InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

26.01.14

Venid en pos de mí

Eran pescadores. Una profesión tan digna como cualquier otra. Y no exenta de peligros. El mar de Galilea -que en realidad es un gran lago de agua dulce- no era un Cantábrico enfurecido, pero también tenía sus días “complicados". Un hombre de Nazaret había empezado a predicar siguiendo los pasos de un profeta “famoso", llamado Juan. En esa tarea buscaba hombres de pueblo que le acompañaran. Y se fijó en dos hermanos pescadores. No buscaba en ellos un cambio de profesión. Pero sí que cambiaran el destino de sus labores. No se trataría se seguir sacando peces fuera del agua sino hombre fuera del “mundo". Se acercó a ellos y les dijo: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres” (Mt 4,19). Y ellos “dejaron al instante las redes y le siguieron” (Mt 4,20). Al rato, llegó a donde estaban otros dos hermanos ayudando a su padre con los aparejos de pesca. Mismas palabras, mismo resultado.

Ese hombre de Nazaret era ni más ni menos que Dios encarnado, pero aquellos israelitas todavía no lo sabían. Poco sabían entonces que sus vidas habían dado un giro radical, absoluto. Habían sido educados en la fe de sus padres. Y en dicha fe figuraba la llegada del Mesías. Pero seguramente no imaginaban ni por un momento que el hombre que les llamaba era ese Mesías esperado y que se iban a convertir en co-protagonistas de su misión.

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19.12.13

Volvió a Dios... y Dios se lo llevó

Tan simple como esto. Tan maravilloso como esto. Tan don del cielo como esto:

«Quiero volver a Dios», me soltó a bocajarro. En su azarosa y complicada vida de artista, hubo de todo, pero había llegado el momento de recuperar lo esencial. Quería casarse por la Iglesia con Marta Ugena, bautizar a sus hijos y recibir formación cristiana.

Juan Tarodo había tenido prácticamente todo lo que este mundo le podía dar. Compositor, letrista, batería y cofundador del grupo Olé-olé, uno de los grandes grupos españoles en la década de los 80 y principios de los 90. Casado, padre de dos hijos y con proyectos por delante. Pero hace tres años la leucemia hizo presencia en su vida. Y entonces volvió sus ojos a Dios. El P. Juan Pedro Ortuño cuenta el proceso de su conversión y posterior fallecimiento en un artículo publicado en Alfa y Omega y que reproducimos en InfoCatólica.

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Pagola y el Dios interior

El sacerdote y teólogo José Antonio Pagola ha escrito un artículo titulado “Experiencia interior”, en el que hace unas reflexiones que me resultan un poco inquietantes. Dice:

De ordinario, a los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior. Por eso, muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del Universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús.

Pregunto: ¿qué tiene de insuficiente buscar a Dios en su palabra, en el sacramento de la Eucaristía y en el mismísimo Cristo, que al fin y al cabo es Dios encarnado?

Dice más:

El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nuestro interior, nos será más fácil rastrear su misterio en nuestro entorno.

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23.11.13

Cómo sería el mundo si...

Veinte siglos después de que Dios enviara a su Hijo a rescatarnos, las cosas no han mejorado sustancialmente. Cierto que en muchas naciones no tenemos la lacra de la esclavitud, que era el pan nuestro de cada día en tiempos en que nuestro Señor estuvo entre nosotros. Pero ha sido sustituida por el holocausto del aborto, que hace palidecer a esas sociedades paganas que sacrificaban a sus hijos a ídolos de piedra. Y no hay más que leer los periódicos o ver las noticias por televisión para darse cuenta que sigue siendo cierto lo que dijo Jesús, a saber, que Satanás es el príncipe de este mundo.

El Espíritu Santo tuvo a bien inspirar a San Pablo para escribir una carta a los gálatas, en la que les advertía los límites de la voluntad humana a la hora de cambiar las cosas. La ley mosaica había ejercido de maestra que preparaba el camino al Señor, a la gracia que transforma de verdad a las personas. Los preceptos de la ley eran buenos, pero por sí mismos no cambiaban el corazón de los miembros del pueblo de Dios. Era necesario algo mejor: dejarse guiar por el Espíritu. Así lo explica el apóstol:

Os digo, pues: Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu, y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne, pues uno y otro se oponen de manera que no hagáis lo que queréis. Pero si os guiáis por el Espíritu, no estáis bajo la Ley. (Gal 5,17-18)

En Romanos el propio San Pablo explicó aquello de que “no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rom 7,19). No hablaba un hombre desconocedor de la ley divina. Desde la caída de los primeros padres, el hombre es incapaz por sí mismo de obrar el bien de forma continua en su vida. Necesita de la asistencia del Espíritu Santo, único que puede convertir al ser humano de un instrumento de iniquidar en herramienta de construcción del Reino de Dios.

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7.11.13

Una parroquia como Dios manda

Cuenta con dos sacerdotes que celebran dignamente la Misa, predican homilías conformes a la fe de la Iglesia, sin separarse del Magisterio. Además tienen la sana costumbre de sentarse en el confesionario para administrar el sacramento de la confesión.

Al párroco se le ocurrió la feliz idea de abrir una capilla de adoración perpetua. No es moco de pavo hacer eso, porque previamente hay que contar con los fieles, que son los que tienen que comprometerse a que haya siempre al menos una persona ante el Santísimo.

La última idea ha sido abrir un economato social para atender a los más necesitados. No es que antes no lo hicieran, pues contaban con un grupo de fieles que se encargaban de la Cáritas parroquial, pero lo del economato es un paso más. Al fin y al cabo, ya lo dice la Escritura:

¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarle la fe? Si el hermano o la hermana están desnudos y carecen de alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dijere: Id en paz, que podáis calentaros y hartaros, pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, ¿qué provecho les vendría? Así también la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta. (Stg 2,14-17)

Estamos pues, ante una parroquia que cumple con lo indicado por Cristo:

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