InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Apologética católica

21.09.14

Dice el necio en su corazón: no hay Dios

Hoy el diario El Mundo nos obsequia con una entrevista a esa eminencia de la ciencia llamado Stephen Hawking, de quien entre otras cosas cabe alabar la forma en que afronta una enfermedad terrible.

El titular del diario de papel reza así:
“EL milagro no es compatible con la ciencia”

Pero en la edición en internet, tienen este otro:
Hawking: “No hay ningún dios. Soy ateo".

Bien, ciertamente los milagros no son explicables por la ciencia. Pero existen. Señal de que la ciencia no lo puede explicar todo. Negar que existen es como negar que la tierra es redonda y la luna da vueltas alrededor de la misma. Aquellos que se burlan de la Iglesia por el proceso a Galileo, que no hay que olvidar que fue objeto de críticas tremendas por los científicos de su época, miran con tono burlón, de desprecio e incluso de odio -de todo hay- a quienes no solo afirmamos la existencia de los milagros sino hemos sido testigos de algunos.

Desgraciadamente, encuentran apoyo en algunos pseudocristianos que dicen creer en Dios pero se niegan a aceptar la historicidad de los milagros de las Escrituras. No hay cosa más patética que un cristiano así, si es que en verdad se le puede llamar cristiano.

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25.08.14

Jesucristo y Pedro

En el evangelio de ayer domingo escuchamos el pasaje de Mateo en el que Jesucristo pregunta a sus apóstoles quién creen que es Él. Fue Pedro, el principal (protos) de ellos, quien toma la palabra y responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Si todo hubiera quedado ahí, podríamos pensar que Pedro había sido capaz de comprender por sí mismo que Jesús era el Mesías prometido. Era hasta cierto punto lógico ya que le había visto predicar con autoridad y obrar milagros. Sin embargo, es el propio Cristo quien indica dónde está la fuente del conocimiento de su apóstol: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (MT 16,17).

Efectivamente, muchos otros habían visto más o menos lo mismo de Jesucristo y no creían que fuera el Mesías. Es absolutamente necesario que Dios se lo revele a nuestra alma para que alcancemos a comprender quién es en verdad el Mesías. Más adelante el Señor enviará al Espíritu Santo, quien “dará testimonio acerca de mí” (Jn 15,26). La Trinidad se revela así al hombre. El Padre, por el Espíritu Santo, da testimonio del Hijo, que es en quien vemos al Padre (Jn 14,9) y por quien nos habla el propio Padre (Heb 1,2).

Sin embargo, no fue Pedro el primero en saber quién era Cristo. María fue la primera:

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
(Luc 1,31-33)

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6.07.14

Observaba su rebaño, no fuera a ser que alguna oveja hubiera recibido algún dardo

Dado que uno de los tesoros más grandes de la fe católica son los padres de la Iglesia -entendiendo como tales los de todo el periodo patrístico-, conviene que leamos algunas de sus enseñanzas. Hoy os traigo citas de San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla. Concretamente de su “XVIII HOMILÍA encomiástica en honor de nuestro Padre, entre los santos EUSTACIO, Arzobispo de la gran Antioquía“.

Observa además la malicia del demonio. Porque como hacía poco que se había acabado la guerra contra los paganos, y todas las iglesias habían descansado de las pasadas y continuas persecuciones, no había pasado aún mucho tiempo de que habían sido clausurados los templos y destruidos los altares de los ídolos, y la rabia entera de los demonios había sido deshecha, y todo esto entristecía al diablo malvado y no lo podía llevar en paz, ¿qué hizo? ¡Echó encima otra guerra, guerra difícil! Porque la anterior había sido exterior, pero esta otra fue intestina; y esta clase de guerras son muy difíciles de precaver, y vencen con facilidad a aquellos que en ellas incurren.

¿Les suena a ustedes de algo la idea de que tan peligrosa, o más, es la “guerra” contra los que persiguen la Iglesia llenando el cielo de mártires, como la “guerra” interna, que en multitud de ocasiones tiene como base la extensión de la herejía?

Porque bellamente le había enseñado la gracia del Espíritu Santo, que el obispo de una iglesia no ha de cuidar únicamente de aquella que le encomendó el mismo Espíritu Santo, sino de cualquiera otra del universo. Esto lo deducía él de las preces sagradas. Porque si es necesario, decía, hacer oración por la iglesia católica desde unos términos de la tierra hasta otros, mucho más habrá que tener cuidado con ella, y tener solicitud por todos los fieles e inquietarse por todos ellos. Lo que le acontecía a Esteban eso mismo le acontecía a este bienaventurado. Pues así como por no poder resistir a la sabiduría de Esteban los judíos lo lapidaron, así éstos, por no poder resistir a la sabiduría de aquél, como vieran bien fortificadas sus defensas, finalmente echaron de la ciudad al pregonero de la verdad.

Como ven ustedes, el obispo de una diócesis no tiene solo el deber de velar por los fieles que le han sido encomendados sino por todos los demás. Eso lo enseña también el Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium, 23:

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14.06.14

Negligencias que favorecen la apostasía general

Las condiciones para recibir la comunión sacramental, que en la época de Pío X aún se consideraban obvias, no han vuelto casi a ser recordadas por la Iglesia en los últimos decenios“. Puede que una frase así sea fácil encontrarla en alguno de los posts de InfoCatólica, pero lo cierto es que está en un artículo del P. Martin Grichting, vicario general de la diócesis suiza de Chur. Una diócesis, por cierto, que debe ser de las pocas que cuenta con un buen obispo en toda Centroeuropa (vean las noticias del final de este enlace).

Aunque el P. Grichting escribe en relación a la polémica sobre la comunión de los que viven en adulterio, aprovecha la ocasión para recordar que existen diez mandamientos cuyo quebrantamiento, casuísticas aparte, suele conllevar la comisión de un pecado mortal. Les aseguro que me sobran dedos de una mano para contar las veces que yo he oído decir en una homilía que no se puede comulgar si no se está en gracia de Dios. Y que comulgar en pecado mortal, es añadir un nuevo pecado grave a los que se han cometido. Y sin embargo, eso es lo que la Iglesia ha enseñado desde San Pablo. Dado que no creo ser una excepción, pregunto: ¿qué razón puede llevar a la Iglesia a ocultar una doctrina, poniendo así en peligro la salvación de millones de fieles?

Creo que la misericordia de Dios pasará por alto la ignorancia de multitud de fieles que comulgan sin estar en condiciones de hacerlo. La razón es simple: nadie les ha dicho que no pueden hacerlo. Por tanto, la responsabilidad mayor, por no decir casi absoluta, recae en quienes debiendo predicar toda la fe católica, esconden partes de ella, lo que incluye los requisitos para poder comulgar.

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9.06.14

¿De qué fe estamos hablando?

Hace unos días envié un email a unos buenos amigos en el que les decía que echaba de menos los años en que me dediqué a una labor apologética en foros protestantes. Por pura gracia, me embarré en mil y un debates con protestantes evangélicos defendiendo la fe católica. Era mi manera de dar las gracias a Dios por haberme traído de vuelta a la Iglesia.

En todo ese tiempo apenas encontré a nadie que no fuera coherente con aquello en lo que creía. Es decir, salvo alguna rara excepción, nunca vi a un evangélico pretendiendo ser católico ni a católicos queriendo ser evangélicos.

Todo cambió cuando empecé a centrarme en la “actualidad” informativa de la Iglesia. Pronto vi que, al menos en España, había muchísimos más protestantes dentro de la Iglesia que fuera. Y, lo peor de todo, eran protestantes de tendencia claramente liberal o modernista.

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