InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Anti-magisterio

11.12.17

Aunque nosotros mismos...

El apóstol San Pablo lanza una advertencia a los cristianos en Galacia que sin duda sirve para todos los cristianos en todo el mundo y en todas las épocas:

Me maravilla que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio. No es que haya otro evangelio; lo que pasa es que algunos os están turbando y quieren deformar el Evangelio de Cristo.
Pues bien, aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os predicara un evangelio distinto del que os hemos predicado, ¡sea anatema!
Lo he dicho y lo repito: Si alguien os anuncia un evangelio diferente del que recibisteis, ¡sea anatema!
Gal 1,6-9

Que el apóstol insista en su advertencia dos veces seguidas indica la gravedad del asunto. De sus palabras cabe sacar una conclusión evidente. Es posible que incluso un apóstol como él decida predicar un evangelio diferente. Y la reacción de los fieles ante esa coyuntura ha de ser la del rechazo.

Por si no quedara clara la cuestión, en la misma epístola vemos a San Pablo ejerciendo ese “rechazo” ante una mala actitud de San Pedro:

Ahora bien, cuando llegó Cefas a Antioquía, tuve que encararme con él, porque era reprensible. En efecto, antes de que llegaran algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquellos, se fue retirando y apartando por miedo a los de la circuncisión. Los demás judíos comenzaron a simular con él, hasta el punto de que incluso Bernabé se vio arrastrado a su simulación.
Pero cuando vi que no se comportaban correctamente, según la verdad del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?
Gal 2,11-14

No era la primera vez que Pedro recibía una represión pública delante de toda la Iglesia. Justo después de que Cristo dijera que fundaría la Iglesia sobre él y su confesión pública de fe.

Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: -¡Dios te libre, Señor! De ningún modo te ocurrirá eso.  Pero él se volvió hacia Pedro y le dijo: -¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres.
Mat 16,22-23

Ciertamente son muy escasas las ocasiones a lo largo de la historia de la Iglesia en las que esas palabras del Señor y el apóstol han debido ser aplicadas. Pero ejemplos hay. Es el caso de Santa Brígida de Suecia, patrona de Europa, quien no tuvo problema en decir del Papa de su tiempo, sin negar su condición de Pontífice, que era un “asesino de almas, más injusto que Pilato y más cruel que Judas”.

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29.11.17

El cardenal Müller, las preguntas serias y los hechos

Desde que pasó a ser Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Müller se ha prodigado en declaraciones acá y allá. También ha tenido tiempo para prologar un libro del filósofo Rocco Buttiglione, en el que consigue la increíble hazaña de dar la razón al italiano en su polémica con el profesor Josef Seifert, a la vez que se sitúa en una postura similar a la de éste en relación a la interpretación que hace aquél de Amoris Laetitia. Muy coherente no parece la cosa.

En su última entrevista concedida al Corriere della Sera, el purpurado alemán, tras negar que encabece ninguna oposición al Papa, afirma lo siguiente:

La autoridad de la Iglesia, no obstante, debe escuchar a quien tiene preguntas serias o reclamos justos; no ignorarlo, o peor, humillarlo. Además, sin quererlo, puede aumentar el riesgo de una lenta separación que podría derivar en un cisma de una parte del mundo católico, desorientado y desilusionado. La historia del cisma protestante de Martín Lutero de hace quinientos años debería enseñarnos sobre todo qué errores evitar.

Y luego añade:

Cuidado: se pasa la percepción de una injusticia por parte de la Curia romana, casi por fuerza de inercia podría ponerse en modo una dinámica cismática, difícil de reparar después. Creo que los cardenales que han expresado sus dudas sobre Amoris Laetitia, o los 62 firmantes de una carta con críticas incluso excesivas al Papa deben ser escuchados, no liquidados como «fariseos» o quejosos. La única manera de salir de esta situación es un diálogo claro y franco.

El caso es que llevamos más de año y medio con la polémica acerca de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia y las cosas están exactamente igual o peor que el principio. En el camino se han muerto dos de los cardenales que presentaron “preguntas serias” al Papa y se han escrito artículos y posts en blogs como para llenar un par de tomos de cientos de páginas.

El cardenal Müller dice que conviene escuchar a quienes hacen las preguntas. Bien, pero es que resulta que los dos cardenales que siguen vivos están todavía esperando que el Papa quiera recibirles. Y por otra parte, ¿de verdad alguien cree que esto se soluciona escuchándose los unos y los otros?

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6.11.17

Amoris Laetitia: defender lo indefendible no ayuda al defendido

Como comenté en un post anterior, el P. P. John J. Strynkowski pretendió rebatir la carta abierta al Papa de Fray Thomas G. Weinandy, ofm cap. Y no se le ocurrió otra cosa mejor que escribir esto:

El Papa en verdad abre la puerta a la posibilidad de que algunos católicos divorciados y civilmente casados puedan ser admitidos en los sacramentos después de un cuidadoso discernimiento.

Lo cual contradice abiertamente la enseñanza de la Iglesia, tal y como la expuso San Juan Pablo II en Familiaris Consortio:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos»

El caso del P. Strynkowski está lejos de ser el único. Recientemente el cardenal Fernando Sebastián ha escrito para Vida Nueva un artículo titulado “Es muy grave acusar al Papa de enseñar herejías”. Se refiere a la Corrección filial que un grupo de fieles hicieron pública recientemente. Sobre la misma, Bruno Moreno ha escrito hace unos días un post que suscribo íntregamente, incluida la parte sobre la no conveniencia de adherirse a dicha corrección.

No voy a entrar en todos los argumentos expuestos por el cardenal Sebastián. Pero sí en uno. Dice:

El Papa mantiene la doctrina tradicional, reconociendo que la situación de los divorciados vueltos a casar es una situación objetivamente pecaminosa, pero dice que puede haber personas que estén verdaderamente arrepentidas de sus pecados y no puedan desatenderse de la situación pecaminosa en la que viven.

De estas personas, arrepentidas, deseosas de vivir según la voluntad de Dios, pero atrapadas en una situación pecaminosa de la que de momento no pueden prescindir dice que, por falta de voluntariedad, pueden merecer el perdón y acercarse a la comunión.

Suena bien, ¿verdad? ¿No es cierto que parece plenamente misericordioso. Pues no lo es. Como bien decía León Bloy,  “la Verdad, tú lo sabes, es uno de los nombres de la misericordia". Y no hay verdad en las palabras del cardenal. Sostener que alguien puede encontrarse en una situación de pecado en la que no puede dejar de pecar va en contra de la Escritura y del concilio de Trento. Enseña el Concilio en su Decreto sobre la justificación:

CAP. XI. De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos. Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera.

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5.11.17

Oh, misterio

Resulta que en el evangelio de hoy vemos que Cristo pidió a la gente que hiciera lo que los fariseos decían.

Oh, misterio…

También dijo que no hicieran lo que los fariseos hacían. Es decir, el problema no era su doctrina sino su hipocresía.

Oh, misterio…

Sin embargo, hoy se acusa de fariseísmo a los que defienden la sana doctrina.

Oh, misterio… de iniquidad.

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31.10.17

La insólita alabanza del heresiarca asesino de almas

La fe católica es bella, es salvífica, es un tesoro divino, es un don de lo alto. Todo atentado contra la misma es un atentado contra el Señor.

Hoy se cumplen 500 años del inicio de uno de los más letales ataques contra dicha fe. Da igual que Lutero clavara o no las famosas 95 tesis, que por cierto, tenían muy poco que ver con la teología protestante que llegó después.

Poco a poco fue levantando el imperio de la herejía solafideísta -derribado con un solo versículo, Santiago 2,24- y, sobre todo, el libre examen, que es la fuente de todo tipo de herejías habidas y por haber, ya que anula la autoridad de la Iglesia a la hora de interpretar la Escritura.

Su objetivo fue claro:

Cuando hayamos aniquilado la Misa, habremos aniquilado el Papado en su totalidad.

Y:

Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado.

Queda claro, por tanto, que Lutero no buscaba la reforma del catolicismo. Buscaba su aniquilación. Y a ello dedicó toda su vida tras ese 31 de octubre de 1517. 

Es por ello que todo intento de encumbrar la figura de ese asesino de almas solo puede causar escándalo en los fieles católicos. Escándalo que puede presentar diversas caras. La primera, la de los poco formados en la fe, que desconocen la verdadera naturaleza de Lutero y se creen las mentiras que están contando sobre él desde la propia Iglesia. La segunda, la de los que saben la verdad sobre el heresiarca alemán y contemplan atónitos esta especie de exhibicionismo porno-espiritual al que venimos siendo sometidos desde hace años. Y podría hablarse de una tercera cara, que conozco bien. La de aquellos a los que el Señor rescató de la herejía protestante y los puso en el camino de la salvación que es la fe católica. En ellos la incredulidad compite con la indignación.

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