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28.11.18

Mons. Luis Argüello es quien es, no quien se quiere que sea

Reconozco que desde que los obispos españoles eligieron como portavoz y secretario general de la Conferencia Episcopal a Mons. Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid, he intentado averiguar cuál es su trayectoria personal.

Entre otras cosas, me llamaba la atención que los responsables del Pravda progre-eclesiático español, pasaran de decir que don Luis era parte de una “terna a imagen de la vieja guardia y sin representante francisquita”, a publicar una serie de artículos laudatorios hacia el obispo castellano, pintándole poco menos que como el nuevo Sansón que va a arremeter, quijada de burro en mano, contra las hordas rigoristas y avinagradas en la Tierra de María. Algo no encaja en ese “cambio". Y, efectivamente, ahora entiendo lo que no encaja. Religión Confidencial lo ha recordado hoy.

Resulta que hace casi ocho años, para los responsables de Religión Digital, Mons. Argüello era parte de un sector fuerte e influyente de la CEE que acosaba el pluralismo teológico…:

La persecución del libro de Pagola se ha producido en un momento especial de la Iglesia española, que vigila desde grandes atalayas la doctrina oficial y persigue a los autores más críticos y libres, en un acoso sin precedentes al pluralismo teológico
Los ataques contra Pagola están apadrinados por un sector fuerte e influyente de la Conferencia Episcopal Española, que arremetió contra el libro apenas tres meses después de salir a las librerías y comprobar que tenía un éxito sin precedentes. El primero que abrió el fuego fue Demetrio Fernández, obispo de Tarazona entonces. El prelado calificó de «arriana» la obra y acusó al teólogo vasco de desfigurar a Jesús.
Esta posición fue secundada por Luis J. Argüello, vicario de Valladolid, por los teólogos José María Iraburu y José Antonio Sayés, y por José Rico Pavés, director del Secretariado de la comisión episcopal para la Doctrina de la Fe. Rico, ahora muy bien situado para acceder a la mitra..

Efectivamente, Mons. Argüello, siendo vicario general de Valladolid, fue de las primeras voces en advertir que el “Jesús de Pagola", deslegitima “la enseñanza de la Iglesia al no tener fundamento en Jesús y en la Historia". 

Aparecer al lado de Mons. Fernández, Mons. Rico Pavés, el P. Iraburu y el P. Sayés es algo que el progresismo eclesial no olvida fácilmente, a menos que le interese olvidarlo. “Casualidades” de la vida, una de las pocas webs donde se puede leer completo el artículo de Mons. Argüello sobre el libro de Pagola está en un blog “abandonado” en Religión Digital.

Mucho más recientemente, Mons. Luis Argüello fue de los escasísimos obispos que osó criticar públicamente la censura contra el autobús de HO que era contrario a las barbaridades que nos llegan impuestas por la ideología de género. Cito del diario Abc:

El obispo auxiliar de Valladolid, Luis Argüello, ha mostrado este miércoles su «perplejidad» después de que la Policía Municipal de Madrid haya inmovilizado el autobús «antitransexualidad» de la plataforma Hazte Oír, rotulado con el lema «Los niños tienen pene, las niñas tienen vagina. Que no te engañen». «Viendo esta polémica desde fuera, simplemente por las noticias que nos han llegado desde los medios, expreso la perplejidad de que se pueda decir negro y no se pueda decir blanco, o viceversa», ha insistido.

A Luis Argüello le parece «sorprendente» que no se pueda «exponer algo que parece obvio, de sentido común, como que los niños son niños y las niñas son niñas», cuando, ha recordado, una reciente campaña sobre el mismo asunto del sexo de las personas, «y de una forma singular referido a los niños», que se planteó «de otra manera que parece que contraviene una antropología adecuada a lo que la propia corporalidad nos dice».

Como ven ustedes, no parece un obispo que guste de callar ante el discurso político-social dominante. De hecho, en su comparecencia tras la última Plenaria de la CEE, ya advirtió que no era lógico legislar en base a los sentimientos dejando a un lado la naturaleza de las cosas.

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16.11.18

Cuando se pierde la credibilidad, se pierde todo

Lo que ha ocurrido esta semana en Baltimore (Maryland), donde se han reunido todos los obispos de Estados Unidos para celebrar la Plenaria de su Conferencia Episcopal, es bastante más grave de lo que parece. 

Hasta donde yo recuerdo, es la primera vez en la historia de las conferencias episcopales en que una de ellas se encuentra con que Roma le cambia el programa de una Plenaria el día antes de que empiece a celebrarse. En no pocas ocasiones la Santa Sede ha tenido que corregir decisiones tomadas por episcopados de una nación, pero esta especie de censura previa es inédita. La cara del cardenal Di Nardo contando la decisión vaticana a sus compañeros de episcopado hablaba por sí sola.

Sobre la incoherencia entre la medida decidida por las autoridades vaticanas y los anteriores llamados a la sinodalidad ya escribí un post. Sandro Magister ha escrito otro. Predicar una cosa, sea buena o mala, y a continuación imponer lo contrario, no habla bien de quien así actúa. 

Lo cierto es que el intento de que los obispos de EE.UU no discutieran sobre la crisis por abusos sexuales, y más concretamente sobre el caso McCarrick, viene de atrás. Fue el Papa quien les pidió que suspendieran la Plenaria y dedicaran esta semana a un retiro de oración. La respuesta fue que estaban de acuerdo en dedicar una semana a tal fin, y de hecho tendrá lugar del 2 al 8 de enero del año que viene, pero que nada de suspender la Plenaria. Bien, ya ven ustedes lo que les ha pasado.

Sinodalidades de paja aparte, lo más grave es la creciente sensación entre buena parte de los fieles de EE.UU de que ni Roma ni sus obispos saben qué hacer ante el monumental escándalo de los abusos y su encubrimiento. O peor aún, que saben lo que tienen que hacer pero prefieren dejar pasar meses y meses antes de hacerlo, si es que llegan a hacerlo. Y esa sensación no solo se extiende entre los fieles seglares. También entre muchos buenos sacerdotes que, no lo olvidemos, son víctimas muy directas de un descrédito del sacerdocio del que ellos no tienen culpa alguna.

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13.11.18

Religiosas renuncian a sus votos para salvar su carisma

Desde que hace años, siendo todavía Papa Benedicto XVI, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica decidió intervenir, todavía no sabemos bien por qué ni para qué, los Franciscanos de la Inmaculada, se ha ido produciendo un goteo constante y creciente de visitas apostólicas, revisión de estatutos, etc, de congregaciones religiosas de reciente fundación con un carisma tradicional. 

Por lo general, no suelen ser noticia porque los consagrados, tanto religiosos como religiosas, no son especialmente partidarios de quejarse ante los medios de comunicación. Pero lo cierto es que da la impresión de que estamos en plena cacería de carismas que no son del agrado de los actuales responsables de la Iglesia.

Curiosalmente, la espantosa crisis de vocaciones entre las órdenes y congregaciones religiosas “históricas” -iba a decir tradicionales, pero sería faltar a la verdad-, contrasta con la abundancia de las mismas entre esas nuevas realidades de la vida consagrada.

Desgraciadamente, sobre todo para sus almas, algunos están empeñados en ser la versión eclesial de El perro del hortelano, “que ni come ni deja comer". En vez de ver la presencia del Espíritu Santo en esa auténtica primavera eclesial, que no provoca titulares pero es testimonio vivo de que Dios no ha abandonado su Iglesia, hacen uso de la autoridad eclesial para machacar los primeros tallos, las primeras espigas.

Uno de esos nuevos institutos de vida consagrada, y sigo a partir de ahora el relato de Marco Tosatti, son “Las Hermanitas de María, Madre del Redentor” (Petites Soeurs de Marie, Mère du Rédempteur). Están en Francia, concretamente en la diócesis de Laval. ¿A qué se dedican? Cuidan de los ancianos, colaboran en el cuidado pastoral de las parroquias, ayudan a los pobres y, he aquí el “problema", viven una espiritualidad que es considerada demasiado “clásica” en el Vaticano: amor por la adoración eucarística, oración ferviente de intercesión y devoción filial a María. (*)

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12.11.18

Grandioso ejercicio de sinodalidad

Entre las muchas cosas peculiares a las que venimos asistiendo en la Iglesia en los últimos años, una es la constatación de lo verdadero que es el refrán “consejos vendo que para mí no tengo". El último ejemplo lo hemos visto hoy.

Resulta que en el documento final del último sínodo de los obispos sobre la juventud colaron la cuestión de la sinodalidad, a pesar de que en los grupos de trabajo no se había abordado el tema.

Si uno le pregunta a muchos jovenes católicos qué es lo que más necesita la Iglesia hoy en día, no parece probable que respondan “elemental, querido hermano… sinodalidad… sinodalidad por todas partes". Pues da igual. Aprovecharon que el Tíber pasa por Roma y metieron la sinodalidad en un sínodo que no tenía nada que ver con esa cuestión.

Así lo explicó Mons. Fischer, arzobispo de Sidney (Australia), en una entrevista concedida a Edward Pentin:

¿Cómo es que se ha introducido tanto material sobre «sinodalidad» en el documento final?

Bien, no estaba en el documento de trabajo, ni en las discusiones de la asamblea general, ni en las de los grupos del mismo idioma, ni en los informes de los grupos pequeños, sólo apareció, como de la nada, en el borrador del documento final.
Hubo algún rechazo por parte de los padres sinodales contra esta obvia manipulación. Significó que algunos votaran contra estos párrafos sobre sinodalidad, no porque no estuvieran de acuerdo con ellos, sino porque no estaban de acuerdo en que éstos, que tan mal encajaban en el documento, se introdujeran a última hora y sin razón alguna.

También se ha hablado mucho de la posibilidad de dar cierta autoridad doctrinal a las conferencias episcopales. Tal asunto estuvo en el orden del día de una de las reuniones de este año del C9, ese grupo de cardenales que lleva años y años asesorando al Papa para una reforma de la Curia que no llega.

Pues bien, ni sinodalidad, ni autoridad de las conferencias episcopales, ni gaitas. La Santa Sede ha cambiado el orden del día de la Plenaria de la Conferencia Episcopal de los EE.UU. Y lo ha hecho el día antes de que empezara la Plenaria. Y lo ha hecho en un tema delicadísimo, el de los abusos sexuales.

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24.10.18

El verdadero problema no es VOX sí o VOX no

No es habitual, pero de vez en cuando surgen debates interesantes entre los blogueros de InfoCatólica. Es lo que ha ocurrido con los dos posts publicados por Bruno Moreno y el P. Francisco José Delgado. El primero cree que votar a VOX es volver a caer en el mismo error que muchos católicos conservadores han cometido votando al PP. El segundo cree que no habría tal error en un católico que decida votar al partido presidido por Santiago Abascal.

En mi opinión, el problema reside en el régimen político que hay en España, conocido como democracia liberal. Un sistema en el que la ley de Dios no juega papel alguno. No en vano, don Marcelo, cardenal primado de España en tiempos de la Transición, escribió una instrucción pastoral ante el referéndum sobre la Constitución. Decía en la misma:

Estimamos muy grave proponer una Constitución agnóstica –que se sitúa en una posición de neutralidad ante los valores cristianos- a una nación de bautizados, de cuya inmensa mayoría no consta que haya renunciado a su fe. No vemos cómo se concilia esto con el “deber moral de las sociedades para con la verdadera religión”, reafirmado por el Concilio Vaticano II en su declaración sobre libertad religiosa (DH, 1).

No se trata de un puro nominalismo. El nombre de Dios, es cierto, puede ser invocado en vano. Pero su exclusión puede ser también un olvido demasiado significativo.

En realidad no se trataba de un olvido sino de una exclusión a propósito. Se trataba de pasar de la unidad católica propia de la Cristiandad hispánica y, más inmediatamente, del régimen franquista, a la aconfesionalidad, a la monarquía parlamentaria liberal.

Bien hizo don Marcelo en advertir que puede haber una confesionalidad nominal, hipócrita. Fue el caso de la Constitución de Cádiz. Su artículo duodécimo afirmaba que «la religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra», pero resultaba evidente que los liberales no tenían la menor intención de que tales palabras pasaran del papel a la realidad. Para más información sobre esto, léase el artículo «El Filósofo Rancio», el hombre que aterrorizó a los liberales en las Cortes de Cádiz, de Javier Navascués.

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