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24.12.09

Dios en tus brazos

Gran misterio es este. El Creador nace de una de sus criaturas, la más bella y perfecta de todas, y se hace igual a nosotros en todo menos en el pecado. Aquél que desde antes del tiempo estaba con el Padre y el Espíritu Santo en perfecta comunión, nació en un pesebre de Belén y nace hoy en el pesebre del corazón de todos los hombres de buena voluntad, especialmente en el de los niños. Fue concebido y nació para salvarnos. Esa es la gran noticia que hoy podemos dar. Dios se hace hombre para que el hombre pueda alcanzar a Dios.

Hoy el Señor está en tus brazos. No dejes que nada empañe semejante felicidad. Y cuando estos días vayas a Misa, pide a Dios que al comulgar ponga en tu corazón el amor que la Madre del Señor tuvo por su Hijo al tenerle por primera vez en su regazo. Ese amor de Madre fue lo primero que pudieron contemplar los ojos del Niño Jesús. Amar como María amó y ser fiel como San José fue fiel, es la mejor forma de ser cristiano.

Feliz Navidad a todos los lectores de este blog,

Luis Fernando Pérez

La mirada embelesada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada comunión eucarística?” (Siervo de Dios Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia)

8.12.09

Adan o Cristo, Eva o María

San Pablo estableció en Romanos 5 un claro paralelismo entre Adán y Cristo. El primero introduce el pecado en el mundo. El segundo nos trae la salvación: “Si, pues, por la transgresión de uno solo, esto es, por obra de uno solo, reinó la muerte, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en la vida por obra de uno solo, Jesucristo” (Rom 5,17).

Igualmente conocemos que desde muy temprano los cristianos supieron ver la obvia relación entre la Eva del Génesis y la Virgen María del Nuevo Testamento. Así, san Justino Mártir escribe: “Porque Eva, cuando era todavía virgen e incorrupta, habiendo concebido la palabra que recibió de la serpiente, dio a luz la desobediencia y la muerte: en cambio, la virgen María concibió fe y alegría cuando el ángel Gabriel le dio la buena noticia de que el Espiritu del Señor vendría sobre ella y el poder del Altísimo la cubriría con su sombra, por lo cual lo santo nacido de ella seria hijo de Dios; a lo que ella contestó: «Hágase en mi según tu palabra» (Lc 1, 38). Y de la Virgen nació aquel al que hemos mostrado que se refieren tantas Escrituras, por quien Dios destruye la serpiente y los ángeles y hombres que a ella se asemejan, y libra de la muerte a los que se arrepienten de sus malas obras y creen en él“.

San Ireneo de Lyon es aún más explícito: “Y así como por obra de una virgen desobediente fue el hombre herido y —precipitado— murió, así también, reanimado el hombre por obra de una Virgen, que obedeció a la Palabra de Dios, recibió él en el hombre nuevamente reavivado, por medio de la vida, la vida. Pues el Señor vino a buscar la oveja perdida, es decir, el hombre que se había perdido. De donde no se hizo el Señor otra carne, sino de aquella misma que traía origen de Adán y de ella conservó la semejanza. Porque era conveniente y justo que Adán fuese recapitulado en Cristo, a fin de que fuera abismado y sumergido lo que es mortal en la inmortalidad. Y que Eva fuese recapitulada en María, a fin de que una Virgen, venida a ser abogada de una virgen [Eva], deshiciera y destruyera la desobediencia virginal mediante la virginal obediencia” (AH III,22,4).

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6.12.09

La perfecta soledad del que defiende y predica la verdad

En un mundo bajo el poder del padre de las mentiras (Jn 8,44), en medio una generación adúltera y pecadora (Mc 8,38), aquellos que defienden y predican la verdad están encaminados a la soledad experimentada por el profeta Elías, que tras mostrar el poder del Dios verdadero sobre los falsos dioses del paganismo (1 Rey 18,18 y ss), sufrió sin embargo una crisis personal que le llevó a querer morir: “…siguió él por el desierto un día de camino y sentóse bajo una mata de retama; deseó morirse, y dijo: “¡Basta, Yahvé! Lleva ya mi alma, que no soy mejor que mis padres” (1 Rey 19,4). Sin embargo, en medio de la depresión, en medio de la desesperación, Dios le confortó y le exhortó a seguir con su misión profética:

Cuando lo oyó Elías, cubrióse el rostro con su manto, y, saliendo, se puso de piec a la entrada de la caverna y oyó una voz que le dirigía estas palabras: “¿Qué haces aquí, Elías?” Y él respondió: “He sentido vivo celo por Yahvé Sebaot, porque los hijos de Israel han roto tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a cuchillo a tus profetas, de los que sólo quedo yo, y me buscan para quitarme la vida.” Díjole entonces Yahvé: “Vete; vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco…. Voy a dejar con vida en Israel a siete mil cuyas rodillas no se han doblado ante Baal y cuyos labios no le han besado.” (1 Rey 19, 13-18)

También hoy necesitamos hombres y mujeres de Dios que no teman enfrentarse a los baales de nuestra generación. Esos ante los que se arrodilla gran parte de nuestra sociedad. La Iglesia no debe, no puede y yo diría que hasta no sabe callar. Puede que muchos de sus miembros, pastores y fieles, prefieran vivir en la comodidad de los falsos profetas que no molestan a los gobernantes, que dicen aquello que la “massa damnata” quiere oír, que desvirtúan el mensaje de Cristo convirtiéndolo en una especie de buenismo barato, cual marca blanca de supermercado espiritual. Pero Dios nunca se queda sin testigos en los tiempos donde el pecado y la apostasía parecen triunfar. El Antiguo Testamento es testigo de ello. Y la Historia de la Iglesia también.

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18.11.09

De la Cruz a tu cruz tras dejarlo todo en manos de Dios

Hace un rato he visto el vídeo que abre este post. Es ciertamente impresionante. Nick, un minusválido sin manos y sin piernas, explica a un grupo de jóvenes que lo peor cuando uno se encuentra en una situación desesperada no es la situación en sí, sino el rendirse y no luchar por salir de ella. Ciertamente hay muchas personas que tienen una especie de capacidad natural o adquirida para salir con la cabeza bien alta de casi todo tipo de problemas y desgracias. Ahora bien, ni todo el mundo puede hacer tal cosa ni el mero esfuerzo humano vale para saltar el abismo que separa la felicidad de la vida desdichada.

La tentación pelagiana es muy fuerte, no sólo para el incrédulo, que a falta de Dios queda a merced de sí mismo, sino también para muchos que se dicen cristianos. Cuando Abraham quiso “ayudar” a Dios a cumplir su promesa de tener un hijo a una edad muy avanzada y con una esposa ya estéril, el resultado no pudo ser más desastroso. Cuando Pedro quiso ayudar a Cristo a no sufrir, se encontró con una respuesta dura de su Señor y luego pudo comprobar su propia incapacidad para ser fiel a quien tanto quería. En definitiva, cuando el hombre quiere ocupar el lugar que sólo corresponde a Dios, acaba fracasando.

Hay situaciones en la vida en las que sólo Dios puede dar la salida, la respuesta adecuada, las fuerzas para salir adelante. Tan cierto como que el hombre no puede por sí solo salir de sus abismos es que no hay abismo lo suficientemente profundo del que Dios no pueda sacarnos. La gracia es mucho más que un concepto teológico que aparece en la Biblia y sobre el que han escrito santos y doctores de la Iglesia. Es, ni más ni menos, que el motor que da vida al que cree. Es Dios mismo actuando en nuestras vidas para llevarnos a Él, aunque para ello haya que pasar por mil y uno peligros. Tanto si nos encontramos debajo de una losa que amenaza con acabar con todo aquello a lo que amamos, como si se nos pone delante una tarea para la que sabemos que no tenemos fuerza para afrontarla, Dios viene en ayuda nuestra. Es más, quiere que pongamos en sus manos todo, porque no es Él quien necesita de nosotros sino nosotros de Él. Y todo tiene además sentido, pues cuando eres consciente de que Dios te ha levantado del fango, te resulta más fácil amarle y darle las gracias. Ay de aquellos que no se dejan ayudar por Dios y que confían sólo en sus propias fuerzas para salir adelante. Difícilmente podrán alcanzar un buen grado de comunión con el Señor.

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16.10.09

Son la nada pero hacen daño

El padre Guillermo ha escrito un interesante artículo titulado “El riesgo de la heterojustificación”. Destaco el siguiente párrafo:

Cuando uno se aproxima al pensamiento de algunos cristianos, ilustres por sus conocimientos, por sus publicaciones, por su excelente bagaje intelectual, surge a veces la duda de si esa unificación, de si esa coherencia, se ha logrado del todo. Parecería como si, en algunos casos, se mantuviese una especie de doble personalidad. Como si, en el fondo, una sospecha acerca de la racionabilidad de la propia fe, y de la visión del mundo que de ella se deriva, obligase a apuntalar el propio edificio intelectual en cimientos ajenos, aparentemente con mayores visos de verdad según los criterios más ampliamente admitidos en las academias del mundo.

Tiene mucha razón don Guillermo. Hoy he visitado el blog de un jesuita que sólo tiene de jesuita el nombre y el apoyo de quienes han sumido a la orden en una crisis que San Ignacio, en mi opinión, solucionaría cerrándola y refundándola. Ese señor, que se chotea de sus superiores con gran prestancia, comparte el blog con un “teólogo” budista.

Estoy convencido de que los lectores de dicho blog encontrarán buena parte de las enseñanzas del budismo pero apenas una que pueda identificarse ya no con el catolicismo sino con el cristianismo de cualquier signo.

Pues de eso habla el padre Guillermo. Un sector de la Iglesia, que incomprensiblemente sigue dentro de la misma, reniega de su fe, se avergüenza de su fe, quiere convertir su fe en otra cosa. Y para ello se echan en manos de un sincretismo patético que ni siquiera es capaz de ofrecer algo genuino que pueda llevar a la creación de otra religión. Su esterilidad espiritual es semejante a la intelectual -al menos en este caso-. Llenan de palabras huecas su falta de fe, su falta de nervio cristiano. Son olas espumosas que al llegar a la orilla desaparecen y no dejan nada. Sin embargo, alcanzan el éxito del mundo, que entregado a la falta de compromiso espiritual firme, busca que los hijos de la nada les prediquen el mensaje de la nada. Lo dijo el apóstol san Juan “ellos son del mundo; por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha. Nosotros, en cambio, somos de Dios; quien conoce a Dios nos escucha a nosotros, quien no es de Dios no nos escucha. Por aquí conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error” (1 Jn 4,5-6. Jn 15,18-27).

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