblo de Israel, también habrá entre vosotros falsos maestros. Éstos introducirán fraudulentamente herejías perniciosas: negando al Dueño que los rescató, atraerán sobre ellos mismos una pronta ruina. Muchos seguirán sus costumbres licenciosas, y por su causa el camino de la verdad quedará infamado;
2ª Ped 2,1-2

Y es que, como también nos alertó el apóstol San Pablo:

Me sorprende que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo para seguir otro evangelio; aunque no es que haya otro, sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema!
Gal 1,6-8

Por tanto, andemos en santidad y rechacemos a los falsos maestros que adulteran el evangelio de Criso. Y así lo haremos si en verdad el Señor nos lo concede por su gracia.

Señor, concede a nuestros pastores, y muy especialmente a Pedro, la gracia de la conversión para que nos lleven por el camino de la fidelidad a tu evangelio.

Luis Fernando

31.05.17

¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme?

Evangelio en la Fiesta de la Visitación de la Virgen María

Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor".
María exclamó: “Proclama mi alma las grandezas del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de “su” esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo; su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. Manifestó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó de su trono a los poderosos y ensalzó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos los despidió vacíos. Protegió a Israel su siervo, recordando su misericordia, como había prometido a nuestros padres, Abrahán y su descendencia para siempre.”
Luc 1,39-55

María. Dulce nombre de María. Madre del Señor, Madre nuestra. Don de lo alto de quien nos nace el Salvador, porque así lo decretó Dios.

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