InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

4.08.07

La pobreza de los ricos

Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
- «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó:
- «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? »
Y dijo a la gente:
- «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: - «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha."
Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mi mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para si y no es rico ante Dios.»

Todas las riquezas del mundo no impiden al hombre enfrentarse a un destino seguro: la muerte. Esa señora de tan mala fama, aunque ya fue derrotada por Cristo, todavía iguala a todos, ricos y pobres. Es la frontera que separa esta vida de la venidera, de duración eterna. Y aunque no es una ecuación perfecta, por lo general la riqueza en esta vida suele redundar en pobreza en la siguiente. No porque la riqueza material en sí sea mala, sino porque no suele ir acompañada de un buen uso. Cuanto más rico se es, más responsabilidad se tiene en el uso de los bienes materiales, pues siempre habrá pobres a los que ayudar, enfermos a los que atender y misioneros a los que sostener.

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16.07.07

Las vacaciones y la fe

Aunque cada vez son menos los españoles que se toman el mes entero de vacaciones en la temporada de verano, siguen siendo mayoría muy absoluta los que al menos dedican quince días de la estación estival a desconectarse de la rutina diaria.

Para el creyente esos días pueden ser una oportunidad de dedicar algo más de tiempo a su vida espiritual. En mi experiencia personal, pocas cosas me han producido tanto beneficio con la lectura de las Escrituras y otros libros de temática devocional, de vidas de santos y, ¿qué le voy a hacer?, de teología. La lectura de la Biblia, en especial de los evangelios, nos transporta, si dejamos que nuestra imaginación vuele libremente, al tiempo en que nuestra Redención tuvo lugar. Tenemos el privilegio de leer lo que los oídos oyeron, de meditar en las palabras que fueron pronunciadas para nuestra edificación y salvación. Por tanto, es muy recomendable que dediquemos a la lectura de la palabra escrita de Dios una buena parte del tiempo libre, ya que ahora lo tenemos en mayor medida que el resto del año.

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28.06.07

Franciscanos de María: Decreto de reconocimiento pontificio

Aun recuerdo gratamente aquellos buenos ratos de reflexión que el padre Santiago Martín nos hacía pasar en su mini-programa "Testimonio" en TVE. Creo haberle seguido incluso cuando yo era protestante, pues daba gusto oirle hablar de las cosas de la fe de forma que se sacaban aplicaciones prácticas a sus palabras. Ha llovido bastante desde entonces y hoy hace lo mismo en Popular Televisión. También he visto algunos de sus programas en el canal de la Madre Angélica. Y sus artículos en La Razón suelen tener la virtud de ser comedidos en la forma y contundentes en el fondo.

Pero actividad mediática aparte, la sensación que uno tiene cuando ve al padre Martín es que te encuentras ante un sacerdote íntegro, comprometido completamante con su vocación y ministerio. Es de esas personas que no solo tiene fe sino que ayuda a otros a tenerla y desarrollarla. Por eso me alegro mucho de que la que es posiblemente su "niña bonita", la Asociación de fieles "Franciscanos de María", haya obtenido el reconocimiento y aprobación oficial de Roma. Vaya desde aquí mi felicitación a todos los "franciscanos de María" y muy especialmente a su fundador.

DECRETO

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26.06.07

El Gran Silencio

Mi breve visita a la Ciudad Condal ha resultado triplemente provechosa. Me ha permitido conocer en persona a gente de Iglesia a la que sólo conocía por sus escritos o por contacto telefónico. He podido pasar unas horas con mi director espiritual, el padre Joaquín Climent, y esta mañana he visto la película “El Gran Silencio” en el único cine de toda la ciudad donde todavía la exhiben. Y, curiosamente, este jueves será el último pase, así que encuentro providencial el haber sido capaz de ver esta obra en pantalla grande. No creo que sea igual verla en una butaca de cine, acompañado por 6 ó 7 personas que en la pantalla del ordenador o en la tele de casa.

Mi juicio sobre esta película no es imparcial. A lo largo de mi vida he tenido periodos de cierta querencia hacia el modelo de vida que aparece bien reflejado en el film. Por tanto mi predisposición era buena. En ese sentido, no me ha supuesto una sorpresa nada de lo que he visto, pero no por ello ha dejado de causarme una grata impresión. Es como el que va a tomar un plato de comida que sabe que le va a gustar. El saberlo no le impide disfrutarlo. Y yo he disfrutado de “El Gran Silencio”

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19.06.07

Evangelizar desde el amor.

¿Cómo evangelizar a un pueblo que va descristianizándose poco a poco? ¿cómo hacer volver a los que se han alejado de Dios y de la práctica religiosa? ¿cómo realizar, sin caer en el proselitismo sectario, una pastoral agresiva, que no busca simplemente salvar los muebles e impedir que se vayan los que todavía permanecen fieles?

Muchos de los que viven ajenos al evangelio y a la Iglesia tienden a pensar que lo único que busca la misma es perpetuar su estatus en la sociedad, manteniendo supuestos o reales privilegios pasados. La realidad es que el único privilegio que tiene la Iglesia es ser la elegida para predicar el evangelio a toda criatura. A pesar de todos los pecados y errores de sus miembros, ella sigue siendo la prometida enamorada de Aquel que tanto amó a los hombres que se hizo uno de ellos para salvarles a todos. Y cuanto más ama la Iglesia a su Señor, mejor realiza la tarea de contar al mundo todo acerca de su bondad, de su belleza, de su gracia, de su amor.

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