Bienvenido al show
Hace cosa de quince años mantuve una conversación la mar de interesante con un protestante evangélico “tradicional” -calvinista, para más señas- sobre el fenómeno de los evangélicos pentecostales. Dado que yo era miembro de una comunidad eclesial pentecostal “moderada", de vez en cuando nos llegaban del otro lado del charco noticias sobre la evolución del pentecostalismo iberoamericano y yankee. Benny Hinn, Annacondia y personajes similares estaban de moda. A Dios gracias, nuestro pastor -hoy no lo es-, aun creyendo en la vigencia del don de lenguas y el resto de peculiaridades del pentecostalismo, era más bien reacio a los shows típicos de ese sector del protestantismo evangélico. Se pueden contar con los dedos de las manos las veces en 7 años que asistimos a “caídas en el suelo", “risas santas", etc.
El caso es que ese amigo calvinista me dijo algo que me dejó bastante pensativo: “Los pentecostales cada vez están más desquiciados. Es cuestión de tiempo que el pentecostalismo se separe del protestantismo evangélico“.