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12.06.25

Apóstoles de su gracia

A veces en la vida ocurren cosas que parecen no tener importancia, pero acaban marcando y cambiando de forma absoluta el futuro de las personas. Por ejemplo, poco imaginábamos mi esposa Lidia y yo lo que iba a suponer la invitación que un matrimonio conquense nos hizo para pasar un fin de semana en su casa. Ellos llevaban largos años dedicados al esoterismo y se ganaban la vida pintando mandalas que cada cierto tiempo exponían en la librería Bohindra, muy cercana a la Puerta del Sol de Madrid. Dios había querido que se convirtieran a Él leyendo la Biblia. Y decidieron que semejante don no podían quedárselo para sí. Fuimos de los primeros en ser “evangelizados” por aquellos que habían pasado literalmente de las “tinieblas a su luz admirable” (1 Ped 2,9). Y por pura gracia abandoné la Nueva Era y volví a ser cristiano, con mi esposa acompañándome en ese camino.

Años después, se cruzó por mi vida un fraile dominico y un libro de un converso al catolicismo procedente del anglicanismo. El fraile era, y es, Fray Nelson Medina, y ha dado tiempo a que el converso haya sido elevado a los altares: San Juan Enrique Newman. Nuevamente la gracia de Dios hizo su obra en mí, y regresé a la Iglesia Católica en la que había sido bautizado.

Años después apareció un buen hombre de Dios, Álex Rosal, que me dio la oportunidad de dedicarme de forma profesional a lo que era una vocación. Fue un año intenso porque también llegó a mi vida un sacerdote navarro que me abrió las puertas de par en par a la sana doctrina católica sobre la gracia y la libertad. Gran parte de lo poco bueno que soy hoy se lo debo al P. José María Iraburu y, por supuesto, a la intercesión del Venerable José Rivera. Él se puso al frente de esta obra de Dios que se llama InfoCatólica -mi hermano Mario siempre en el recuerdo-, que hoy tiene al frente a ese ingeniero tan lleno del amor de Dios que se llama Juanjo, acompañado del inigualable Bruno. Mucho he hecho sufrir al P. Iraburu y al resto de infocatólicos en los últimos años. Mucha paciencia y caridad han tenido conmigo. Si no fuera por ellos, y muy especialmente por la relación de amistad y sobre todo fraternidad que el Señor me regaló con David González y Pedro Luis Llera, no sé dónde estaría hoy.

Lo mismo puedo decir de mi queridísima hermana en Cristo Virginia Gristelli, casada con un argentino católico y cabal llamado Jorge, que ha dedicado y dedica su vida a la imprescindible labor de difundir buena literatura cristiana. Tanto Vir como yo somos hijos únicos, pero Dios nos ha regalado el don de ser hermanos en toda la verdadera extensión de la palabra.

Y en esas estaba cuando se ha cruzado por mi vida Paola Sánchez, docente universitaria que forma parte del equipo directivo de un colegio católico de la misma tierra argentina que mis queridos Gristelli. Aunque la conocí hace tiempo, no habíamos tenido apenas contacto en estos años atrás. Pero hace poco empezamos a hablar de lo divino y de lo humano y constatamos esa familiaridad que sólo puede dar Dios. Y hete aquí que el artículo publicado en este blog anterior a este, puede haberlo cambiado todo.

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13.05.25

Y le cambió el nombre para llamarle Pedro

A lo largo de la Escritura hay numerosos ejemplos en los que Dios da o cambia el nombre a personajes destacados. Y el cambio marca su verdadera identidad. Abram (אַבְרָם), que significa padre enaltecido, pasó a ser Abraham (אַבְרָהָם), que significa padre de una multitud (Gn 17,5); de Sarai (שָׂרַי), mi princesa, a Sara (שָׂרָה), princesa (Gen 17,15), lo cual significa que pasa de ser solo la princesa de su marido a ser la de todo un pueblo. Isaac (יִצְחָק) se llamó así porque Sara se rió ante el anuncio de que a su edad iba a ser madre (Gen 18,12). Jacob (יַעֲקֹב), El que agarra el talón, llamado así porque salió del seno de su madre agarrando el talón de su hermano Esaú (Gen 25,26), pasó a llamarse a Israel (יִשְׂרָאֵל), El que lucha con Dios, tras el peculiar episodio de su lucha durante toda una noche con el Ángel del Señor (Gen 32,29).

Hay otro cambio de nombre muy significativo en el Pentateuco. Fue Moisés quien tuvo a bien que Oseas (הוֹשֵׁעַ), salvación, pasara a llamarse Josué (יְהוֹשֻׁעַ), Yavé salva, justo antes de enviarle a liderar la exploración de la Tierra prometida (Num 13,16). Fue precisamente él (Josué 3,1-17) quien acabó liderando la entrada en esa tierra de leche y miel (Num 13,27). 

Con semejantes antecedentes es mucho más fácil entender la importancia de lo que hizo Cristo con el príncipe de los apóstoles. Simón (ܫܡܥܘܢ,שִׁמְעוֹן), el que escucha, ve como Cristo le llama Pedro (ܟܐܦܐ, כֵּיפָא), piedra/roca, (Jn 1,42). Conviene saber que no hay evidencia en la literatura judía o aramea del siglo I de que alguien llevara ese nombre como nombre de pila antes de Simón. Por tanto, aquellos que niegan que  la persona de Pedro, y no solo su confesión de fe -que también-, sea la roca de la que habla Jesús en Mateo 16,18 son unos ignorantes. O algo peor, que no hace falta que describa.

Una vez establecido quién es Pedro, nos toca ver cómo era el primero en dignidad (πρῶτος, prōtos) entre los apóstoles (Mat 10,12). Fue un hombre capaz de tirarse a andar sobre el agua para ir hacia Jesús, y luego sufrir un ataque de pánico que le llevó a hundirse antes de ser rescatado por el Señor (Mat 14,28-31). Fue el hombre a quien el Padre reveló la verdadera identidad y misión de Cristo, justo antes de que el Señor le acusara de ser Satanás por oponerse a dicha misión salvífica (Mat 16,16-23). Fue uno de los que contempló el episodio de la Transfiguración (Mateo 17:1-4) pero luego se quedó dormido mientras el Señor sudaba sangre en Getsemaní (Mateo 26:36-46). Fue el hombre que sacó la espada para cortar la oreja de Malco (Jn 18,10), lo cual sirvió para que el Señor hiciera el último milagro antes de su Pasión (Luc 22,50-51). Fue el hombre que prometió no negar a Jesús (Marcos 14:29-31) y acabó negándole tres veces (Lucas 22:54-62). Fue un hombre que, como el resto de los apóstoles salvo Juan, estaba escondido mientras Cristo era crucificado, pero luego fue el primero de ellos, junto con el propio Juan, en salir corriendo a ver si era cierto que la tumba estaba vacía (Jn 20,2-6). 

Pedro fue a quien Cristo dio las llaves del Reino (Mat 16,18-19); a quien el Señor aseguró que rogaría por él para que su fe no faltara y le encarga confirmar en esa fe al resto de la Iglesia (Luc 22,31-32). Fue a quien Cristo puso ante la evidencia del pecado por su triple negación a la vez que le encomienda ser pastor de todo el rebaño (Jn 21.15-17). Fue quien estuvo al frente de la Iglesia en la primera predicación del evangelio en Pentecostés (Hch 2,14-41); quien junto con Juan se plantó frente al Sanedrín para reafirmar la intención de ser testigos de Cristo (Hch 1,4-22); quien anunció la primera disciplina severa en la Iglesia (Hch 5,1-11); quien recibió del Señor la confirmación de que el evangelio era también para los gentiles (Hch 10, 1-48); quien zanjó la discusión en el Concilio de Jerusalén afirmando que somos salvos por gracia y no por guardar la ley mosaica (Hch 15,6-11); pero también es el que se acobardó ante los judaizantes, lo cual le valió una reprensión pública del apóstol Pablo (Gal 2,11-14). A su vez, fue el autor de dos epístolas y en la segunda de ellas incluyó los escritos paulinos entre las Escrituras, advirtiendo contra la mala interpretación de los mismos (2 Ped 3,15-18). Y, finalmente, sabemos por la Tradición que predicó el evangelio en Roma, donde murió mártir.

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7.02.25

Apadrina a un converso

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

Y Jesús se acercó y les dijo: “Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".
Mateo 28,18-20

La Iglesia de Cristo ha sido, es y debe ser misionera. Recibió del Señor el mandato de predicar el evangelio por todo el mundo, haciendo discípulos y bautizándolos. Ahora bien, aunque todos debemos ser testigos del señorío de Cristo allá donde estemos, no todos hemos sido llamados a evangelizar a las naciones. Como bien enseña el apóstol:

Él constituyó a algunos como apóstoles, a otros profetas, a otros evangelizadores, a otros pastores y doctores
Efe 4,11

El P. Federico Highton ha sido constituido sacerdote y misionero por el Señor. Lleva años llevando el evangelio allá donde casi nadie llega. Sigue los pasos de tantos otros que hicieron lo mismo a lo largo de veinte siglos de historia de la Iglesia. Evangeliza y bautiza, aunque ello ponga en peligro su vida. En ocasiones se encuentra un Cornelio o un eunuco etíope a los que el Señor ya ha puesto en el camino de la salvación. En otras él mismo es instrumento de conversión. Y en todas administra el agua bautismal que convierte en hijo de Dios al que la recibe.

Dice el Catecismo de la Santa Madre Iglesia que “en la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza… y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo” (CIC 872).

No todos podemos ser misioneros, pero todos podemos ser padrinos. Todos podemos colaborar con la labor de quienes, como el P. Federico, llevan las almas a los pies de Cristo. Encontrar un padrino allá donde el cristianismo está presente es relativamente fácil. Pero la cosa cambia cuando los que van a bautizarse viven en tierra de misión. Tanto más si lo hacen en aquellos lugares del mundo donde convertirse a Cristo pone en peligro sus vidas. El padrino no es imprescindible para el bautismo, pero si cumple la misión que recibe, puede ayudar mucho en la vida del bautizado. 

Es por ello que, de acuerdo con el P. Federico y bajo su dirección, ponemos en marcha “Apadrina un converso". La idea es contar con “un ejército de padrinos y madrinas en lista de espera". Cada vez que produzca fruto la labor misionera del P. Federico, o de otros sacerdotes que puedan unirse a su ministerio, habrá fieles dispuestos a asumir la condición de padrinos de quienes se bauticen. Como será imposible la presencia física en el lugar del bautizo, se intentará retransmitir la ceremonia por internet. Y en todo caso, habrá alguien que ocupe el lugar de la persona que vaya a ejercer de padrino. Aunque la mayor parte de los que se bauticen serán adultos, también habrá familias enteras con niños que lo hagan, tal como ocurrió en los primeros tiempos de la Iglesia (Hch 16,15-33).

¿A qué se compromete el padrino de un converso?

1- A rezar por él. No siempre somos conscientes de la importancia de la oración, pero la Escritura dice que “la oración eficaz del justo puede mucho” (Stg 5,16).

2- A mantener, si ello es posible, algún tipo de contacto a lo largo del tiempo. Ni que decir tiene que no es fácil comunicarse con quienes viven allá donde estas palabras de San Pablo se hacen realidad: “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos” (2 Tim 3,12). Pero internet facilita las cosas. Y el idioma no tiene por qué ser una barrera, dado que existen cada vez mejores traductores gratuitos a disposición de todos.

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24.12.24

12.11.24

Dale vida

Merece la pena apostar por la vida. Siempre. Sin excepción. En muchas ocasiones las mujeres se ven presionadas para abortar. En otras, abortan sin presión externa alguna. Pero también hay bastantes casos en los que albergan dudas sobre lo que han de hacer. Por más que las leyes y la sociedad digan que el aborto es un derecho y no tiene nada de malo, a la conciencia no se la puede engañar. Si acaso, acallar. Y si la conciencia no grita, es que el alma está totalmente en tinieblas.

En todo caso, como cristianos tenemos el deber de ayudar a quienes quieren abortar para que no lo hagan. Existen asociaciones dedicadas a ello. Yo poco puedo hacer salvo usar torpemente el don que el Señor me ha dado para escribir. Últimamente lo utilizo para componer letras de canciones. Y gracias a la inteligencia artificial, puedo elegir la música y las imágenes para acompañar a esas letras. 

Podéis usar este tema como creáis oportuno. Cantar a favor de la vida todavía no es delito. No sé si este vídeo durará mucho en la red social donde lo he publicado. Si la retiran, lo subiré a donde sea menester. En todo caso, el que quiera solo la música, que me la pida.

Y si os gusta, difundidlo. Nunca se sabe de lo que se puede valer el Señor para salvar vidas.

La letra, debajo del vídeo.

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