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14.04.16

Para saber cómo conducirse en medio de la confusión

Publicado el 3 de enero del 2014. Republicado el 14 de abril del 2016.

Sabiendo, como sabemos, que la Iglesia es el Israel de Dios, no podemos por menos que, como pueblo, echar un vistazo atrás para discernir cuál es el camino a seguir si queremos ser fieles al Señor. Así lo pidió Yavé a su pueblo por medio del profeta Jeremías, que desgraciadamente no le hizo caso:

Así dice Yavé: Haced alto en los camino y ved, preguntad por las sendas antiguas: ¿Es ésta la senda buena? Pues seguidla y hallaréis reposo para vuestras almas. Pero dijeron: “No la seguiremos".
(Jer 6,16)

En mi opinión, uno de los mayores pecados de esta generación -y de la precedente- ha sido la de dejarnos engañar por esa mentira pelagiana que afirma que el hombre es capaz, por sí solo, de identificar el mal, ver sus consecuencias y alejarse del mismo. Pero, sobre todo, el mayor mal que nos aqueja es haber ignorado y/o rechazado los avisos proféticos que recibió la Iglesia por parte de quienes eran cabeza del colegio episcopal a finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Pero eso no es nuevo en el pueblo de Dios:

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13.04.16

Vivir y morir en pecado mortal te lleva al infierno

Post publicado el 7 de octubre del 2014. Republicado el 13 de abril del 2016.

Dios es tan bueno y misericordioso con el hombre, que en vez de dejarle muerto en sus pecados, envió a su Hijo para que todo el que cree en Él tenga vida eterna (Jn3,16). Y el Hijo fue tan bueno para con nosotros, que nos advirtió que decir que se cree en Él pero seguir viviendo como si tal cosa, no cuela (Mt 7,24-27 y Luc 6,46). En el culmen de su voluntad salvadora, el Espíritu Santo desciende para morar en nosotros y transformarnos a imagen de Cristo, de manera que por gracia podemos creer y obrar conforme a la voluntad divina (Tit 3,5). Hasta nuestro buen hacer es obra de Dios (Fil 2,13), de manera que toda la gloria le corresponde a Él, aunque ha querido que participemos de ella, de forma que considera verdaderamente meritos nuestros lo que en verdad son dones suyos. Y eso lo hace en virtud de los meritos del Hijo.

Como Dios nos conoce bien, sabe que a pesar de las ayudas que nos envía, seguimos cometiendo pecados. Por ello Cristo, abogado nuestro ante el Padre …:

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

(1 Jn 2,1)

instituyó el sacramento del perdón y dio a su Iglesia autoridad para administrarlo:

a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos.

(Jn 20,23)

Todo ello no cambia el hecho de que:

El salario del pecado es la muerte…

(Rom 6,23)

Ni el hecho de que hay pecados mortales:

Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no le lleva a la muerte, ore y alcanzará vida para los que no pecan de muerte. Hay un pecado de muerte…

(1 Jn 5,16)

Entre los pecados incompatibles con la salvación, leemos:

¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios.

1ª Cor 6,9-10

¿Tiene la Iglesia, y todos los que formamos parte de ella, la obligación y responsabilidad de señalar el pecado al pecador? Sin la menor duda.

Si yo digo al malvado: “¡Vas a morir!” y tú no le amonestares y no le hablares para retraer al malvado de sus perversos caminos para que viva él, el malvado morirá en su iniquidad, pero te demandaré a ti su sangre.
Mas si, habiendo tú amonestado al malvado, no se convierte él de su maldad y de sus perversos caminos, él morirá en su iniquidad, pero tú habrás salvado tu alma.  Y si se apartare el justo de su justicia, cometiendo maldad, y pusiere yo una trampa delante de él, él morirá. Por no haberle tú amonestado, morirá en su pecado, y no se recordarán las obras buenas que hubiere hecho, pero yo te demandaré a ti su sangre.
Pero, si tú amonestaste al justo para que no pecara y dejare de pecar, vivirá él, porque fue amonestado, y tú habrás salvado tu alma.

(Eze 3,18-21)

Si se fijan ustedes, el no advertir al pecador de las consecuencias funestas de su pecado acarrea la condenación propia

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14.03.16

Breves reflexiones (X)

Me presenté ante tí, Señor, con la evidencia de mis pecados, con la carga de mis infidelidades, con la certeza de que una avalancha de piedras caerían sobre mí para sepultarme en mi miseria. Mas cuando levanté mis ojos, me encontré con tu mirada de perdón y tu palabra de salvación: “No te condeno. Vete y no peques más”. Pero no quiero irme. Quiero quedame a tu lado. Quédate conmigo. Solo así venceré mi pecado.

Han puesto delante de mí las treinta monedas de plata de la traición. Son la vida cómoda, la vida entregada a mi carnalidad, la vida llena de supuestos bienes que me alejan del bien mayor de tu presencia, la vida sin cruz, la vida que huye de las pruebas que me regalas para que mi amor por ti sea más puro. No permitas que salga de mis labios el beso traicionero. Humíllame y arrójame en el suelo para que reconozca tu soberanía en mi vida.

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22.02.16

Siento algo muy parecido al miedo

No os unzáis a un mismo yugo con los infieles. Porque ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿O qué tienen de común la luz y las tinieblas? ¿Y qué armonía cabe entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el infiel? 
2 Cor 6,14-15

Ayer me acosté con la noticia de tres jesuitas chilenos alabando las uniones homosexuales. Nada extraño, por otra parte, sabiendo en lo que se ha convertido la orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola, que debe ser el santo más triste de todo el cielo. Hoy me despierto con la noticia del cardenal Ravasi diciendo que tenemos cosas en común con los masones. Curiosamente, a eso de las cuatro de la madrugada me he despertado y durante un tiempo de oración le rogué al Señor que acabe ya con esta locura por la que está pasando la Iglesia. Pero claro, no sabía todavía lo de ese cardenal. Mi oración era absolutamente pertinente.

Hace tiempo que vengo diciendo a algunos de mis hermanos en la fe que íbamos a ver cosas peores. Pues bien, me pregunto si no me habré quedado corto. No soy muy partidario de caer en psicosis apocalípticas y en ver el fin de los tiempos a la vuelta de la esquina, pero no puedo escapar de la sensación de que puede que estemos entrando, esta vez sí, en esa etapa previa al regreso de Cristo.

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13.02.16

Unidos en defensa de la vida y el verdadero matrimonio

Estos puntos del comunicado conjunto del Papa y el Patriarca de Moscú y Toda Rusia profesan lo que creemos católicos y ortodoxos sobre el derecho a la vida y la familia:

19. La familia es el centro natural de la vida de un ser humano y de la sociedad. Estamos preocupados por la crisis de la familia en muchos países. Los ortodoxos y los católicos, compartiendo la misma visión de la familia, están llamados a testificar acerca de la familia como de un camino hacia la santidad, que se manifiesta en la fidelidad mutua de los cónyuges, su disponibilidad para dar a luz a los niños y formarles, en la solidaridad entre las generaciones y el respeto hacia los enfermizos.

20. La familia es fundada sobre el matrimonio que es un acto libre y fiel de amor entre un hombre y una mujer. El amor fortalece su unión, les enseña a aceptar uno a otros como a un don. El matrimonio es la escuela del amor y de la fidelidad. Lamentamos que otras formas de convivencia se equiparan ahora con esta unión, y la visión de la paternidad y la maternidad como de especial vocación del hombre y de la mujer en el matrimonio, santificada por la tradición bíblica, se expulsa de la conciencia pública.

21. Hacemos un llamamiento a todos para respetar el derecho inalienable a la vida. Unos millones de bebés están privados de la propia posibilidad de aparecer a la luz. La sangre de los niños no nacidos pide a gritos a Dios que haga justicia. (Génesis 4, 10).

La divulgación de la así llamada eutanasia conduce al hecho de que los ancianos y enfermos comienzan a sentirse carga excesiva para su familia y la sociedad en conjunto.

Expresamos nuestra preocupación por el uso cada vez más extendido de las tecnologías biomédicas de reproducción, porque la manipulación de la vida humana es un ataque contra los fundamentos del ser de la persona creada a imagen de Dios. Consideramos que nuestro deber es hacer acordarse sobre la inmutabilidad de los principios morales cristianos, basados en el respeto por la dignidad de la persona que está destinada a la vida de acuerdo con el plan de su Creador.

El que no cree tal cosa, no es ni católico, ni ortodoxo. Y creo que la inmensa mayoría de los protestantes dirían lo mismo.

Luis Fernando Pérez Bustamante