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10.07.25

Evangelización, conversión, santificación, paciencia

Dios tiene mucha paciencia con los pecadores. No solo les ofrece el perdón y les perdona cuando ellos lo piden, sino que también sabe esperar a que su gracia produzca los frutos de la liberación del pecado y de la santidad. ¿Quién mejor que Él conoce el tiempo que necesita cada alma para verse libre de vicios, situaciones de pecado, necias autojustificaciones, etc.? ¿Acaso es igual Juan que Antonio? ¿O Margarita que Sonia?

De hecho, ¿no lo vemos en nuestras propias vidas? ¿Acaso no hemos arrastrado —o arrastramos— situaciones de pecado que parecen enquistadas? Por más propósito de enmienda que hagamos, caemos una y otra vez. Y cada vez que caemos y pedimos perdón, Dios nos perdona. Por pura gracia, acaba dándonos la libertad para dejar atrás esos pecados que parecen eternos. No desesperemos. Pidamos esa gracia. Y, como dice la Escritura, si pedimos algo conforme a la voluntad de Dios, el Señor nos lo concederá. ¿Cómo no va a darnos el verdadero arrepentimiento —el que produce un cambio de vida— y la santidad, si precisamente eso es lo que le pedimos?

Hablaba estos días con un buen sacerdote a quien el Señor ha mostrado, precisamente, la necesidad de tener paciencia con aquellos que llevan una vida entera hundidos en el fango del pecado. Si Dios nos da tiempo a nosotros, que ya estamos más o menos ejercitados en vivir por gracia, ¿cómo no se lo va a dar a quienes se acercan por primera vez al trono de la gracia, al encuentro personal con Cristo, a la fe, al Credo, a la Iglesia y a Aquella que hizo del «fiat voluntas tua» el motor de su vida?

Tener paciencia con el pecador no significa ocultar la verdad, ni rebajar las exigencias, ni permitir que se use la gracia como ocasión para pecar. El llamado a la santidad —sin la cual nadie verá a Dios— es para todos. No hay cristianos de primera, de segunda y de tercera. No a todos se nos concede la gracia de la santidad en grado sumo, pero sí la suficiente como para alejarnos del pecado y alcanzar la salvación. Es un asesino de almas quien dice «Dios te ama tal como eres» como si no necesitaras cambiar lo que eres. La conversión no es una opción: es el único camino seguro hacia la vida eterna. El adúltero tiene que dejar de serlo. El corrupto tiene que dejar de serlo. Quien usa la lengua —o un teclado— como si fuera un arma de destrucción masiva contra los sentimientos ajenos, tiene que dejar de usarla. Y si no lo hacen, se condenan.

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2.07.25

Primer álbum

Apóstoles de su gracia va dando sus primeros pasos. Nuestra web está todavía en sus inicios y nos llevará un tiempo incorporar material de apoyo a la evangelización y de formación a los fieles. Vamos creciendo poco a poco en Youtube, donde ya tenemos doscientos suscriptores, y en TikTok, donde el número de visualizaciones de nuestros vídeos cortos con citas de santos son más de las que supusimos que serían. En Instagram va todo más lento. 

Me llama la atención que los videos más vistos sean los que publicamos con frases del Papa León XIV tomadas de sus homilías, catequesis y discursos. 

Desde la semana pasada contamos con la colaboración del P. Hernán Barreto, sacerdote argentino, que es el responsable de la sección “Signos vitales”. Son vídeos cortitos, de tres minutos o menos, ciertamente sustanciosos.

Tenemos otros proyectos en mente que llevaremos a cabo si Dios nos lo concede.

Se podría decir que uno de los primeros frutos visibles de Apóstoles de su gracia es el primer álbum que hemos publicado, en el que se recopilan nueve canciones cuya letra he escrito desde que empezamos más otra que publiqué hace un tiempo en mis dos canales (1 y 2) de música en Youtube. Todas las canciones llevan letra compuesta por mí y música y voz realizadas con Suno

La verdad es que nos harían ustedes un favor si se suscribieran al canal (haciendo click aquí), porque eso ayuda a que todo el material sea ofrecido por Youtube a sus usuarios. También nos ayuda que le den a “Me gusta” y que compartan los enlaces con sus conocidos.

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12.06.25

Apóstoles de su gracia

A veces en la vida ocurren cosas que parecen no tener importancia, pero acaban marcando y cambiando de forma absoluta el futuro de las personas. Por ejemplo, poco imaginábamos mi esposa Lidia y yo lo que iba a suponer la invitación que un matrimonio conquense nos hizo para pasar un fin de semana en su casa. Ellos llevaban largos años dedicados al esoterismo y se ganaban la vida pintando mandalas que cada cierto tiempo exponían en la librería Bohindra, muy cercana a la Puerta del Sol de Madrid. Dios había querido que se convirtieran a Él leyendo la Biblia. Y decidieron que semejante don no podían quedárselo para sí. Fuimos de los primeros en ser “evangelizados” por aquellos que habían pasado literalmente de las “tinieblas a su luz admirable” (1 Ped 2,9). Y por pura gracia abandoné la Nueva Era y volví a ser cristiano, con mi esposa acompañándome en ese camino.

Años después, se cruzó por mi vida un fraile dominico y un libro de un converso al catolicismo procedente del anglicanismo. El fraile era, y es, Fray Nelson Medina, y ha dado tiempo a que el converso haya sido elevado a los altares: San Juan Enrique Newman. Nuevamente la gracia de Dios hizo su obra en mí, y regresé a la Iglesia Católica en la que había sido bautizado.

Años después apareció un buen hombre de Dios, Álex Rosal, que me dio la oportunidad de dedicarme de forma profesional a lo que era una vocación. Fue un año intenso porque también llegó a mi vida un sacerdote navarro que me abrió las puertas de par en par a la sana doctrina católica sobre la gracia y la libertad. Gran parte de lo poco bueno que soy hoy se lo debo al P. José María Iraburu y, por supuesto, a la intercesión del Venerable José Rivera. Él se puso al frente de esta obra de Dios que se llama InfoCatólica -mi hermano Mario siempre en el recuerdo-, que hoy tiene al frente a ese ingeniero tan lleno del amor de Dios que se llama Juanjo, acompañado del inigualable Bruno. Mucho he hecho sufrir al P. Iraburu y al resto de infocatólicos en los últimos años. Mucha paciencia y caridad han tenido conmigo. Si no fuera por ellos, y muy especialmente por la relación de amistad y sobre todo fraternidad que el Señor me regaló con David González y Pedro Luis Llera, no sé dónde estaría hoy.

Lo mismo puedo decir de mi queridísima hermana en Cristo Virginia Gristelli, casada con un argentino católico y cabal llamado Jorge, que ha dedicado y dedica su vida a la imprescindible labor de difundir buena literatura cristiana. Tanto Vir como yo somos hijos únicos, pero Dios nos ha regalado el don de ser hermanos en toda la verdadera extensión de la palabra.

Y en esas estaba cuando se ha cruzado por mi vida Paola Sánchez, docente universitaria que forma parte del equipo directivo de un colegio católico de la misma tierra argentina que mis queridos Gristelli. Aunque la conocí hace tiempo, no habíamos tenido apenas contacto en estos años atrás. Pero hace poco empezamos a hablar de lo divino y de lo humano y constatamos esa familiaridad que sólo puede dar Dios. Y hete aquí que el artículo publicado en este blog anterior a este, puede haberlo cambiado todo.

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