InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Anti-magisterio

11.05.08

No basta con reconocer los errores

Cuando hace dos años los obispos españoles publicaron el documento “Teología y secularización en España”, escribí un post en mi blog en Religión Digital que volveré a reproducir hoy aquí (página 2) en el que hacía referencia a su vez a otro artículo previo mío titulado “Ser católico en un país descristianizado".

En aquel texto, los obispos españoles daban las claves para entender las razones por las que la secularización interna en la Iglesia es un hecho indiscutible. Ciertamente no dejaba de ser curioso que los que señalaban la enfermedad de la Iglesia fueran aquellos que tenían, y tienen, la responsabilidad de haber evitado que la misma enfermara. Además, el documento señalaba el mal pero no daba la receta para curarlo. Es como si vas al médico y te dice: “Mire, su enfermedad se ha agravado porque no le di la medicación adecuada". Tú le respondes: “¿Y qué voy a hacer ahora?", ante lo cual el galeno te replica: “De momento sólo le digo que está muy enfermo". Lo normal, en un caso así, es pensar que estamos ante un irresponsable al que le han dado la licenciatura de medicina en una tómbola.

Hoy, la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar hace público otro documento titulado “Laicos cristianos: sal y luz del mundo” que, para no variar, es muy bueno. Si la Iglesia Católica en España tuviera que ser juzgada por la calidad de los documentos que produce su Conferencia Episcopal, la nota sería de sobresaliente. Pero los fieles no viven de documentos que en su inmensa mayoría ni siquiera leen. Los fieles no viven de las buenas intenciones de sus obispos. De la misma manera que los enfermos no viven del diagnóstico de su enfermedades sino de la medicinas para curarlas, los fieles católicos necesitan acciones concretas de sus pastores y no meras descripciones de los males que les aquejan.

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28.04.08

¿Pagó o no pagó abortos Manel Pousa? That is the question

El arzobispado de Barcelona pretende quitarse de en medio el “caso Pousa” con un comunicado en el que se afirma que el sacerdote dice que no se “expresó con suficiente precisión” y que siempre ha querido actuar en comunión con la Iglesia.

La realidad es que cuando uno lee la entrevista que le hizo El Periódico, lo que menos encuentra es falta de precisión. Manel Pousa fue absolutamente preciso al afirmar “YO HE PAGADO ABORTOS”. Y sin embargo, la nota de la delegación de medios de comunicación del arzobispado barcelonés no es nada precisa a la hora de explicar si Pousa pagó o no pagó abortos.

Es decir, pretenden enterrar el tema con una nota imprecisa sobre unas declaraciones precisas, que por sí solas llevaban a la excomunión del sacerdote que las hizo. Pues señores míos, esto no puede acabar así. El tema ya va camino de Roma, donde posiblemente pedirán muchísima más precisión al sacerdote y al arzobispado.

Es necesario que quede claro si Mosén Pousa pagó abortos. Corren rumores de que el cura se justifica diciendo que él dio el dinero pero no pagó directamente los abortos. Es decir, tuvo el detalle de no ir a la clínica del doctor Morín, o a cualquiera de las otras clínicas “aborteras” de Barcelona, a pagar personalmente por el asesinato de los inocentes. Pero seamos serios. Si él dio un dinero que sabía que estaba destinado a pagar un aborto, su complicidad es total.

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22.04.08

Fellay pretende imponer sus tesis a toda la Iglesia

Cuando Juan XXIII sorprendió a la Iglesia y al mundo convocando el Concilio Vaticano II, pocos pensaban que uno de las consecuencias más amargas del mismo sería el cisma más importante que ha sufrido la Iglesia desde la Reforma protestante. Efectivamente, 21 años después de la clausura del Concilio se producía la excomunión de Monseñor Marcel Lefebvre, arzobispo francés fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX). Juan Pablo II no tuvo más remedio que dar ese doloroso paso ante la desobediencia abierta del prelado francés, que se empeñó en ordenador obispos en contra del mandato del Vicario de Cristo.

Aunque la causa “canónica” de la excomunión fue esa ordenación no autorizada, lo que de verdad estaba en el alma del cisma era el rechazo del Vaticano II por parte de Lefebvre y sus seguidores. Ellos creían que la Iglesia había alterado sustancialmente una serie de doctrinas fundamentales, posibilitando a su vez una reforma litúrgica que creían poco menos que una aberración. Lo cierto es que el marasmo postconciliar, que llevó a Pablo VI a asegurar que el “humo de Satanás” había entrado en la Iglesia, ayudaba muy poco a convencer a los tradicionalistas de lo erróneo de sus planteamientos.

Con todo, la crisis obvia en la que la Iglesia se vio sumida tras el concilio nunca podía ser resuelta desde la rebeldía abierta contra el legítimo sucesor de San Pedro y contra un concilio ecuménico. Lefebvre equivocó el camino. En nombre de la Tradición, atentó contra la misma separándose de la comunión con el Obispo de Roma y el resto de obispos del orbe católico. En efecto, asestó un golpe casi definitivo a la causa del tradicionalismo, pues los tradicionalistas que permanecieron fieles al Papa tuvieron que soportar el estigma de ser considerados como cuasi-cismáticos por buena parte del resto de la Iglesia. Hoy no ocurre tal cosa y de hecho el tradicionalismo católico ha recibido con gozo el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, que permite el uso más amplio de la forma extraordinaria del Rito romano de celebración de la Misa.

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18.04.08

El cardenal Sistach debe suspender inmediatamente a Manel Pousa

Lo que nos faltaba por ver, lo hemos visto hoy en Religión en Libertad. Un cura de Barcelona, Manel Pousa, que resulta ser vicario de la parroquia de la Trinidad, en el distrito de Nou Barris, confesó en El Periódico que ha pagado abortos. Por alguna extraña razón, la declaración ha pasado desapercibida a pesar de que tuvo lugar el 21 de febrero pasado, que fue cuando se realizó la entrevista. Pero hoy la progresía eclesial catalana ha sacado pecho en uno de sus blogs y por “causalidades” de la vida, nos hemos enterado de la infamia.

Quede clara una cosa. Manel Pousa está excomulgado desde que pagó el primer aborto. Es decir, no se trata de que el Cardenal Arzobispo de Barcelona, Monseñor Lluís Martínez Sistach, dicte su excomunión. La misma ya es efectiva según el código de derecho canónico. Lo que puede, debe y estamos seguros de que hará Martínez Sistach, es darle publicidad a la misma y apartar ipso facto del ministerio sacerdotal a ese señor.

No se puede apelar a excusa ninguna para dilatar la suspensión de ese sacerdote. Sus posibles defensores dirán que lleva años ayudando a marginados, presos, etc, etc. Nadie niega que eso esté muy bien. Pero ser el responsable directo de varios abortos y además decirlo públicamente es algo que la Iglesia Católica no puede tolerar. El bien que se haga a favor de los pobres no justifica la complicidad con el asesinato de inocentes. Y Manel Pousa es cómplice de ese delito canónico.

Luis Fernando Pérez Bustamante

24.03.08

Los dramaturgos del siglo I

Juan Masiá Clavel, sj
El insigne y nunca bien ponderado miembro de la Compañía de Jesús, padre Juan Masiá Clavel, con motivo de un post sobre la ¿resurrección? de Cristo nos regaló ayer una de esas perlas con las que acostumbra a apoyar sus catoliquísimas tesis doctrinales:

Ya sabemos, por la hermenéutica, que Lázaro no fue devuelto a la vida milagrosamente por Jesús, sino que el capítulo 11 del evangelio según Juan es una dramatización narrativa del evangelista para escenificar y repensar la verdad profunda de que Jesús es la Resurrección y la Vida, liberando así al discipulado del miedo a la muerte.

Ay, ignorante de mí, que no sabía tal cosa. Ay, cuán estúpido y crédulo soy que me he tragado toda mi vida que Lázaro existió, que realmente murió y que Cristo le resucitó cuando su cuerpo ya presentaba obvios síntomas de descomposición. Pues no, no es así. La hermenéutica dice que naranjas de la China. Que lo que ocurre es que los evangelistas tenían la vocación oculta de guionistas de teatro -entonces no había cine-, y aprovecharon los evangelios para dar rienda suelta a su imaginación y destapar el dramaturgo que llevaban dentro. Por supuesto, con motivos muy beatíficos como es el de evitar que la gente tenga miedo a morir. ¿Y qué mejor manera de acabar con ese miedo que presentar a Cristo resucitando a la gente? Está claro. Veinte siglos creyendo que era historia lo que en realidad era un drama mitológico.

Como quiera que Masiá es más listo de lo que parece, no llega a decirnos abiertamente que los relatos sobre la resurrección de Jesucristo son más o menos lo mismo con un poco de más adorno dramático, pero yo tiendo a pensar que eso es lo que en su corazón cree. Es decir, sospecho que Masiá no cree que el cuerpo de Cristo se levantó de entre los muertos. Sospecho que para él la resurrección ocurrió más bien en la imaginación de los discípulos del Señor, en el corazón de una fe que supo ver más allá de la muerte física el triunfo de unos ideales que bla, bla, blaaaaa, bla…. Al fin y al cabo, la hermenéutica también está para eso. Si sirve para presentar lo de Lázaro como una dramatización, no digamos nada el “peazo” drama que sale de un Cristo que carga una cruz, sube al Calvario, muere y…. su cuerpo se lo comen los gusanos como a todo hijo de vecino. Viva la hermenéutica que limpia nuestra fe de aspectos infantiloides y mitológicos. Vivan los sacerdotes como Torres Queiruga y los jesuitas como Masiá. Abajo las caenas de la credulidad fundamentalista preconciliar y arcaica.

¿Sabéis lo peor de todo esto? Que la Iglesia no hace apenas nada para librarse de esta gangrena que nos corroe por dentro. La Iglesia permite que desde su seno se hagan afirmaciones que minan la fe de la gente sencilla, que sirven para alimentar la carcoma de los que disfrutan viviendo en la heterodoxia sesentayochista, que consiguen el aplauso complacido de un mundo que no quiere verse enfrentado ante la locura de la cruz y del verdadero evangelio. Masiá es un síntoma de la Iglesia del postconcilio. Masiá es un titular de prensa cotidiano que nos anuncia en manos de quién está hoy Aquella que Cristo dijo que construiría sobre la fe y la persona de Pedro. Menos mal que algunos seguimos creyendo que las puertas del Hades no prevalecerán. Para pocas cosas se necesita tener tanta fe como para confiar en aquella promesa de Cristo.

Luis Fernando Pérez Bustamante