InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Apologética católica

18.10.16

Fe razonable ante un mundo irrazonable

Cuando alguien, a los 25 años de edad, es catedrático de tres universidades, parece evidente que estamos ante una persona que ha recibido el don de la inteligencia y de la docencia en alto grado. Es el caso de Dante A. Urbina, peruano, economista y que por gracia de Dios vivió un proceso de conversión que le llevó del ateísmo militante a la fe católica.

Los caminos por los que el Señor concede la gracia de la fe a quienes viven alejados de la misma pueden ser muy variados. Por ejemplo, Dante se dedicó a estudiar argumentos para destrozar la fe católica… y acabó siendo católico. Salvando las distancias, es como aquel Saulo que perseguía a los cristianos y Cristo le encontró, le tiró al suelo y le convirtió en su más fructífero apóstol.

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27.09.16

Combatir por la fe transmitida de una vez para siempre a los santos

Como habrán podido comprobar, mi firma se encuentra entre las ochenta primeras que suscriben la «Declaración de fidelidad a la enseñanza inmutable de la Iglesia sobre el matrimonio y su ininterrumpida disciplina», cuyo texto completo pueden leer en este enlace.

Para explicar la razón de mi adhesión a esa iniciativa, basta citar un versículo que ha sido, por pura gracia, frontispicio de mi torpe servicio a Dios y su Iglesia desde hace ya más de quince años:

Queridos míos, al poner todo mi empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación, me he visto en la necesidad de hacerlo animándoos a combatir por la fe transmitida de una vez para siempre a los santos.
Judas 3

Mientras que en los primeros tiempos tras mi regreso a la fe católica me dediqué a defenderla en debates con protestantes y resto de cristianos no católicos, finalmente me di cuenta que la gran batalla por la fe se jugaba dentro del seno del catolicismo. Y es que, no lo duden amigos, la guerra, porque guerra es, se libra en el interior de la Iglesia. 

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29.06.16

No hay acuerdo real católico-luterano sobre la justificación

En la rueda de prensa que el papa Francisco dio en el avión de vuelta a Roma desde Armenia, el Santo Padre habló sobre muchos temas. Quiero fijarme especialmente en sus palabras sobre Martín Lutero. Reproduzco la transcripción que ha hecho el diario argentino La Nación:

Las intuiciones de Martin Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Quiza algunos métodos no eran los justos pero en aquel tiempo, si leemos la historia de Pastor, un alemán luterano que después se convirtió cuando vio la realidad, se ha hecho católico, en aquel tiempo. La Iglesia no era realmente un modelo a imitar. Había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, apego al dinero, al poder. Y por eso él protestó. Era inteligente, ha dado un paso adelante justificando por qué hacía eso. Y hoy luteranos y católicos, protestantes todos, estamos de acuerdo sobre la Doctrina de la justificación. Sobre este punto tan importante él no estaba equivocado. El dio una medicina a la Iglesia pero después, esa medicina, le ha consolidado en un estado, en un estado de cosas, en una disciplina, en un modo de creer de hacer, litúrgico, y luego no estaba solo, estaba Calvino, cada uno distinto del otro y detrás de ellos quienes estaban? Los príncipes. Cuius regio, cuius religio. Debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender.

Es cierto que en la Iglesia, en tiempos de Lutero, había mundanidad, apego al dinero, al poder. También había una falta de formación tremenda entre los sacerdotes, de tal manera que algunos ni siquiera sabían bien el latín y es dudoso que pudieran celebrar misas válidas. El nepotismo estaba a la orden del día. Y el papado no pasaba, precisamente, por sus mejores momentos. Pero Lutero no «protestó» tanto contra la corrupción moral, sino contra los que él consideraba como errores doctrinales de la Iglesia católica. Él mismo lo dice: «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías». Y años después: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». «Entre nosotros –confesaba abiertamente–, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad», sino de errores doctrinales. Efectivamente, «bellum est Luthero cum prava doctrina, cum impiis dogmatis» (Melanchton).

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28.06.16

La justificación en Trento para catecúmenos (I)

- ¿Por qué se empeña usted en apelar al concilio de Trento, y especialmente a su decreto sobre la justificación, cuando es un concilio de un pasado y un contexto histórico muy diferente del actual?

- Por dos razones:

  • Porque la fe de Trento es la fe del bienaventurado san Pedro, y de los Apóstoles; es la fe de los Padres; es la fe de los católicos.
  • Porque tengo el convencimiento de que esa fe corre hoy el grave peligro de ser abandonada, de ser manipulada, de ser objeto de una mutación mortal para las almas de los fieles.

Analicemos cuidadosamente la enseñanza del concilio tridentino sobre la justificación. Empezamos por el decreto:

Habiéndose difundido en estos tiempos, no sin pérdida de muchas almas, y grave detrimento de la unidad de la Iglesia, ciertas doctrinas erróneas sobre la Justificación; el sacrosanto, ecuménico y general Concilio de Trento, congregado legítimamente en el Espíritu Santo, y presidido a nombre de nuestro santísimo Padre y señor en Cristo, Paulo por la divina providencia Papa III de este nombre, por los reverendísimos señores Juan María de Monte, Obispo de Palestina, y Marcelo, Presbítero del título de santa Cruz en Jerusalén, Cardenales de la santa Iglesia Romana, y Legados Apostólicos a latere, se propone declarar a todos los fieles cristianos, a honra y gloria de Dios omnipotente, tranquilidad de la Iglesia, y salvación de las almas, la verdadera y sana doctrina de la Justificación, que el sol de justicia Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe enseñó, comunicaron sus Apóstoles, y perpetuamente ha retenido la Iglesia católica inspirada por el Espíritu Santo; prohibiendo con el mayor rigor, que ninguno en adelante se atreva a creer, predicar o enseñar de otro modo que el que se establece y declara en el presente decreto.

Es papel fundamental e irrenunciable de la Iglesia defender la sana doctrina que nos puede hacer salvos (1ª Tim 4,16). Los apóstoles exhortaron a combatir el error y a desechar a quienes lo sostienen y difunden entre los fieles. En pleno auge de las herejías protestantes, la Iglesia Católica se propuso, y logró, expresar la verdad sobre una de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana: la justificación.

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29.04.16

Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino santa

Cuando en uno de sus viajes San Pablo iba a partir desde Mileto a Jerusalén, hizo llamar a todos los presbíterios de Éfeso para darles un discurso de despedida, pues estaba seguro de que no le volverían a ver en esta vida. Destaco de ese discurso el siguiente pasaje:

Hech 20,28-32
Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo. Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño.
Incluso de entre vosotros mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por eso, estad alerta: acordaos de que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para construiros y haceros partícipes de la herencia con todos los santificados.

En su primera carta a los Tesalonicenses,  leemos

1 Tes 4,3-8
Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os apartéis de la impureza, que cada uno de vosotros trate su cuerpo con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Y que en este asunto nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y os aseguramos: Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino santa. Por tanto, quien esto desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.

Es por tanto, deber de todo pastor -sin excepción- guardar el rebaño que Dios le ha encomendado. Es deber de todo pastor predicar sobre la necesidad de ser santos y no impuros. Y es deber nuestro rechazar a los lobos feroces que predican otra cosa. Es deber nuestro decir no a quienes buscan atajos, excusas, justificaciones, etc, para que los fieles no se sientan llamados a dejar atrás sus pecados para vivir en santidad, cada cual según el don que haya recibido. Y no debe extrañarnos que los lobos se disfracen de ovejas:

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